Psicología

Javier Elcarte, neuropsicólogo: "Si hay algo que los padres pueden hacer para que sus hijos sean felices es estar presentes"

El entrevistado, en una foto cedida por la editorial. VERGARA
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El sufrimiento es parte de la vida, pero podemos integrarlo para aprender a ser felices. No hay varitas mágicas, obviamente se necesita trabajo personal para conseguirlo. Y Javier Elcarte, neuropsicólogo especializado en trauma, consultor de terapia EMDR, lleva toda una vida dedicada a dar herramientas para ello. Es cofundador y director desde hace más de veinte años de Vitaliza Instituto de la Salud, centro especializado en trauma. También ha sido el promotor, fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Bio y Neurofeedback (SEBINE). En su último libro, 'El bello arte de vivir' (editorial Vergara), propone adaptar ese sufrimiento para encontrarle sentido a la vida.

Con este libro, en el que comparte numerosos testimonios de algunos de los pacientes (y de él mismo), quiere ayudar a cambiar y a crear para nosotros y los que nos rodean una visión bella de la vida para vivir de una forma plena. Hablamos con él sobre cómo superar traumas y ser más felices a pesar de la adversidad.

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Pregunta: Como neuropsicólogo has trabajado con muchos casos duros. ¿Qué crees que tiene en común aquellas personas que, pese a tener una vida con muchas dificultades, consiguen encontrarle un propósito a la vida?

Respuesta: Sobre todo, entender que las dificultades son también parte de la vida y que, sin menospreciar la angustia de la adversidad, comprenden que, quizá, la misma dificultad sea la oportunidad para crecer como ser humano. Algunos llaman a esto resiliencia.

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P: ¿Por qué 'El Bello arte de vivir'? ¿Qué querías transmitir con este libro? 

R: La vida no viene con un guion escrito, es un viaje sin mapa previo donde cada curva, cada rincón, cada momento es a la vez sorpresa y aprendizaje. Surfear cada ola de ese océano de incertidumbre hasta alcanzar la plenitud es un arte excelso que se desliza, creo, con suavidad, por cada página del “bello arte de vivir”.

P: ¿Qué importante es entender de dónde vienen nuestros traumas y problemas de la vida para poder vivir bien?

R: No solo es importante, es fundamental. Sin entender las raíces, los porqués de nuestras conductas, heridas y sufrimientos no hay base suficientemente sólida para una vida plena y con sentido. De no ser así, los cimientos cederán antes o después y caeremos en el sótano del desánimo y la pesadumbre.

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P: Hablas en el libro de los traumas perinatales; ¿qué son y cómo de importantes y condicionantes son en nuestra vida? 

R: Cada vez se le da más importancia a la etapa en torno a la gestación, parto y lactancia o primer año. Es la etapa de mayor vulnerabilidad y dependencia. Dependemos del entorno para ser calmados y sosegados, para empezar a existir en la mirada del otro, cuando todo esto no se cubre las dificultades se acrecientan.

La alegría no sería tal si no conociéramos la tristeza

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P: En el libro narras muchas historias de abandono y soledad. ¿Cómo se puede sacar partido al sufrimiento? ¿Cómo entender que también es parte de la vida? Nadie quiere sufrir…

R: Nadie quiere sufrir, pero el sufrimiento está. La alegría no sería tal si no conociéramos la tristeza. Yo siempre digo que la clave del vivir es dar sentido al sufrimiento, y eso incluye dar sentido al sufrimiento que también es parte de la vida. En mi caso yo he sufrido, y mucho, y doy sentido a mi sufrimiento intentando acompañar y aliviar el sufrimiento de los demás.

P: En el relato hablas de los abusos sexuales que sufriste, sin duda, una gran herida que en tu caso parece que superaste. ¿Qué ocurre en estos casos? ¿Cómo debe la persona adulta acompañarse a sí misma entre tanta confusión y dolor?

R: Toda herida es susceptible de ser integrada con el acompañamiento adecuado. Para ello, la víctima tiene que aceptarse como tal, sin negarse ni culparse, porque lo que le ocurrió no fue por su causa. Aceptar también lo ocurrido, por duro que sea, sin estigmatizarse a sí misma. Y, a partir de ahí, salir de la oscuridad de la negación del entorno, buscar ayuda con valentía y entender que sobrevivió y que ello le hace especialmente fuerte y maduro como ser humano. 

P: Como dices la infancia y la adolescencia son vitales, ¿qué debemos hacer los padres para asegurar una vida “feliz” o tranquila para nuestros hijos? Nadie está exento de traumas…

R: Presencia. Un padre o una madre deben estar siempre presentes, disponibles para sus hijos, haciendo que estos sean vistos, tenidos en cuenta, acompañados y validados. Unos padres conscientes no son aquellos que no cometen errores o no se enfadan nunca, lo fundamental es la capacidad de reparar las rupturas en la conexión. Si luego se da una reparación adecuada, los hijos no quedarán traumatizados. Padres sensibles con capacidad de ver la mente de su hijo y adaptarse a lo que este necesita. 

En casos de bullying, hay que generar espacios y vínculos terapéuticos donde el acosado pueda sentirse acogido

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P: Tras situaciones de bullying, ¿cómo ayudamos a los jóvenes a recuperar las ganas de vivir?

R: La adolescencia es la etapa de la identidad, es cuando el joven pone traje a su yo y generalmente este proceso se realiza de manera grupal. Si uno es rechazado, menospreciado por el grupo, crecerá con la noción de no ser válido, de ser desechable y darle la vuelta a una noción equivocada de si mismo es algo que lleva tiempo y paciencia. Hay que generar espacios y vínculos terapéuticos donde el acosado pueda sentirse acogido y recogido y poco a poco pueda reprocesar el maltrato, a la vez que reconocerse a sí mismo en su valor y cualidades.

P: Parece imposible que un proceso de sanación y de disfrute de la vida no pase por un proceso terapéutico, ¿qué opinas? ¿Crees que es imprescindible? ¿Cómo podemos saber qué es lo que más nos conviene y que estamos avanzando?

R: Nada en esta vida es imprescindible. Hay personas que aprenden por discernimiento y otras por sufrimiento. Lo que si es imprescindible es el autoconocimiento, y para eso, hay que hacer un trabajo con uno mismo, solo o acompañado. A partir de ahí, sabremos qué nos sobra y qué necesitamos y si podemos hacerlo por nuestra cuenta o con acompañamiento psicoterapéutico.