El Consejo de Seguridad Nuclear estudia a la vez, la petición de retrasar el cierre de la central y la documentación necesaria para poder apagar uno de sus reactores en 2027
La mayoría de la población apoya la ampliación de la vida de la central, pero hay también un movimiento que cree que el futuro de la comarca pasa por cerrar Almaraz
Almaraz tiene solo 1.200 habitantes, es un pueblo pequeño, no encontramos mucha gente por la calle. Es normal, porque el día es lluvioso y frío, también sopla el viento. Nada más llegar paramos a tomar un café, el bar tiene mucho ambiente y los baños están a la última, el agua del grifo solo sale si pones las manos debajo, son amplios y bien decorados.
Llaman la atención en un municipio tan pequeño, así que la primera idea que se pasa por la cabeza es que no falta el dinero. David Martín, uno de sus dueños, nos confirma que su negocio de hostelería marcha bien. No concibe un futuro sin la central, ni otra industria que pueda sustituirla. En los meses de recarga de uranio enriquecido, como Almaraz tiene dos reactores y se hacen cada 18 meses pueden coincidir dos en un año, tienen el hotel a tope y triplican las comidas que dan cada día. “No se podría cruzar la calle de la cantidad de gente que hay”. Son 1.200 trabajadores adicionales que vienen a las labores de mantenimiento y mejora de la central. Hay que tener en cuenta que se abrió en los años 80 y hay que adaptarla a los cambios tecnológicos y que necesitan recargar el uranio enriquecido porque es su materia prima para producir energía.
Los vecinos, preocupados por el cierre de la central
Aunque son pocos los vecinos que nos encontramos, a todo al que preguntamos le preocupa el cierre de la central nuclear. Hemos quedado con uno de sus trabajadores en un lugar idóneo para poder grabar la central entera, más cerca solo veríamos las puertas y la garita de seguridad. Manuel Carreño lleva media vida laboral dedicada a la central nuclear, es ingeniero y se ha ido formando para ir avanzando en la profesión y adaptándose a todos los protocolos. Nos cuenta que la central da trabajo directo a 800 trabajadores, directos y de empresas externas. Y que ayuda a mantener la población en una zona que, como gran parte del mundo rural, está amenazada por la despoblación. Si cierra la central tiene claro que tendrá que marcharse de allí.
La realidad es que la central nuclear riega de dinero, a través de los impuestos, a los 18 ayuntamientos de la comarca, directamente relacionados con la central, con alcaldes que, incluso, han llegado a trabajar en Almaraz, puesto que reparte anualmente 12 millones de euros. La Junta de Extremadura recibe más de 80.
Hay quien piensa que la central nuclear frena el futuro de la zona
También hemos quedado con Julio, Máximo y José María, viven en Plasencia, Jaraíz y Navalmoral de la Mata, respectivamente. Y tienen claro que es este dinero, que según denuncian no siempre ha servido para el desarrollo de la comarca, y la central nuclear lo que frena el futuro de la zona. Nos han convocado en un polígono industrial que parece una zona fantasma. Es enorme, seguramente lleno de posibilidades, pero, por ahora, solo hay dos empresas y lo que será una central de carga ferroviaria el próximo año. Esto es lo que nos explica José María, convencido de que el día en que la decisión de cierre sea definitiva será cuando empezará a llenarse de empresas y de un futuro diferente. La central de carga, asegura, enlazará con la vía rápida del AVE Madrid-Lisboa, la comarca estará así conectada también por tren y carretera, con acceso, a través de la vía, a puertos marítimos.
José María ha participado en la elaboración de un libro sobre la historia del central muy meticuloso, narra año a año la vida de la central y lo que ha generado alrededor. Se titula “Amanecer sin Almaraz”. Las protestas, los incidentes (más de mil según narran), las decisiones administrativas entorno a ella, etc.
'Amanecer sin Almaraz'
Máximo, que es el presidente de la Asociación de Afectados por la Central Nuclear de Almaraz, se remonta a 1988 y narra uno de los incidentes que identifican como “peores”. Entonces, asegura, mucha gente se vio afectada por las radiaciones. Aunque en el libro se narra que no hay ningún estudio epidemiológico que haya podido establecer causa efecto, entre enfermedades cancerígenas y las radiaciones.
Máximo vive en Jaraíz, que según nos explica, por su situación geográfica y las corrientes de aire, es un municipio que está más afectado. Y tiene su prueba, la historia de su hijo, ahora ya un adulto, los médicos le explicaron que el cáncer de hueso que padeció, y por el que le amputaron una pierna, se debió a las radiaciones.
Con ellos ha venido Julio, de Ecologistas en Acción de Plasencia, insiste en la peligrosidad de la energía nuclear, en los residuos que se van a almacenar en contenderos en el mismo lugar donde está la central después de su cierre. Porque así se decidió al no encontrar un consenso para construir un almacén geológico profundo en ningún punto de la geografía española. Julio está firmemente convencido, como José María, de que un futuro renovable y limpio es posible sin Almaraz. Y recuerda que Extremadura en la comunidad autónoma con más potencia fotovoltaica instalada. Exporta energía y vierte (tira) mucha renovable, porque no hay, aún, suficiente industria en la zona que la pueda consumir. El polígono industrial tiene dieciséis kilómetros cuadrados, desde luego espacio para instalar industria, con energía barata, hay. De hecho, en nuestros paseos por la zona, hemos podido también grabar parques de placas fotovoltaicas.
La luz va cayendo y casi no tenemos tiempo para más. Josemi, el cámara, un santo, me sigue en mi idea de volver al lugar donde panorámicamente se puede grabar la central. Me gustaría contar, con el edificio de la central detrás, lo que he percibido. Que la central nuclear está tan integrada en la población, que parece un vecino más, un vecino adinerado al que da mucho miedo perder. Pero es imposible grabar, la lluvia desdibuja el perfil de la central.
La central, un vecino más
Damos una vuelta por el lugar, buscando otras opciones, hay una maqueta gigante de Almaraz, pero no acaba de servir para la imagen. Finalmente, descubrimos que hay un monolito inaugurado en 2023 en “honor” a la central, lo grabamos, pero nos damos cuenta de que no podemos emitirlo, porque es demasiado chocante, no nos sirve. Es muy difícil que el telespectador lo entienda sin haber estado allí, posiblemente sin vivir allí. Pero nos reafirma en lo que queríamos contar. La central es tratada por el Ayuntamiento como a un vecino ilustre, porque solo a los que se considera como tal se les rinde este tipo de homenajes. Un monolito a una central nuclear, desdibujada por el día de lluvia, una neblina que cubre el cielo y la oculta.

