Las chicas del radio: cómo decenas de jóvenes enfermaron por trabajar con una sustancia cancerígena

  • Al final de la I Guerra Mundial, el radio se convirtió en la sensación del momento por sus propiedades luminiscentes

  • Se desconocía que eran un millón de veces más radiactivo que el uranio

  • El caso llegó a las tribunales y sentó un precedente en la regulación de la seguridad laboral

Grace, Edna, Albina, Quinta y Katherine eran cinco mujeres jóvenes, pizpiretas, cargadas de ilusiones y de sueños que no preveían la desgracia que les iba a ocurrir. Todo comenzó en 1917, cuándo la empresa estadounidense United States Radium Corporation empezó a producir una atractiva pintura luminiscente llamada Undark.

La fantástica pintura brillaba en la oscuridad y fue utilizada para pintar esferas y diales de relojes destinados a los militares estadounidenses. Los soldados podrían ver la hora o consultar sus dispositivos a oscuras. Era una idea fabulosa que podía resultar muy útil en condiciones de combate.

La empresa contrató a decenas de trabajadoras a quienes los instructores aconsejaban lamer los pince­les de pelo de camello pringados de Undark para mantener la punta afinada y pintar con eficacia las esferas de unos relojes que se hicieron tan populares que la población civil también empezó a demandarlos.

La empresa tuvo que contratar a más trabajadoras. Grace, Edna, Albina, Quinta, Katherine y muchas otras mujeres, trabajaban a destajo pinta que te pinta relojes con la increíble pintura. Algunas operarias, coquetas y exploradoras, estaban tan encantadas de utilizar una pintura tan especial y singular que pintaban sus labios, uñas e incluso dientes con el producto. La pintura era la sensación de la fábrica y del momento.

Más allá de los relojes: la locura por el radio

Nadie recelaba de la pintura ni se preguntaba porqué brillaba en la oscuridad. La respuesta al brillo estaba por supuesto en la composición del Undark. La pintura era una mezcla de sulfuro de zinc y radio, un elemento descubierto en 1898 por Marie y Pierre Curie a partir de pechblenda procedente de la región de Bohemia.

Desde el principio, las propiedades lumínicas del radio, que era capaz de emitir una tenue luz verde-azulada, obnubilaron al personal. El radio se puso tan de moda que muchos productos empezaron a incluirlo en su composición. Además de las pinturas luminiscentes, era posible encontrar el radio en suspen­sorios masculinos, pastas de dientes, cremas faciales, locio­nes, cigarros, sales de baño, supositorios e, incluso, artículos comestibles, como el chocolate.

El radio desató una auténtica locura que fue a más cuándo al elemento se le atribuyeron propiedades curativas para tratar la anemia, la arterioesclerosis, la artritis, la diabetes, la epilepsia, la hipertensión, la gastritis, la disminu­ción del deseo sexual, el reumatismo e infinidad de otras afecciones. Todo el mundo veía en el radio la panacea, un elemento maravilloso que había llegado para conquistar nuestro corazón.

Efectos cancerígenos desconocidos

Evidentemente, en aquella época los efectos del radio eran desconocidos. Hoy en día está clasificado como un elemento carcinogénico del grupo A. El radio es un elemento diabólico y mortífero, extremadamente radioactivo, un millón de veces más que el uranio. La exposición a niveles altos de radio produce un aumento en la incidencia de cáncer de huesos, hígado y senos, entre otros.

Grace, Edna, Albina y muchas otras mujeres de la United States Radium Corporation desconocían esta situación porque habían sido informadas y convencidas de que la pintura era segura. Numerosas mujeres de la United States Radium Corporation ingirieron cantidades alarmantes de radio, unos cuatro mil microgramos en seis meses. Una auténtica barbaridad.

De repente, desa­rrollaron necrosis mandibulares, deformaciones faciales y empezaron a perder los dientes. El radio las estaba matando. Los síntomas se repetían y multiplicaban entre las trabajadoras. Algunas sufrían anemia, dolores de espalda, brazo, pierna, mandíbula y terminaban por desarrollar carcinomas.

Un hito en la protección de la salud laboral

El caso fue llevado a los tribunales por varias mujeres entre las que se encontraban Grace Fryer, Edna Hussman, Albina Larice, Quinta McDonald y Katherine Schaub. Todas ellas recibieron el apodo de 'las chicas del radio'. La pri­mera audiencia tuvo lugar en enero de 1928, pero el deteriorado estado de salud de algunas de las demandantes impidió que testificaran.

La empresa intentó esquivar la responsabilidad, alargando los pleitos, falsificando informes e incluso sobornado médicos. Nada de eso sirvió. El impacto mediático fue extraordinario y sirvió como avance en la regulación de la seguridad laboral.

Las chicas del radio fueron un hito en el precedente legal del derecho de un trabajador a demandar a un empleador por una enfermedad profesional. A raíz del caso, las normas de seguridad industrial fueron mejoradas de manera demostrable durante muchas décadas. En 1931 la FDA declaró ilegales las medicinas con radio. Grace, Edna, Quinta y Katherine nunca llegaron a cumplir los 40 años.