El malagueño denuncia que tras 15 años viviendo de alquiler, los pisos que antes costaban 500 euros ahora se ofertan por más de 1.200, con cláusulas que excluyen a familias
Aunque tiene concedida una ayuda pública para el alquiler, no puede aplicarla porque no supera los filtros de las inmobiliarias
MálagaJorge no subió al atril del Ayuntamiento de Málaga para pedir caridad. Lo hizo para explicar, con la voz temblorosa pero firme, qué significa hoy intentar vivir en la ciudad que lo vio crecer. Él, que se define como "una persona normal y corriente", se ha convertido en el reflejo de lo parece no ser una excepción. Familias expulsadas del alquiler no por impago, sino supuestamente porque ya no son aptos para el mercado.
"Soy un padre de familia trabajador, honesto y sin deudas. No debo nada, que yo sepa", comenzó diciendo ante el alcalde y los concejales. Hace unos días, cuenta, él, su mujer y su hijo pequeño fueron desahuciados de la vivienda donde vivían. "No por impago", insistió varias veces, sino porque el alquiler se había convertido en algo inasumible.
Jorge ha vivido toda su vida en Málaga. Conoce los barrios, las inmobiliarias, los precios, los cambios. "Hace unos años me fui de Málaga por trabajo y cuando he vuelto observo incrédulo que el mismo piso que a mí me costaba 400 o 500 euros ahora lo veo publicado en 1.200 o 1.500, según la época del año". Lo dice con la firmeza y seguridad de quien se nota que lleva tiempo en la búsqueda de un techo.
"Evidentemente, no me lo puedo permitir, pero el problema no es sólo ese", explicó. Porque a la subida de precios se le suma algo que cada vez más familias denuncian, las nuevas condiciones para el inquilino. Él se ha llegado a encontrar con todo tipo de respuestas cuando solo pretendía pagar por vivir: "dicen que los niños no están permitidos, que solo está disponible para cortas temporadas o que tendría que ser funcionario".
Y todo esto lo cuenta sin rabia, pero con resignación: "yo me lo tomo con filosofía", a pesar de que es consciente de que todas esas son "condiciones imposibles".
Una ayuda pública que no sirve para nada sin un piso donde aplicarla
Jorge forma parte de la lista de malagueños con ayuda al alquiler concedida. El Estado le reconoce como beneficiario, pero la ayuda se ha convertido en una paradoja, ya que no puede usarla porque no pasa los "castings" de las inmobiliarias.
"Me dan una ayuda que no puedo, o no tengo dónde gastarla, es la pescadilla que se muerde la cola", lamenta. Ni siquiera el respaldo oficial del Estado funciona como aval cuando la barrera ya no es pagar, sino cumplir requisitos que excluyen a familias enteras.
Hoy, Jorge, su mujer y su hijo de apenas unos años viven en una habitación de 10 metros cuadrados, con tres camas, sin cocina ni lavadora. Lo cuenta sin dramatismo, con una mezcla de vergüenza y agradecimiento: "no nos podemos quejar, porque ayer llovió y no nos mojamos, por lo menos somos afortunados".
El problema de fondo: la regulación de los alquileres
Seguro que el caso de Jorge no es un episodio aislado, pero lo cierto es que no encaja en el estereotipo de la persona vulnerable. Él mismo lo dice, trabaja, no tiene deudas, estudió en la universidad de su ciudad, paga impuestos, compra en sus tiendas, "soy de Málaga desde siempre". Y aun así, denuncia, no puede vivir en ella.
Por todo esto ha realizado una petición clara y sin rodeos al Ayuntamiento: "por favor, necesitamos que alguien regule el asunto del alquiler lo antes posible porque una persona normal y corriente como yo no puede pasar por esto, y menos mi hijo y mi mujer".
Se da la circunstancia de que hace un mes, el Gobierno central anunció la retirada de 53.000 viviendas del Registro de Arrendamientos para impedir que se destinen a uso turístico y devolverlas al alquiler de larga duración. En Málaga, el alcalde además avanzó la creación de "algunos centenares" de mini pisos de alquiler temporal "barato" para jóvenes y trabajadores que empiezan. Pero ni lo uno ni lo otro da respuesta a personas que necesitan un techo hoy mismo.
Jorge no pide una casa gratis, pide que se estipulen unas normas que le permitan poder alquilar una. Él ha mostrado una realidad de la que no se suele hablar, la de los desahucios que no son por impago, sino los desahucios por el sistema propio de cada arrendador. "Busquen la manera de conciliar las necesidades de la gente con las condiciones de las inmobiliarias", concluye Jorge ante un pleno que le escucha atento, casi sin pestañear, dejándole incluso más tiempo del acordado.

