Entrevistas

Marta Romo, experta en neurociencia: "Estamos perdiendo memoria por culpa de las pantallas"

Marta Romo, pedagoga.. Foto cedida por Rocaeditorial.
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Seguro que te suena la imagen: un grupo de adolescentes sentados unos al lado de los otros en una terraza y todos mirando el móvil prácticamente sin dirigirse la palabra. Yo lo he visto cientos de veces... También esta otra puede que te suene de algo: padres y madres en los parques infantiles distraídos con las pantallas mientras sus hijos juegan; o personas mayores enganchadas a las pantallas en reuniones familiares. La vida está pasando mientras nosotros estamos secuestrados -literalmente- por la vida digital. Y, lo peor, es que muchas personas no tienen las suficientes herramientas para darse cuenta y ponerle remedio.

Por eso es importante que libros como el de Marta Romo arrojen algo de luz en esta situación casi apocalíptica. En su nuevo libro, 'Hiperdesconexión' (Rocaeditorial, 2025), habla precisamente de cómo podemos recuperar nuestra atención y nuestra memoria en tiempos de Instagram. Si notas que has perdido memoria en los últimos años, puede ser que se deba al exceso de uso de las tecnologías. Esta pedagoga y experta en neuropsicoeducación lo explica perfectamente en una entrevista que ha concedido a la web de Informativos Telecinco.

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Pregunta: La historia con la que empiezas el libro podría ser la de cualquier persona: cómo las tecnologías nos atrapan y secuestran perdiendo tiempo de estar en familia, con nuestros hijos, y perdiendo la concentración en nuestra vida. ¿Vale con simplemente ser rígidos a la hora de establecer un control del uso?

Respuesta: La rigidez o comportamientos radicales de abstinencia, no son suficientes, ya que si estamos un tiempo de abstinencia, por ejemplo, cuando volvemos a la realidad podemos tener “recaídas”. Por otra parte, estamos enfrentándonos a arquitecturas diseñadas específicamente para secuestrar nuestra atención. Las grandes empresas que están detrás de los algoritmos, conocen perfectamente cómo funciona nuestro cerebro y usan ese conocimiento para mantenernos enganchados el mayor tiempo posible.

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P: ¿Qué le ocurre a nuestro cerebro para estar tan enganchado?

R: Estamos luchando contra nuestros propios circuitos de recompensa (dopamina). El scroll infinito es realmente una de las trampas más sofisticadas que se han diseñado para capturar nuestra atención. Lo más perverso es que opera bajo el mismo mecanismo de refuerzo variable que hace tan adictivas las máquinas tragaperras. Como explico en el libro, eliminan por completo los puntos de referencia naturales que teníamos en el mundo físico, esos momentos donde podíamos decidir conscientemente si continuar o no (el final de un capítulo de un libro o el de un programa de televisión...).

P: ¿Por qué sucede?

R: Esto sucede porque las recompensas impredecibles, el no saber exactamente cuándo aparecerá ese contenido que nos resulte especialmente gratificante, pero con la expectativa de que llegará, nos mantiene enganchados. Estos diseños explotan sistemáticamente nuestras vulnerabilidades psicológicas esenciales. Es ingeniería del comportamiento. Nuestras vulnerabilidades, nuestros impulsos más básicos, nuestras debilidades, todo eso es lo que realmente se está comercializando...

P: ¿Qué más podemos hacer para evitar constantemente coger el móvil cuando ni siquiera lo necesitamos?

R: Necesitamos estrategias conscientes que nos conecten con nosotros mismos y nuestra vida. Algunas, por ejemplo, son estas:

  • Reconocer qué necesidad estamos intentando cubrir cada vez que cogemos el móvil: ¿aburrimiento, ansiedad, soledad, cansancio, hambre…? Si identificas la necesidad que te impulsa a coger el móvil, puedes buscar alternativas más saludables.
  • Se pueden crear "pactos de desconexión digital": períodos específicos libres de pantallas, como las dos horas antes de dormir y hasta después del desayuno. Esto no solo mejora la calidad del sueño, sino que permite que nuestros sistemas de recompensa descansen y se reequilibren naturalmente.
  • Buscar la tracción de nuestras acciones: es decir, identificar el para qué de las cosas que hago. Esto nos ayuda a darle sentido a nuestro día a día y a ser conscientes de si nos estamos acercando o alejando de nuestros objetivos.
  • Reconectar o retomar actividades que generen alegría sostenida, no solo picos dopaminérgicos momentáneos. Movimiento, naturaleza, conversaciones cara a cara, momentos de aburrimiento creativo, tiempo entre reunión y reunión para procesar la información... El aburrimiento y el descanso no son el enemigo; es la puerta de entrada a la creatividad.

