Educación

Relación del coste vs. beneficio de los "micromásters" y las "nanocarreras" para encontrar trabajo

Carreras universitarias
Hay algunas alternativas más asequibles a los masters universitarios. Unplash
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No todo el mundo puede permitirse un máster tradicional, ni en tiempo ni en dinero. Tampoco todos los empleadores exigen ya que sus candidatos ostenten títulos tan largos de conseguir, como costosos para el estudiante. En ese espacio intermedio crecen, cada vez con más fuerza, opciones como los micromásters y las llamadas nanocarreras. Propuestas formativas que prometen mucho por poco, en teoría, y que se presentan como alternativa para quienes quieren reciclarse, especializarse o entrar en sectores técnicos sin hipotecar varios años de su vida, ni comprometer su cuenta corriente. Pero, ¿es realista pensar que estas fórmulas pueden mejorar de verdad la empleabilidad? ¿Compensan el esfuerzo, el tiempo y el coste?

El micromáster al detalle

Un micromáster no es un máster abreviado, sino un bloque de formación avanzada, ofertado normalmente por universidades de prestigio a través de plataformas como edX. Su precio oscila enormemente: desde unos 320 dólares hasta más de 4.700, según el programa y la institución que lo respalde. 

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Algunos pueden incluso cursarse de forma gratuita si no se desea el certificado acreditativo final, pero en todos los casos implican una carga de trabajo significativa. De hecho, un estudio reciente sobre credenciales MOOC calcula que completar un micromáster requiere unas 412 horas por término medio, y que quienes trabajan sacrifican tiempo de ocio o, incluso, renuncian a su trabajo para hacerlo. En valor de oportunidad, eso equivaldría a cerca de 6.000 euros en tiempo no facturable si se toma como base un salario medio de 30.000 euros anuales.

Ahora bien, ¿qué se obtiene a cambio? Según el mismo estudio, una mayoría significativa de quienes completaron el programa reportaron haber adquirido nuevas competencias valiosas, y más de un tercio notaron una mejora directa en su rendimiento laboral. Algunas universidades incluso permiten convalidar parte del micromáster como créditos en un máster oficial, lo que lo convierte en una vía de acceso progresiva al posgrado, sobre todo útil para quienes dudan antes de embarcarse en una titulación completa.

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La promesa, sin embargo, no siempre se cumple en forma de ascenso o aumento de salario inmediato. Esto depende, y mucho, del sector profesional, del momento en la carrera del estudiante y del grado en que esa formación específica tenga eco real en las ofertas de empleo. 

Estudiando entre carrera y carrera

Lo que debes saber de las nanocarreras

Lo mismo ocurre con las llamadas nanocarreras, que siguen una lógica similar pero con una escala más breve y técnica. Ofrecidas por plataformas como Udacity, suelen centrarse en campos como la programación, la ciencia de datos o la inteligencia artificial, y aunque su coste es menor, su valor depende casi por completo de su ajuste con la demanda del mercado. No hay titulaciones oficiales ni créditos universitarios, pero pueden marcar la diferencia si lo que se busca es entrar rápidamente en un puesto técnico con requisitos muy específicos.

Lo cierto es que tanto micromásters como nanocarreras se han beneficiado del cambio de paradigma que supuso la pandemia en la educación superior. La validación de lo online, la flexibilidad para aprender desde cualquier lugar y el empuje de plataformas como Coursera, edX o LinkedIn Learning han hecho que muchas empresas miren con otros ojos este tipo de formación modular. Algunos expertos han llegado a hablar de “la modularización del máster”, en referencia a cómo estos formatos permiten construir un perfil especializado paso a paso, sin necesidad de un compromiso inicial total.

Los problemas de estas titulaciones

Ahora bien, no todo son ventajas. Muchos de los estudiantes de micromásters acaban dedicando fines de semana, vacaciones o incluso horas de trabajo a completarlos. Según los datos del informe citado, un 18% de los participantes llegó a reducir sus horas laborales para poder finalizar el programa, lo que indica un grado de exigencia elevado. Y aunque la mayoría afirma haber aprendido, el impacto directo en el salario o la posición profesional no siempre es inmediato ni garantizado.

El riesgo principal, en definitiva, no está en lo que se enseña, sino en las expectativas. Ningún micromáster asegura un cambio radical de carrera. Ninguna nanocarrera sustituye por completo la experiencia laboral o el networking. Y sin embargo, bien elegidos, pueden marcar una diferencia. Especialmente en perfiles sénior que necesitan actualizarse con rapidez, o en profesionales que desean dar un giro sin pasar por un máster completo. La clave está en alinear el contenido del programa con los sectores que realmente están contratando, en investigar si las empresas valoran ese tipo de credenciales y en ser realista sobre el retorno.

En tiempos de inflación académica y precariedad laboral, estos formatos intermedios pueden ser, en efecto, una apuesta razonable. No son baratos si se valora el tiempo invertido, pero sí más asumibles que un máster presencial. Y, sobre todo, permiten probar sin hipotecarse: aprender primero, decidir después. Para muchos, eso ya es ganancia suficiente.