¿Realmente necesitas todo lo que pagas? Cómo hacer una auditoría de gastos personales en 30 minutos
El gran problema está en que todos sabemos lo que cobramos, pero no somos igual de conscientes de lo que gastamos
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Resulta sorprendente que con unas economías familiares y personales cada vez más ajustada, resulte tan sencillo dejar pasar una serie de pequeños gastos que, sumados, pueden convertirse en un agujero del tamaño de un billete de 100€. Sin embargo, dedicar apenas media hora a una auditoría personal de gastos puede ser la diferencia entre estar al mando de tus finanzas o vivir con la sensación de que el dinero se desliza por un agujero invisible. Te explicamos cómo hacerlo con rigor, agilidad y alta eficiencia.
Radiografiar tu economía doméstica sin paños calientes
El primer paso para recuperar el control sobre las finanzas personales no consiste en autoimponerse privaciones, ni tampoco está en culpabilizarse por consumir. Consiste, simplemente, en mirar de frente. El gran problema está en que todos sabemos lo que cobramos, pero no somos igual de conscientes de lo que gastamos. Esa laguna de autoconocimiento es el germen de una deriva económica que muchos sufren sin saber exactamente por qué.
Lo que debemos hacer es tan simple como revelador: revisar los extractos bancarios de los últimos 30 días, categorizar cada gasto por tipología (vivienda, transporte, alimentación, ocio, servicios) y, no olvidarse en ningún caso de incluir los gastos de importes menores. Es precisamente en la acumulación de pagos aparentemente inofensivos, como puede ser una suscripción olvidada, un servicio duplicado, o un seguro innecesario, donde se esconde el grueso del derroche.
Clasificar para comprender: el poder de las cinco columnas
Una vez listados los gastos en crudo, la clave no está en eliminar, sino en reorganizar. Una alternativa sería dividir los gastos mensuales de nuevo en cinco grandes bloques: lo imprescindible para vivir (alquiler, suministros, comida), el ahorro obligatorio, el aprendizaje continuo, el ocio, y por último la inversión o contribución social. Cada partida debe ajustarse a un porcentaje orientativo, siendo el 50% el techo máximo para lo imprescindible y el 10 % un ideal para el disfrute responsable.
Existen muchos métodos similares a este, y hace bien poco os hablamos del método 10/30/60, que es tan solo otra de las alternativas. Al aplicar estos métodos se deja a un lado la idea de sacrificio y visualizamos la economía doméstica como un sistema de prioridades. Distintos expertos apuntan que aplicar este tipo de sistemas puede traducirse en un ahorro inmediato, solo con el reajuste de prioridades.
Acciones inmediatas con impacto real
Una vez tenemos en la cabeza el porcentaje de nuestro presupuesto a cada parcela de nuestra vida, toca empezar a plasmarlo. Por ejemplo, el dinero de los ahorros se puede separar nada más cobrar, para no hacer que dependa de otras partes del presupuesto. Cambiar este orden mental para el ahorro, y que deje de ser “lo que sobre”, para convertirse en una prioridad operativa, marca una diferencia sustancial en los resultados.
También podemos tomar otras medidas, como comenzar a usar el efectivo para los gastos variables como la alimentación, el ocio, el transporte, en lugar de pagar con tarjeta, consigue hacer más tangible el coste real de cada decisión. La psicología del comportamiento ha demostrado que el dinero digital produce menor sensación de pérdida, facilitando el gasto impulsivo. Revisar todas las suscripciones activas, renegociar tarifas, cocinar más en casa o planificar el menú semanal son medidas que, aunque sencillas, tienen un efecto acumulativo poderoso.
Por último, instaurar una rutina de seguimiento mensual, dedicando al menos 10 minutos cada último domingo del mes, por ejemplo, para mantener esta costumbre, y hacer que esta auditoría de gastos no se convierta tan solo en un acto aislado, sino en un pilar de nuestra economía.