P: En tu caso una enfermedad de un ser querido te hizo desconectar de las pantallas, pero ¿qué otras cosas te han funcionado y quieres compartir en este libro?

R: La enfermedad de mi madre fue un punto de inflexión brutal, ahí experimenté cómo la muerte nos conecta con la verdad de nuestra vida, ahí me di cuenta de mi profunda desconexión y pude cambiar mi mentalidad y mi estilo de vida. Pero más allá de esa experiencia, he descubierto prácticas concretas que funcionan como ir despacio, ralentizar nuestro ritmo es un ejercicio interesantísimo que nos ayuda a reconectarnos con lo importante. Vivimos en modo urgente y ser consciente de que las prisas matan nuestros valores y nos hacen ser incoherentes, pude ayudarnos a parar con frecuencia y preguntarnos si nos estamos desconectando del presente.

P: ¿Qué otros recursos usas?

R: La respiración nasal consciente, respirar es la conexión más íntima con nuestro alrededor. Parece obvio, pero nos hemos olvidado de cómo hacerlo bien. El entrenamiento de la atención plena no como algo místico, sino como neurociencia aplicada, no es otra cosa que estar presente o hacer lo que hacemos. Sabemos que incluso 20 minutos diarios producen cambios medibles en la estructura cerebral, según los estudios de Richard Davidson. Y algo que me parece fundamental: elegir cómo nos contamos las cosas. La actitud positiva no es pensamiento mágico, es un estilo explicativo de la realidad que fortalece nuestros circuitos cerebrales para afrontar acontecimientos dolorosos o incómodos de la vida, con más paz.

También he aprendido que necesitamos micro dosis de novedad para encender la atención. Por eso, para escribir este libro, muchos días cambié de ubicación para no estar siempre en el mismo contexto, fui a hoteles, cafeterías, parques e incluso cambié de país para activar la sorpresa.

"La interacción digital genera un distanciamiento emocional porque el cerebro no percibe esas señales completas de comunicación"

P: ¿Qué es el 'phubbing' y cómo está afectando a la manera que tenemos de relacionarnos?

R: A mi me gusta llamarlo "ningufoneo" que es la combinación de "phone" (teléfono) y "snubbing" (desairar). En definitiva, ignorar a quien está presente para atender el móvil. Esto está generando lo que llamamos presencia ausente o estar juntos pero solos: estamos físicamente presentes, pero cognitivamente dispersos y emocionalmente desconectados. Este tipo de interacción refuerza nuestro sentimiento de no pertenencia y soledad, pues no hay intimidad, no hay ni siquiera contacto visual. Y la neurociencia demuestra por qué es tan dañino: la comunicación cara a cara activa regiones del cerebro asociadas con la empatía. En contraste, la interacción digital genera un distanciamiento emocional porque el cerebro no percibe esas señales completas de comunicación, y además, es agotador ya que nuestro cerebro tiene que completar la información sensorial que le falta, cuando no estamos presentes interactuando con todos nuestros sentidos. 

P: ¿Cómo es de importante comunicarnos de forma física y verbal y no tanto de forma digital?

R: Necesitamos conversar activando todos nuestros sentidos. Hoy en día, cada vez nuestra comunicación es más bidimensional, asíncrona o en diferido: esto es agotador para nuestro cerebro. 

La comunicación digital ha modificado las relaciones interpersonales, nos hemos acostumbrado a hablar por audio de WhatsApp, incluso en tiempo real, ni siquiera llamamos por teléfono porque lo consideramos invasivo, todo es asíncrono. Podemos dejar una conversación a medias y volver a ella minutos, horas o días más tarde…, o incluso no contestar. Esto incrementa nuestros niveles de estrés debido a la constante expectativa de interacción.

"Si queremos reducir ese sentimiento de soledad, necesitamos sí o sí equilibrar y buscar también el contacto cara a cara todos los días"

P: ¿Qué te sucede cuando alguien no responde un mensaje o tarda un tiempo en hacerlo?

