Redescubriendo a Eloy de la Iglesia: el director maldito de la Transición que sigue vigente hoy

EUSEBIO PONCELA
Fotograma de 'El diputado'
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Ahora que la Transición está siendo sometida a examen, que son muchas las personas que han dejado de verla como modélica, el cine de Eloy de la Iglesia se vuelve de gran utilidad para revisitar nuestro pasado más reciente. Este director, infravalorado por la crítica de la época por su ambición comercial, gana protagonismo hoy en día porque nos muestra que muchas personas no recibieron ese trato que se suponía democrático.

En cintas como 'El diputado', 'El Pico', 'Colegas' o 'La semana del asesino' destapa una realidad que quedó eclipsada por las luces que supusieron llegada de la libertad a nuestro país. Su cine, que enfocaba las sombras, mostraba a esa parte de la población a la que se le daba la espalda. Como los denominados quinquis, que dieron nombre al exitoso subgénero cinematográfico, y los integrantes del colectivo LGTB, a quienes dotó de una voz hasta entonces silenciada.

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Con el fin de seguir poniendo en valor su figura, y de entender mejor nuestro pasado, ha llegado a las librerías 'Eloy de la Iglesia. El placer oculto del cine español'. Un ensayo coral publicado por la editorial Dos Bigotes en el que once voces profundizan en los distintos aspectos que confluyen en las películas del cineasta vasco. Hemos hablado con el coordinador de la obra, Carlos Barea.

Pregunta: ¿Por qué recuperar a Eloy de la Iglesia?

Respuesta: Eloy de la Iglesia es una figura que ha estado denostada muchísimo tiempo en el panorama cinematográfico. Pero aparte de ser para mí uno de los que yo considero mejores directores de aquellos tiempos, su testimonio cinematográfico es muy importante. Él habla de una época, la Transición, de la que mucho se ha dicho, pero quizá no siempre de una forma objetiva. Siempre nos han contado que fue un periodo perfecto, de libertad, pero la realidad es que mientras estaban liberando a muchos presos políticos de las cárceles, seguían encarcelados los presos sociales. Es decir, miembros de lo que ahora se conoce como el colectivo LGTBIQ+ o usuarios de drogas, entre otros. Esto demuestra que la libertad no llegó por igual a todos lados y creo que ha llegado el momento en el que podemos ver con perspectiva lo que fue la Transición. Y el testimonio de Eloy ayuda mucho a ello.

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Eusebio Poncela fue uno de sus grandes musos

P: ¿Por qué fue mirado con desdén desde la crítica pero rescatado por las generaciones jóvenes?

R: En él se da una paradoja muy interesante: era denostado por la prensa especializada, las críticas que le hacían eran terribles, pero al mismo tiempo llenaba las salas. Era un director de cine popular. El pico fue la película más taquillera de su año. Por eso yo creo que fue mucho tiempo denostado: fue muy identificado con las clases bajas, el cine popular, la mala calidad de su cine… Ahora también podemos revisitar su cine y analizar de una forma objetiva lo que supuso.

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P: ¿Fue por esto por lo que se acabó retirando del cine? Decía que era su mayor adicción.

R: La fiebre creativa de Eloy de la Iglesia era increíble. Del 87 al 2001, época que estuvo en silencio absoluto, tuvo que ser para él una condena. De él se dice que fue el Pasolini español, pero a mí me gusta asociarlo con Fassbindee, quien llegó a dirigir hasta siete películas en un año, por esa fiebre creativa. El cine de Eloy tiene mucho de testimonial, de retratar la sociedad en la que vivíamos, por lo que le llevaba a hacer un cine urgente. Una urgencia que no tenía que ver solo con los temas, sino con la forma de producción.

P: ¿Podrías concretarlo a través de alguna de sus películas?

R: Tenemos el ejemplo clarísimo con el cine quinqui. Películas como El Pico, La estanquera de Vallecas, Colegas, son testimonio de una generación perdida: de una generación que fue víctima de la droga, de la heroína. En este tipo de películas, de hecho coge a gente de la calle. Como a José Luis Manzano, que fue su gran muso, o El Pirri, quien apareció muerto en una cuneta con veintipocos años. Él hablaba de temas que estaban en la calle y al mismo tiempo utilizaba a actores no profesionales, los protagonistas de esa problemática, para contar la historia. Y aunque se le ha acusado a veces de aprovecharse, sí que creo que hizo algo muy interesante: el poner en el centro a los verdaderos protagonistas de las historias que estaba contando.

Esto se ve también en su cine homosexual. Su película El diputado es el retrato por excelencia de la Transición porque habla de un político de izquierdas homosexual que tiene que esconder su sexualidad para poder hacerse secretario general de su partido. Aquí no solo se retrata cómo era el tratamiento a las personas homosexuales en esos años, sino también todo el proceso democrático tras la muerte de Franco.

Otro de los actores-icono de su cine fue José Luis Manzano

P: Un cine que muchos han calificado como molesto. Llevó a la pantalla a Ana Belén en una película que tiene relaciones zoofílicas.

R: Eso es fascinante. La capacidad que tenía de bascular entre lo marginal y lo mainstream es increíble. Y un ejemplo es la película de Criatura. En ella muestra un proceso de enamoramiento entre una mujer y su perro, y en ella aparece casi una escena de sexo explícito. Pero la película está protagonizada por Ana Belén, una de las mayores estrellas del momento. Este es un claro ejemplo de cuál era su pretensión: contar historias fuera de la norma, pero al mismo tiempo ser comercial y llenar las salas de cine. Algo que consiguió durante mucho tiempo siendo fiel a sus ideales y a su propuesta artística.

P: Aun así, su cine no es en muchos aspectos modélico.

R: Ni su cine ni su vida. A día de hoy queremos referentes sin mácula, que sean perfectos. Pero hay que tener en cuenta el contexto respecto a las personas del pasado. Se tiene que valorar qué es lo que se hizo mal, pero no se puede juzgar. Es como si ahora viésemos en una película a alguien fumar y pensáramos que qué mal lo hace porque está prohibido. Aun así, a día de hoy nos sentamos y vemos la misoginia o la plumofobia en su cine. Y eso que era un director bastante comprometido. Esa plumofobia reflejaba el sentir general del colectivo y la percepción que había de simular una normalidad. Todo esto ha sido un proceso de deconstrucción de nuestro colectivo, pero no le puedes pedir a Eloy que lo hiciera ya hace 40 años.

P: ¿Sigue estando de actualidad entonces?

R: Absolutamente. Creo que ahora se está redescubriendo. Tanto Eloy de la Iglesia como otras cuestiones. Todas estas historias que estaban en el olvido se están desempolvando y las nuevas generaciones están flipando con lo modernas que fueron algunas de sus propuestas. Un par de ejemplos pueden ser Navajeros o que en el 77 estrenara Los placeres ocultos, la historia en la que el eje central es la vida de un señor homosexual en esos años. Está de actualidad porque todavía nos queda mucho que descubrir de nuestra historia y afortunadamente, las nuevas generaciones están interesándose en ella.

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