Los hombres también menstrúan: “Me llamo Gabriel, soy un hombre y a veces tengo la regla”

  • El hecho de tener vagina siendo hombre permite visibilizar una realidad que muchas personas cisgénero desconocen, que no sólo menstrúan las mujeres

  • “Ahora que tengo 23 años me siento muy seguro de mí mismo y de mi cuerpo”

  • En España la prevalencia de personas transgénero es de aproximadamente 7.500

Durante el mes de junio, cuna del orgullo LGTBIQ+, se ha generado un debate sobre algo que, irónicamente, no está sujeto a debate alguno: los derechos de las personas trans. ¿El origen de todo? Por un lado, las polémicas declaraciones de la autora de la saga de libros de Harry Potter. Por otro lado, las redes sociales que, como siempre, han actuado como el caldo de cultivo ideal para cualquier tipo de disputa.

Surgiese como surgiese, cada vez más personas se han sumado para defender los derechos de las personas trans a vivir su vida sin que se cuestione su identidad, algo que por desgracia sigue sucediendo.

Si bien los datos varían mucho de un estudio a otro, la prevalencia de personas transgénero en España es de aproximadamente 7.500. Sin embargo, muchas veces este tipo de investigaciones no tienen en cuenta a personas que todavía no han efectuado el cambio legal o que no han sido sometidas a una cirugía de reasignación de sexo. Por lo tanto, es probable que las cifras sean mayores.

Esto significa que hay miles de personas en nuestro país a las que diariamente se les niega su identidad. ¿Las consecuencias? Mayores tasas de ansiedad, depresión y suicidio en la población trans, aumentando la incertidumbre, el miedo y los prejuicios.

La historia de Gabriel: "Siempre he sabido quién soy"

Una de esas personas es Gabriel, un joven de 23 años nacido en Tenerife que ha querido compartir su historia en Yasss: "Cuando tenía 3 años y empecé a ir al colegio, cada vez que mi madre me ponía un vestido yo llegaba con él roto. Veía a los niños de mi clase y quería parecerme a ellos, así que un día me corté el pelo. Casi le da un infarto a mi madre", recuerda. "Con el tiempo aprendí que la ropa o los juguetes eran sólo algo superficial impuesto socialmente. Lo que a mí me hacía ser un niño no dependía de lo que vistiese, sino de cómo me sentía por dentro".

Según los expertos en psicología y psiquiatría, es habitual una demora en el diagnóstico de entre 6 meses y 2 años. Esto significa que desde la primera consulta hasta que finalmente se emite el diagnóstico de "disforia de género", necesario para proceder con el tratamiento hormonal y el cambio legal, pueden pasar años.

En el caso de Gabriel, no fue hasta los 16 años cuando comenzó su transición. "Mis padres se pensaban que era una niña lesbiana y que con el tiempo se me pasaría la tontería. Así lo decían ellos. Poco a poco me aceptaron, sobre todo porque a los doce años lo pasé fatal".

Coincidiendo con la pubertad, comenzó el peor año en la vida de Gabriel. "Me empezaron a crecer los pechos y me bajó la regla. Cada vez que me miraba en el espejo quería tirarme por la ventana o cortarme las venas, y esto no es una forma de hablar. Quería quitarme la vida, porque no me dejaban vivirla siendo yo mismo", confiesa.

“Decidí no operarme, creo que tener vagina no me hace menos hombre”

En ese momento, sus padres empezaron a ser conscientes de que lo que estaba viviendo Gabriel no era una fase, sino la expresión de su verdadera identidad. "Me llevaron al psicólogo. No voy a entrar en el tema de lo doloroso que es que tengan que diagnosticarte un trastorno mental para poder ser tú mismo, porque al final la disforia de género es eso, lo pinten como lo pinten. Sólo diré que fueron años horribles y que lo único que me ayudaba era saber que por fin mis padres me entendían, o al menos lo intentaban".

Al cumplir los 16 años, Gabriel comenzó el tratamiento hormonal. En general, los expertos recomiendan comenzar esta fase de la intervención justo después de la pubertad, para frenar el desarrollo de caracteres sexuales del género indeseado e inducir los que sí se corresponden con la identidad de la persona.

"Tuve mucha suerte y la testosterona no me dio efectos secundarios. Había leído que algunas personas tenían que dejar de tomarla porque provocaba problemas de hígado e hipertensión, y me daba mucho miedo que me pasase a mí".

"Casi sin darme cuenta acabé el instituto y me mudé a Madrid. Allí conocí a más gente trans y empecé a informarme. En aquel momento decidí que no quería operarme porque el hecho de tener vagina no me hacía menos hombre. Esto es algo que muchos no entienden, ni yo mismo lo entendía. Me acuerdo que al principio no podía mirarme al espejo ni quedar con chicas porque me avergonzaba quitarme la ropa anterior”, confiesa. "Ahora que tengo 23 años me siento muy seguro de mí mismo y de mi cuerpo".

Los hombres también menstrúan

El hecho de tener vagina siendo hombre permite visibilizar una realidad que muchas personas cisgénero desconocen: no sólo menstrúan las mujeres. "Por todo el tema hormonal no suelo tener la regla, pero un par de veces al año sí que me baja. Lo paso un poco mal, no puedo negarlo, pero también es una enseñanza de todos los prejuicios que me quedan por romper".

"Me acuerdo de una vez que me bajó la regla y tuve que ir a comprar tampones porque a mi novia no le quedaban. Me hizo mucha gracia porque en el supermercado me encontré con una compañera del trabajo que me dijo algo tipo «¡Qué majo comprándole tampones a tu novia!». Si ella supiera…", añade entre risas.

Las declaraciones de Gabriel son especialmente relevantes teniendo en cuenta los tránsfobos tuits de J. K. Rowling. La escritora se quejaba de que se utilizase el término ‘personas menstruantes’. “Soy consciente de que las mujeres han sufrido y sufren una discriminación sistemática, muchas veces utilizando el hecho de tener la regla como insulto, pero lo que no se puede hacer es pagar con la misma moneda excluyendo a las personas trans, negando nuestra identidad y nuestra realidad”.

Al hablar sobre la discriminación social que sufren las personas trans en el ámbito laboral, sanitario, educativo y social, Gabriel tiene clara su postura: "Yo jamás me voy a callar cuando haya que debatir sobre los derechos LGTBQ, pero hay algunos ambientes en los que prefiero no contar que soy trans. Uno de ellos es el trabajo o con gente con la que no tengo confianza. Me da mucha pereza que me hagan los mismos comentarios de siempre. «¡Pues no se te nota!», «¿Y estás operado?», «Pues yo no saldría con alguien trans», «Qué valiente eres». Todo esto son cosas que me han soltado personas que no me conocían casi. Por eso ahora prefiero ser más cauteloso al hablar del tema", confiesa.