Juanje y Mónica disfrutan la agamia, una forma de vivir las relaciones y el sexo en la que no hay parejas

  • Las relaciones requieren unas normas para que nadie salga herido y eso resulta para algunos antinatural

  • La agamia es un paso más allá de las relaciones abiertas y poliamorosas

Vivimos en la era de la deconstrucción: tras décadas de trabajo teórico y filosofía contraria a la norma, por fin hemos llegado a un punto en el que sabemos que el mundo no tiene por qué ser como nos lo han contado. El movimiento feminista, la lucha LGTBIQ+ o la corriente anticolonial nos han enseñado que nuestra vida la podemos vivir de otra manera, a la que además tenemos derecho. Y dentro de este precioso camino, son varios los modelos alternativos para las relaciones interpersonales. Es decir, para la forma en la que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.

Uno de los puntos principales de estos modelos es su manera de entender el amor. Si el poliamor predica que se pueden tener múltiples vínculos románticos y la anarquía relacional se enfrenta a cualquier etiqueta establecida, un nuevo modelo se basa en no generar relaciones románticas al uso. Su nombre es 'agamia', y define el amor como “la ideología alieanante que conduce a la formación de parejas a través del enamoramiento”.

Israel Sánchez acuñó este concepto en 2014, en el blog contraelamor, después de darle muchas vueltas a lo que estaba fallando en las relaciones convencionales y no encontrar tampoco solución en las propuestas alternativas.

Define los vínculos entre personas ágamas como "relaciones donde la norma amorosa y de pareja han desaparecido. No se forma pareja, nadie se apropia de la vida sexual de nadie, las personas no son incompatibles y las relaciones evolucionan sin cambios repentinos o traumáticos. Toda esa conflictividad ya no está, salvo que la introduzca una persona no ágama. Pero incluso esto llegas a aprender a manejarlo".

¿Qué es la agamia?

En la agamia, que llama gamos o vínculo gámico a esa conexión romántica que no se establece, "no hacemos distinción entre amor y amor romántico. Lo que cambia es el equilibrio emocional y relacional. Ya no eres una persona susceptible de subidones, ataques, embriagueces, o como se les quiera llamar, que desestabilizan todo tu entorno relacional y, por supuesto, a ti mismx. Es como aprender a beber: se trata de cogerle el truco a los afectos sin caer en el 'beber por beber', ni en ningún estado que perjudique a nadie o del que no te puedas responsabilizar. Una vez que introduces la inteligencia emocional y dejas de escuchar a la ideología amorosa, te civilizas".

¿No es una relación afectiva sin componente romántico simplemente amistad? Para Sánchez, "en un sistema centrado en el amor en el que vivimos, lo que llamamos amistad solo es la hermana pobre de la pareja, y se define por defecto y para diferenciar: es amigx quien no es pareja, quien no constituye un objeto de deseo sexual o amoroso. Pero cuando la pareja desaparece, desaparece la necesidad de determinar quién es amigx. Las personas se relacionan más o menos; unas personas tienen un papel más importante en nuestra vida que otras, eso es todo".

Mucha gente explica los procesos de enamoramiento como biológicos. Hay estudios que se proponen establecer cómo funcionan las reacciones químicas del cerebro en personas que se dicen enamoradas. Ante eso, en la agamia "hay un desinterés. No se niega el proceso, sino su relevancia", explica Sánchez. "Lo que pase con las hormonas da un poco igual, porque no sirve para explicar nada que no sean estados patológicos extremos ni amplía nuestra libertad. Nuestras relaciones, como todo lo humano, pertenecen a las ciencias sociales, no a las naturales, y es desde la perspectiva de las ciencias sociales desde donde tenemos que procurar entenderlas para mejorarlas. Si me relaciono bien, mis relaciones serán buenas, me sentiré bien y la gente se sentirá bien conmigo. Que eso aumente la participación de las endorfinas, del tungsteno o de la interacción nuclear débil es indiferente".

El testimonio de Juanje y Mónica

Juanje Farfán tiene 25 años, es estudiante de psicología y lleva un par de años practicando la agamia. Para él, este "ha sido un cambio gradual. Empiezas por cambiar la forma en que entiendes las relaciones: qué hay detrás, qué dinámicas tienen. Solo eso ya te da una cierta libertad, que no tienen quienes no se lo ha cuestionado nunca. Sientes que tienes más margen de decisión. Te hace más libre". Considera que "hoy en día, conociendo la agamia, evalúo mejor las responsabilidades de mis acciones y las relaciones que establezco. Juzgo con más finura, tengo en cuenta cosas que antes no tenía. Siempre puedes seguir equivocándote, tampoco es que te vaya a evitar todos los conflictos, pero estás más preparado ante ellos".

Destaca que "lo principal es que me ha dado seguridad y confianza en mí mismo, y ha generado en mi entorno una imagen de alguien que se esfuerza en hacer las cosas bien. En mis relaciones antes de la agamia, era todo turbio y confuso, un constante dejarse llevar tomando decisiones que no eran tal, porque yo no era consciente de que podía elegir otra cosa".

Mónica Martínez es ingeniera, tiene 43 años y se introdujo en la agamia hace cuatro. Define este modelo relacional como "una renuncia al amor como ideología", pero aclara que "aunque la gente cree que te conviertes en un ermitaño que no quiere relacionarse y crear vínculos con nadie, es al contrario. La agamia consiste expandir tu potencial de vinculación con los demás, pero siempre desde la realidad; sin ensoñación, mentiras ni engaños. Abriendo la posibilidad de conectar muchísimo más. No es una renuncia al amor entendido como afecto, porque el afecto te permite multiplicarlo, tener una red más potente y estable".

¿Y qué pasa si conoce a alguien y siente un impulso romántico? "Yo vengo de la misma educación que todos, nos han educado con la expectativa de vincularnos de manera romántica con una persona, ese príncipe azul que aparece de repente", expone. "Todavía no he conseguido deshacer eso del todo. Aunque no me quiero vincular desde el enamoramiento, a lo mejor conozco a una persona y noto que se generan ciertas expectativas, o que imagino ciertas cosas que no existen. Son automatismos que todavía no he desactivado del todo, porque es muy difícil. Hay una parte en mí que todavía responde a eso, pero la tengo identificada, así que juega el papel de alarma. Cuando se enciende, lo analizo y lo reconduzco. Pero no me vinculo con nadie desde el enamoramiento, ni con perspectiva de pareja”.

Puedes consultar los principios relacionales de la agamia en su página web.