Lil Miquela, la ‘influencer’ virtual que mide su éxito por millones

Rubén Fernández 30/12/2018 12:39

Se llama Miquela Sousa, reside en Los Ángeles, EEUU, y tiene 19 años, aunque para ella parece no pasar nunca el tiempo. En Instagram la conocen simplemente como 'Lil Miquela' y, con más de un millón y medio de seguidores, es toda una 'influencer'. Si de números hablamos, su capacidad para generar nuevos 'followers' es proporcional a la que posee para generar dinero. Su impacto en las redes la ha convertido, como a tantas y tantos 'influencers', en una modelo para lucir los productos de grandes marcas de prestigio internacional. La única diferencia de Miquela es que ella, en sí misma y desde el inicio, es un producto. Y concretamente, un producto de la Inteligencia Artificial.

Una historia para atraer al público

Creada por Brud, una 'startup' estadounidense afincada en Los Ángeles, California, Miquela irrumpió en Instagram en 2016. Desde entonces, esta IA ha ido experimentando un largo y medido proceso en el cual Miquela se ha terminado de constituir a sí misma. ¿Qué sería de un personaje sin una buena historia detrás?

Si Miquela ha logrado alcanzar el éxito es porque en torno a ella se ha fabricado una compleja y atractiva historia que ha generado expectación. Primero llegaron las dudas al respecto de las imágenes que compartía. Pese al cuidado con el que han sido diseñados sus rasgos y la cotidianidad de algunas de sus fotos para dotar de realismo su irrupción en las redes sociales, pronto empezaron a surgir preguntas en torno a su 'figura'.

El verdadero rostro de Miquela

Para entonces, ya todo el que tenía constancia de su 'existencia' divagaba en torno a ella, y fue otra 'influencer', –curiosamente, también digital–, la que destapó definitivamente el tarro de las esencias descubriendo a todos los que aún lo dudaban que, bajo ese rostro pecoso y angelical y esa 'instagramer' que llegaba a prodigarse en temas políticos de actualidad y causas sociales como el 'Black Lives Matter' o la defensa de los derechos LGBT en su país, se encontraba, efectivamente, una inteligencia artificial.

Concretamente, quien expuso el verdadero rostro de Miquela al público fue Bermuda, quien, –dentro de esta narrativa de ficción creada también por los diseñadores y programadores de Brud–, tras un enfrentamiento decidió 'hackear' a su homóloga. "Pronto no habrá mentiras y todo será revelado", advertía ésta, iniciando una cuenta atrás destinada a dotar de dramatismo dicha revelación. Y lo cierto es que lo logró, a juzgar por los likes de la publicación, que se cuentan por decenas de miles.

"¡Vamos, robots, contadme la verdad!", pedían algunos seguidores, embaucados por esta especie de novela virtual; una ficción narrativa en la que tampoco falta el arquetipo del 'bad boy': Blawko22, el chico malo.

Un punto de giro en la trama

Tras la sucesión de eventos, con buena parte de los usuarios debatiendo sobre el origen y el propósito de todo esto, –sobre si pertenecía a una estrategia de marketing, de quién y para qué, entre otras muchas cuestiones e hipótesis–, la compañía por fin tenía algo que decir: Habían creado a Miquela para la consultora 'Cain Intelligence', sumándose así al último de sus ambiciosos proyectos: "la IA más avanzada del mundo, con unas habilidades para sentir y comunicar como ninguna otra".

En este contexto, –explicaron en un comunicado–, decidieron "trabajar inicialmente con ellos" con ilusión. Así fue hasta que descubrieron sus verdaderos propósitos, rompiendo abruptamente lo acordado. "Nos dijeron que iba a ser utilizada con niños y adolescentes terminales, ayudándoles en sus últimos días. Era mentira. Pronto descubrimos que esta increíble tecnología iba a ser, de hecho, comerciada como un objeto sexual único en el mundo". Miquela iba a ser una esclava sexual, algo que, por cierto, y por descabellado que pueda llegar a parecer, tiene su demanda, y por tanto, su nicho de mercado.