R: Dejar sin contestar al momento este tipo de mensajes genera en nosotros una deuda pendiente. Es una tarea que no se ha completado y que contribuye a esa sensación de malestar por tener muchas cosas abiertas sin completar. También somos capaces de acelerar la velocidad de los audios distorsionando la voz de nuestros amigos para no perder nuestro valioso tiempo. Nos perdemos muchísima información perceptiva que sucede en el cara a cara, dejamos de recibir información olfativa y visual sobre la otra persona, que enriquece nuestras conversaciones y nos involucra con nuestro interlocutor. 

Si queremos reducir ese sentimiento de soledad, necesitamos sí o sí equilibrar y buscar también el contacto cara a cara todos los días, para alimentar nuestra calma, satisfacer nuestra necesidad de pertenencia. 

P: Muchas personas creen que tienen muchísimos amigos porque están perpetuamente conectados a las redes, pero en la vida real no tienen contacto emocional con nadie. ¿Cómo es posible?

R: Esta es una de las paradojas más dolorosas de nuestra era, es como un espejismo. Robin Dunbar cuantificó que las sociedades humanas evolucionaron con la capacidad de mantener aproximadamente 150 relaciones significativas -las que un cerebro humano puede gestionar auténticamente-. Las redes sociales se han cargado esta limitación evolutiva y no contamos con las adaptaciones neurológicas necesarias para gestionarla. Se ha aumentado exponencialmente nuestra capacidad para transmitir información, pero no nuestra capacidad para procesarla. Estamos rodeados de mensajes y notificaciones, pero la calidad y profundidad de nuestras interacciones ha caído en picado.

El resultado es lo que yo llamo "soledad compartida", un sentimiento muy generalizado en nuestros jóvenes especialmente hoy en día.

P: ¿Por qué no nos damos cuenta?

R: Nuestro cerebro está recibiendo estímulos constantes que simulan conexión: likes, comentarios, mensajes... Estos activan nuestro sistema de recompensa dopaminérgico, dándonos pequeños picos de satisfacción momentánea y la conexión auténtica no funciona así, no se trata de dopamina sino de oxitocina. Lo que realmente nutre nuestro sentimiento real de pertenencia no tiene que ver con la cantidad de mensajes o el número de contactos o seguidores, sino con lo que cada uno de ellos significa y con la calidad de las interacciones. Una conversación profunda de 20 minutos cara a cara nos nutre más que 200 mensajes o interacciones en redes sociales.

"La memoria hoy en día está quedando en un segundo plano, cada vez la ejercitamos menos y eso tiene consecuencias"

P: ¿Estamos perdiendo memoria por el uso de las pantallas? ¿Por qué?

R: La verdad es que sí. La memoria hoy en día está quedando en un segundo plano, cada vez la ejercitamos menos y eso tiene consecuencias. La función de la memoria no es recordar el pasado, no es un archivo de información… La función principal de la memoria es ayudarnos a interpretar el presente y predecir el futuro. La memoria es el fundamento de la identidad personal y colectiva. Sin memoria, no hay narrativa propia, y sin narrativa, no hay sentido de continuidad de nuestra existencia. La memoria también es la base de la creatividad. Sabemos que fortalecer nuestra memoria también contribuye a mejorar nuestra imaginación y a enriquecer el lenguaje.

En ocasiones escucho a personas aparentemente sensatas decir: "¿Para qué memorizar hoy en día, cuando todo está en la red?". La memoria no solo sirve para almacenar y recordar sino que está implicada en multitud de procesos cognitivos y emocionales.

P: ¿Qué le pasa a nuestra memoria cuando archivamos digitalmente nuestros recuerdos?

R: Cuando externalizamos completamente el recuerdo, perdemos profundidad en la experiencia. Lo que vivimos hoy al delegar nuestra memoria a dispositivos (fotos, vídeos, gps…), es una amnesia por sobreabundancia. Con tanto material, nos saturamos y es como si no existiera nada. Esto también se ve reforzado por el "efecto Google": cuando sabemos que podemos acceder fácilmente a información online, el cerebro reduce automáticamente los esfuerzos dedicados a codificar y consolidar datos en la memoria a largo plazo. Es como si nos diera pereza hacer el esfuerzo de recordar, cuando sabemos que se está grabando.

Cuando nos apropiamos de nuestra memoria, vivimos intensamente la experiencia, nuestro cerebro realiza un proceso de selección: prioriza y graba profundamente los detalles sensoriales, emocionales y contextuales para almacenarlos y hacerlos propios. El recuerdo se vuelve multidimensional.