Ruidos de ventiladores, armarios negros gigantes y tus datos: Crónica de un viaje hasta dentro de La Nube

  • Muchos han oído hablar de La Nube pero pocos la han visto. Nuestro compañero de Cuatro al día, Gabriel Cruz ha entrado en ella

  • Llama la atención el ruido de ventiladores y las enormes filas de armarios negros.

  • Capaz de almacenar 165 años de vídeos de alta definición

Nunca hay que dar por ciertas las cosas cuando no se han visto; por lo menos, es lo que intento como periodista. Durante los últimos años nos han “vendido” que la “nube” era segura, que era cómoda, que todas las empresas están en la “nube, que es arriesgado guardar información en tu ordenador... En definitiva que la “nube” era lo más. Pero preguntando a la gente que me rodea, ninguno había estado dentro de una de ellas. Busqué reportajes en televisión pero tampoco encontré. Si algunos en prensa escrita en los que, como es lógico, primaba más el texto que la imagen. Me quedaba con las ganas de ver la supuesta enormidad que debe de tener la “nube”. Allí estarán mis fotos de vacaciones que no me cupieron en el móvil, mis correos electrónicos...

Pero no solo eso, mucha de la información que manejamos en nuestros puestos de trabajo se encuentra en este centro de megadatos. De hecho, se calcula que el 20 % de nuestros datos está en ella y que ahora el negocio tecnológico más importante es eso: “la nube”. Y seguirá creciendo. Algunos señalan que de la misma forma que murió el vinillo, después los cd... el disco duro de nuestro ordenador para almacenar datos ha muerto. Pero, donde está esa dichosa nube que le ha herido de muerte. ¡¿Cómo es?! ¡¿Dónde está la nube?!

El primer sitio que se me ocurrió acudir fue a Telefónica, la multinacional de comunicaciones española que además es la más importante de Europa. Está entre las cinco empresas españolas que más invenciones solicitan registrar en la Oficina Europea de Patentes. Desde Telefónica me derivan a una de sus empresas, Acens. Esta gestiona uno de los cincuenta centros de almacenamiento de datos repartidos por España y que pertenecen a diferentes compañías. De momento ya voy encaminado.

Cerramos lugar y día, pero cuando estoy en un edificio del norte de Madrid… primera sorpresa tengo que firmar un contrato. Es la primera vez que me sucede. Tranquilos, no hay censura previa o al menos no como la conocemos. Se trata de un acuerdo de confidencialidad para no grabar determinados nombre de discos duros, una especie de matrículas de los soportes que no son importantes para nosotros pero que a alguien que quiera atacar a la empresa le puede dar alguna pista. Actualmente, los datos y la nube son como el dinero y los bancos. ¿Dónde prefiere tener su dinero: en su colchón o en el banco? De ahí sus medidas de seguridad.

Pasamos por varios filtros de seguridad acompañados por Imanol Rodríguez, jefe de ‘cloud’ (nube) en Acens (Telefónica). Lo primero que llama la atención de una enorme sala es el ruido de ventiladores y las enormes filas de armarios negros.

Capaz de almacenar 165 años de vídeos de alta definición

“La nube son servidores que procesan la información, que se almacena en sistemas de almacenamiento, discos duros, y que luego los elementos de red llevan esa información hasta internet”, explica Rodríguez. Este centro perteneciente a Telefónica tiene una capacidad de almacenamiento de datos de 11 petabytes, el equivalente a 165 años de vídeos en alta definición. Para mantener todo ello, recalca durante la visita, es importante mantener una temperatura de entre 23 y 24ºC, que se logra gracias a los refrigeradores. De no conseguirse, los servidores podrían llegar a calentarse hasta los 60ºC.

Así, en frío pregunto ¿Qué pasa si desenchufo un servidor? haciendo incluso el gesto de desconexión. Temiendo que mi guía pudiese pensar a quién demonios habían dejado pasar, lo cierto es que reaccionó rápido: “nada, el otro servidor asume su trabajo”. Bueno, y “¿si corto la luz del edificio?”, le respondo.

Me indica que subamos al tejado, allí pasamos por unas escaleras de acero y nos metemos en una estructura de chapas metálicas. Es para pensar “aquí dejamos encerrado al periodista que lo único que piensa es como sabotear mi banco de datos”.

Pero no, lo que me muestra Imanol son tres motores parecen sacados de un barco de carga, con un altura de unos dos metros por cinco de largo. “Si nos cortases la luz, Gabriel, empezaría a funcionar uno de estos grupos electrógenos que van por gasoil. Y me adelanto, si nos rompieses éste empezaría este otro y si no también ese otro de ahí a funcionar”. Y es que no hay nada como un buen plan ‘B’ para que su vida digital este en la nube sin tormentas.