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Así las cosas, en Brud tenían claro que su creación no iba a servir para eso. "Combatimos la programación de Cain con la nuestra, enseñando al robot a pensar libremente y sentir, literalmente, una compasión sobrehumana por los demás. […] Hemos estado al lado de Miquela desde el primer día. Estamos convencidos de que nosotros no estaríamos donde estamos sin ella, y viceversa", llegaron a explicar, ahondando en esa idea tan recurrente en la ficción de 'humanizar al robot', y con ello, buscar la empatía de quienes son testigo de sus bondades.

"Queríamos protegerla del escrutinio del mundo. Miquela es nueva, y las cosas que son nuevas y diferentes son tradicionalmente mal entendidas, vistas con miedo o aversión", llegaron a decir, terminando de ganarse –con sus explicaciones– a buena parte de los usuarios que ahora Miquela cosecha. Los 'followers' se dispararon una vez más, y Miquela alcanzó por completo el éxito… gracias a una nueva mentira; a un nuevo giro en la trama creada en torno a ella.

No. Igual que Miquela no es una 'influencer' de carne y hueso a pesar de participar en campañas muy reales de algunas de las marcas de moda más caras en el mundo, y a pesar de haberse hecho incluso cantante (con varios hits), tampoco tuvo ni tiene nada que ver con eso a lo que llamaron Cain Intelligence.

Fin de la trama: el potencial de la IA

Lo advertimos desde el principio: Miquela es un constructo; un producto constituido a sí mismo a través de un proceso cuidadoso, largo y bien medido. Y uno que ha funcionado porque combina, paso a paso y a fuego lento, tanto el increíble potencial de la tecnología basada en la creación de imágenes por ordenador como las capacidades de la inteligencia artificial. No solo eso. También en ese cóctel aglutina uno a uno los ingredientes que hacen de las redes sociales una herramienta extraordinaria de difusión y un escaparate idóneo para promocionarse ante el mundo. Una marca de ropa, una canción, una historia… o todo junto. Verdad o mentira, real o falso… para los creadores de esta 'influencer' virtual lo importante era dar a conocer su obra y mostrar sus posibilidades.

Una estrategia de marketing en toda regla que ha dado sus frutos y ha dejado consigo un vasto terreno sobre el que se pueden abrir interminables caminos y debates: desde las 'fake-news' y su impacto, así como la facilidad para propagarlas; los factores o claves que determinan cómo un individuo adquiere popularidad en las redes sociales; la importancia de conectar y empatizar con los usuarios; los estándares de moda y fama que impone el mercado o la propia cultura; la influencia de las tendencias y las corrientes de opinión; las extensísimas formas de generar publicidad encubierta… y un largo etcétera que nos lleva definitivamente al papel que ocupa y ocupará la tecnología en todo ello.

Con la creación de imágenes por ordenador y la inteligencia artificial se expande el universo creativo, posibilitando trascender los límites de lo físico y confeccionar, literalmente, un producto a medida, ya sea de las circunstancias, de las necesidades del mercado, o de las demandas de la compañía que lo financia o solicita.

Cómo se use es el quid de la cuestión. Por eso es importante que a medida que la técnica avanza lo hagan también los procesos educativos destinados a enseñarnos, precisamente, a usar correctamente la tecnología.

Un reality show de inteligencias artificiales

Por lo pronto, a la startup de Brud, –liderada por Sara DeCou y el DJ y productor Trevor McFredries–, a la que le han llovido desde Sillicon Valley inversiones millonarias, han recaudado ya seis millones de dólares para seguir con su ambicioso proyecto de llenar las redes de inteligencias artificiales e historias como si de un Reality Show online se tratase, tal y como recoge el medio Uproxx.

Será cuestión de tiempo ver hasta dónde son capaces de llegar. Sea como sea, han llegado para quedarse.

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