La película de 'La Sirenita' me dio una gran lección de feminismo

yasss.es 18/04/2018 12:01

Cuando era pequeño y vi por primera vez a esta sirena de pelo ingrávido que quería salir del mar pensé: “Qué tonta.” ¿Por qué querría irse al exterior, si era una sirena? Yo vivía en el exterior y le podía asegurar que no era para tanto, que no se se estaba tan bien aquí fuera como ella pensaba.

Sin embargo, nada de lo que aprendí de niño con esta película se me ha olvidado. Decidí volver a verla hace un tiempo, esta vez como un relato del empoderamiento y emancipación de Ariel. Y flipé, claro. De repente vi La Sirenita como una película en la que el mar representaba a nuestra sociedad, y el exterior era una utopía, no sé, Australia o Canadá, por ejemplo. Disfruté reconociendo en estos personajes de fantasía estereotipos de nuestra sociedad. Vi a la bruja del mar como a una “loca de los gatos”, a Tritón como “El Patriarca” y a Sebastián como su “cuñao”. Lo que más gracia me hizo fue pensar en la gaviota como el “borracho de turno” que se pasa la vida de un lado a otro, que cree que te conoce y siempre dice toda la verdad.

La Sirenita no estaba enamorada de Eric, sino de un mundo mejor que el suyo

La primera impresión que da Ariel es la de una adolescente en apuros, sí. Medio tonta (parece) y en apuros, sí. ¿Damisela que rescatar? Puede ser. Pero mucho antes de que aparezca Eric, ya sabemos perfectamente quién es Ariel, y qué quiere. Y a Ariel la vemos en los cinco primeros minutos de película enamorada hasta las trancas de un tenedor y una pipa de fumar, por favor.

De esta forma, sabemos que es una coleccionista arrolladora de artículos provenientes del exterior, un mundo utópico que es perfecto a los ojos de la “pequeña” sirena. Y ella desea estar en ese mundo y ser feliz allí. Sola, si tiene que ser, pero libre.

Su canción, la que conocemos todos, es un alegato feminista

Ariel se ha perdido la fiesta anual en honor a su padre, claro. Y cuando vuelve de buscar artículos para su colección se come una bronca de Tritón de las peores de la historia del Océano. Ariel se mantiene súper fuerte en su postura, y le recrimina a su padre que “ya tiene dieciséis años, no es una niña”.

Destrozada por esta privación de libertad, pero aún en sus trece y sin agachar la cabeza, se va a su cueva secreta donde guarda su colección de objetos que vienen de lejos del mar. Allí canta la canción 'Parte de él', que tiene frases como “no entiendo que un mundo que hace tantas maravillas sea tan malo”, “pienso que allá lo entenderán, puesto que prohíben nada” o “a estudiar ¿qué hay por saber?” Ella quería subir al exterior con sus preguntas, para conocer las respuestas de la gente del otro lado. Ariel quiere aprender y ser libre, quiere emanciparse. No he tenido ni ganas de analizar la otra canción que nos sabemos todos, la de Sebastián, porque es mi canción menos favorita de la peli, y habla de lo malo que es lo desconocido y lo bien que se está en el mar, tocando la pandereta todo el día, básicamente.

Ariel se enamora de Eric, ¿o le ve como un posible aliado?

Ariel quiere ser parte del mundo prohibido, y se le presenta la oportunidad. Pasa el barco real por encima de su puta cabeza, ¿vale? Y hay fuegos artificiales que llaman su atención, y ella nada hacia el barco que es iconic y ahí empieza el salseo. Resulta que ella, sí, se enamora a primera vista en plan damisela Disney. Pero un momento… ¿quién no lo haría? Eric es un hombre precioso que, además, ama a su perro pero mucho. Es un hombre feminista, con sororidad. Joder, qué bien. ¡Go Ariel!

Luego llega el típico drama y el barco naufraga, y creemos que van a morirse todos pero no, se salvan Eric y el perro por lo menos. A Él lo salva Ella, de hecho. Ariel lo deja en la orilla y se vuelve al océano con caballitos de mar en el estómago, y es incapaz de disimular su amor, se le nota mazo.

Al mostrarse ella enamorada y sólo entonces, qué cosas, es cuando su sociedad cree que por fin ha entrado en juicio y va a sentar la cabeza (con 16 años). Y ella está la pobre tan obvia deflorando margaritas marinas, que se entera hasta Tritón de que está enamorada, y llama a Sebastián y le dice “ey cuñao, que la niña está enamorada por fin, ¿vale? Entérate de quién es el zagal, que le hagamos un chequeo.” Y claro, cuando se enteran de quién es salta la alarma porque claro, la niña se ha enamorado de un humano rarito al que encima le gustan los animales.

