La obra de Heinrich Böll ilumina la vieja Alemania Federal veinticinco años después de su muerte

AGENCIA EFE 15/07/2010 16:18

El crítico literario más influyente de Alemania, Marcel Reich-Ranicki, sugirió incluso recientemente que la obra de Böll (21 de diciembre de 1917-16 de julio de 1985) ha caído en el olvido.

Hasta cierto punto, las cifras de ventas de los libros de Böll desmienten a Reich-Ranicki pero el crítico no deja de tener cierta razón que los temas que preocupan a Böll, como las consecuencias de la II Guerra Mundial y el carácter todavía autoritario de Alemania en la llamada era (Konrad) Adenauer, que han dejado de ser actuales.

"El tenía un buen olfato para los temas que preocupaban a los alemanes, pero Böll ya lleva 25 años muerto, hoy son actuales temas completamente distinto y la distancia que nos separa de sus libros es cada vez más grande", dijo el crítico en declaraciones a "Welt-Online".

Ninguno de los libros de Böll ha logrado el carácter de clásico indiscutible de, por ejemplo, "El tambor de hojalata" (1959) de Günter Grass.

Pero casi todos siguen presentes en las librerías y, algunos de ellos como "Billar a las nueve y media" (1959) o, sobre todo, "Opiniones de un payaso" (1963), también en los programas de alemán del bachillerato.

La obra de Böll está marcada por una melancolía prácticamente incurable y es posible que él haya entendido su misión de escritor como una resistencia permanente ante la euforia y el optimismo engañoso generados por el llamado milagro alemán.

El propio Böll, que había tenido que luchar como soldado en la II Guerra Mundial, definió en una ocasión su literatura como "literatura de escombros".

Los escombros, sin embargo, -una de las tantas herencias de la guerra- habían sido retirados lo más rápidamente posible de las ciudades alemanes.

En uno de los cuentos, Böll relata la historia de un hombre que, tras regresar de la guerra, pasa meses o acaso años en un sofá y de repente se levanta para tener éxito en los negocios y andar por su ciudad en un coche deportivo sin hablar nunca de lo que vivió en el campo de batalla.

La insistencia en volver la vista a atrás convirtió a Böll en uno de los escritores emblemáticos de las décadas de los sesenta y los setenta, cuando muchos alemanes empezaron una tarea de elaboración del pasado, muchas veces ante la resistencia de fuerzas conservadoras.

A algunos, la protesta contra el pasado los llevó incluso al terrorismo. El rechazo a la generación de los padres fue una de las raíces de la llamada banda Baader-Meinhof y esto, a la vez, generó una reacción del estado y de la prensa conservadora que retrospectivamente se ha calificado de excesiva y de responsable de la escalada de terrorismo que condujo al otoño sangriento del 77.

Algunos aprovecharon esa escalada terrorista para dividir el mundo en amigos y enemigos y, para determinados sectores representados entre otros por el consorcio mediático Axel-Springer, un crítico del statu-quo como Böll estaba del lado de los enemigos.

Tras el asesinato del jefe de la patronal Hanns-Martin Schleyer en 1977 el diario "Bild" orquestó una campaña contra Böll al que llega a poner incluso bajo sospecha de ser cómplice del terrorismo.

Otros intelectuales reaccionaron anunciando que no volverían a conceder declaraciones a medios del grupo Springer y el único que ahora sigue ateniéndose a ello es Günter Grass.

Böll, a diferencia de muchos, nunca vio el capitalismo renano de la RFA como una especie de paraíso en la tierra. Pero también sabía que el paraíso no estaba al otro lado de la cortina de hierro.

De hecho, cuando en 1974 el escritor ruso Alexandr Solzhenitsin fue expulsado de la Unión Soviética, tras haber pasado por la cárcel, fue en la casa de Böll donde primero encontró acogida.

Rodrigo Zuleta