¿Por qué la genética de los perros alrededor de la central de Chernóbil está cambiando?

Un perro viviendo en los restos de la Zona de Exclusión de Chernóbil
Un perro viviendo en los restos de la Zona de Exclusión de Chernóbil. Viktor Hesse/Unsplash
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El 26 de abril de 1986 ocurrió el accidente nuclear de Chernóbil, en el norte de Ucrania —entonces parte de la Unión Soviética—, una de las peores catástrofes nucleares de la historia. Es por eso que se conmemora esta fecha con el llamado Día Internacional de Recordación del Desastre de Chernóbil. Las consecuencias de este desastre nuclear todavía se siguen observando en la zona, con una nula presencia humana en sus alrededores, pero en la que todavía viven animales como perros, en los que se pueden comprobar las modificaciones en su ADN que están viviendo tras muchos años viviendo en la zona contaminada.

Chernóbil no es una zona sin vida

Cerca del cuarenta aniversario de esta catástrofe, la central nuclear de Chernóbil y muchas zonas de sus alrededores siguen deshabitadas, al menos por humanos. Todo tipo de animales han prosperado en ausencia de la humanidad. Entre la fauna resistente a la radiación, viven cientos de perros salvajes, muchos de los cuales son descendientes de mascotas abandonadas durante la rápida evacuación de la zona hace tantos años.

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El desastre de la central nuclear de Chernóbil liberó a la atmósfera 400 veces más material radiactivo que la bomba atómica de Hiroshima. A pesar de estar cercanos a su 40º aniversario, todavía hay radiación en la zona, principalmente cesio y estroncio, pero también otros radionucleidos, como el plutonio y el uranio, se encuentran en el suelo. Esta combinación de partículas radiactivas emite energía tan potente como para arrancar los electrones de las moléculas del interior de las células y romper los enlaces químicos del ADN, causando mutaciones. Aunque las células tienen mecanismos para reparar estos daños, también causan cáncer, reducción de la esperanza de vida o una afectación de la fertilidad.

Un equipo de expertos de la Universidad de Carolina del Sur y el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano analizaron el ADN de 302 perros de la zona de exclusión de Chernóbil, área de 2600 km² que se extiende alrededor de la central, comparándolos con perros de otras regiones para ver cuáles eran sus peculiaridades. El estudio, publicado en la revista Science Advances, tomó en cuenta tres poblaciones diferentes de canes, que viven en libertad dentro de la propia central, así como entre 15 y 45 kilómetros del lugar del desastre.

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Estos perros de Chernóbil son valiosos para la ciencia porque han vivido y evolucionado aislados durante 15 generaciones desde el desastre. Mueren jóvenes, a los tres o cuatro años, mientras que la media para perros de unos 35 kilos está entre 4,5 y 12 años. A pesar de este corto periodo de supervivencia, el estudio plantea la hipótesis de que “lo que ocurrió en el genoma que permitió a estos perros sobrevivir en este entorno tan hostil probablemente sean mutaciones en genes muy grandes que desempeñan funciones muy importantes”.

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En cuanto a la distribución por cercanía al lugar del desastre, el análisis de ADN mostró que los perros que viven alrededor del sarcófago que actúa como estructura de confinamiento seguro en la zona cero, construido con cooperación internacional para encerrar los restos de la unidad del reactor número 4, y que están expuestos a los niveles más altos de radiación, son genéticamente distintos de otras dos poblaciones locales con respecto a los perros que viven a solo 16 kilómetros de distancia, en la cercana ciudad de Chernóbil. Para contextualizar, en 2010, comenzó la construcción de dicha estructura y miles de trabajadores acudieron allí, casi al mismo tiempo que Chernóbil se convirtió en un destino turístico de desastres, lo que provocó que los perros migraron a esas zonas porque la gente los alimentaba.

No solo la radiación explica la evolución

No todos los estudios realizados a los perros de Chernóbil tienen las mismas conclusiones. Según un nuevo estudio publicado en PLOS ONE por la Universidad Estatal de Carolina del Norte y la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, afirma que es improbable que una mutación inducida por radiación haya generado diferencias genéticas entre las poblaciones caninas de la ciudad de Chernóbil y la central nuclear.

Entonces, respondiendo al interrogante sobre por qué estos perros son genéticamente diferentes, los investigadores se inclinan más por el hecho de que otros factores, como la presión selectiva, podrían estar jugando un papel importante generación tras generación. Esta presión actúa como un filtro en una especie que influye en los rasgos genéticos que se vuelven más fuertes dentro de una población. Los perros de Chernóbil sobrevivieron al entorno hostil evolucionando y resistiendo mejor a aspectos complejos como falta de alimento o la presencia de depredadores.

Dicho de otro modo, es la selección natural la que ha entrado en juego permitiendo la supervivencia de estos animales en esta zona. “No encontramos evidencia de un aumento en la tasa de mutación para la población de perros de la Central Nuclear a través de aberraciones cromosómicas, mayor diversidad de microsatélites o un aumento de alelos derivados más recientemente. Por lo tanto, la mutación no parece ser la causa de la diferenciación genética previamente identificada entre estas dos poblaciones geográficamente cercanas de perros de cría libre (…) Con estos nuevos hallazgos, existe respaldo para la hipótesis de que la selección puede estar ayudando a impulsar la divergencia genética de estas poblaciones”.