Esta parte de la película es un refuerzo de que el deseo de Ariel de ser libre es más importante que todos los miedos juntos de Tritón. De que con el miedo y la amenaza no se va a ninguna parte. Y es que además ella es súper lista: Ariel sabe que el príncipe manda en ese mundo que a ella le gusta tanto. Y como mujer empática que es, mujer que sabe amar, Ariel consigue canalizar todo su deseo de ser libre en el deseo de ser libre junto a él.

Úrsula hace un relato fiel de lo que el machismo quiere de la mujer y del hombre

Cuando el padre de Ariel descubre que está enamorada de un humano (y que además le ha rescatado de un naufragio) pues le da un parraque, claro. Y la trata fatal y le destroza toda su colección que ella lleva toda la vida poniendo en pie. Y claro, la mujer libre que es Ariel, se alía con la archienemiga de su padre: la bruja del mar, Úrsula. Recordemos que esto Ariel lo hace sola, completamente, ya que no le queda ni un solo apoyo en el mar.

Úrsula es una mujer emancipada de unos 50 que vive con dos animales y sabe bastante de la vida. Esta mujer, medio persona, medio pulpo, que vivía hace años en Palacio (probablemente en un matriarcado fabuloso), es conocida por un talento abrumador y unas artes no demasiado éticas, y es, sin duda, el mejor personaje de la película, el más lleno de matices.

Para empezar y en su presentación, le dice la verdad más absoluta de toda la película a Ariel. En su canción 'Pobres almas en desgracia', Úrsula hace un retrato de la mujer florero que propone el machismo. También del superhombre ideal sireno. El precio que pide la bruja del mar a cambio de unas preciosas piernas para Ariel es algo que las mujeres de allá afuera no necesitan: su voz. “Eso no importa (que no tengas voz), te ves muy bien! No olvides que tan solo tu belleza es más que suficiente”.

Ariel se salva de pertenecer a Úrsula sólo gracias a la empatía

Un poco traviesa sí que es Úrsula. Y es que a ver, no da un duro por Ariel, como todo el mundo, vaya. Y su plan es que el alma de Ariel le pertenezca y así llegar a un acuerdo con Tritón: te cambio a tu hija por tu corona, bye. La cosa es que como Ariel lo estaba haciendo demasiado bien y a este paso en el mar iba a seguir cortando el bacalao (o lo que coman los sirenos) el rey Tritón en lugar de ella, Úrsula mete sus tentáculos en el asunto e intenta impedir que los tortolitos se enamoren.

Yo detesto lo que pasa en este momento de la peli. A Úrsula se le estropea la jugada contra el océano y la democracia real feminista que iba a instaurar ella pues no se lleva a cabo. Pienso que al final es la dinámica patriarcal entre ella y Ariel la que se carga el cuento, porque, ¿y lo bonito que hubiera sido que estas dos mujeres empoderadas y (una de ellas por fin) con voz, hablaran? ¿Y se entendieran? Hay que hablar más, de verdad. Más y mejor.

Para neutralizar a la bruja y que todo acabe como “debe acabar”, colaboran todos los animales guiados por la empatía fabulosa que tienen hacia Ariel. Es decir, ayudando todos a la mujer protagonista de la peli. Pura sororidad, muy fuerte.

El final, aunque sea una boda, también tiene una lectura feminista

Después de un momento así como de acción de esos que tanta rabia me dan en Disney, matan a la pobre Úrsula y todo sale bien gracias a la colaboración incluso de Eric, y Tritón le empieza a querer y todo, le pierde el miedo. Es entonces cuando decide darle a su hija (por fin) unas piernas definitivas, y unos órganos sexuales femeninos, claro, porque a Ariel le iban a hacer falta.

De esta forma, Ariel le enseña a su padre y a toda su sociedad que estaban equivocados y les da una lección de empoderamiento, demostrándoles que “no posible que un mundo que hace tantas maravillas sea tan malo”, y también que que lo desconocido no debe dar tanto miedo.

Y colorín colorado

Yo quería terminar este artículo con una confesión muy a lo Pantoja. Hoy quiero confesar que he visto La Sirenita más de cien veces, y la vería cien más más. Y es porque en realidad lo que más me fascina de esta película que marcó mi infancia y mi vida, es que la historia de Ariel y Eric puede trasladarse a cualquier amor prohibido. Porque La Sirenita habla de libertad y de empoderamiento, pero también de amor. De amor de verdad, del que se siente en el pecho. De amor diverso, como lo puede ser el amor LGTB, el poliamor, el amor no convencional. Cualquier amor que no sea según la regla, cualquier amor con un atisbo de diversidad.

Y entonces pienso que ojalá todos seamos capaces pronto de correr (o nadar) sin límites hacia nuestros sueños, como hizo Ariel. Y de aprender a amar y no a temer a lo desconocido. Y sigo pensando que va a ser eso, la empatía, lo que un día salvará el mundo.