Pruebas de acceso a la universidad 2025

Así cambia el cuerpo de un estudiante durante la semana de la PAU, según la ciencia

Una estudiante estresada ante su examen de acceso a la universidad
Una estudiante estresada ante su examen de acceso a la universidadGetty Images
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Cuando un adolescente se sienta en su pupitre para afrontar la PAU, no solo está poniendo a prueba sus conocimientos. También está sometiendo a su cuerpo a un auténtico maratón fisiológico y emocional. Durante la semana de exámenes, su organismo cambia: la presión se eleva, el sueño se altera, el apetito fluctúa y su sistema hormonal se descompensa.

La ciencia ha demostrado que el estrés académico intenso activa mecanismos de supervivencia similares a los que el cuerpo emplea en situaciones de amenaza física. “La respuesta es biológica. No es que estén dramatizando: su cuerpo interpreta el examen como una amenaza”, explica la neuropsicóloga Laura Collado.

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El cortisol al mando: el "jefe" del estrés

Durante la semana de la PAU, los niveles de cortisol, la principal hormona del estrés, se disparan. Esta hormona, secretada por las glándulas suprarrenales, permite mantener la concentración y la alerta, pero en dosis elevadas puede ser contraproducente: inhibe el sueño profundo, altera la digestión y debilita el sistema inmunológico. “El exceso de cortisol afecta incluso a la memoria a corto plazo, lo que explica esos bloqueos mentales justo al empezar el examen”, afirma la doctora Sonia Lupien, investigadora en neurociencia del estrés en la Universidad de Montreal.

Alteraciones de sueño y apetito: el cuerpo en modo de alarma

Uno de los primeros síntomas visibles de esta hiperactivación del sistema nervioso es la disrupción del sueño. Muchos estudiantes duermen menos, o peor. Según datos de la Sociedad Española del Sueño, más del 65% de los adolescentes afirman tener insomnio o despertares frecuentes durante los días previos a la PAU.

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El motivo es doble: por un lado, la ansiedad anticipatoria mantiene el sistema nervioso simpático activo durante más horas de lo normal; por otro, la exposición a las pantallas durante la noche y la falta de una desconexión mental necesaria dificultan la entrada en fases de sueño profundo. Esto, a su vez, impide consolidar la memoria a largo plazo, lo que puede perjudicar al rendimiento del estudio y a los resultados de la prueba.

El apetito también sufre alteraciones. Algunos estudiantes presentan hipofagia (falta de hambre) por la tensión emocional, mientras que otros se refugian en la comida como mecanismo de compensación. En ambos casos, el resultado puede ser un desequilibrio en la nutrición que afecta directamente al nivel de energía, al estado de ánimo y a la concentración.

Cansancio acumulado y bloqueos emocionales

A nivel fisiológico, el cuerpo experimenta una especie de "jet lag" interno: días de sueño irregular, comidas desordenadas y altos niveles de adrenalina hacen que el ritmo circadiano se altere. El resultado es un agotamiento físico y mental progresivo. Lo paradójico es que, pese al cansancio, muchos alumnos no logran descansar bien. 

Además, el sistema límbico, que es el encargado de gestionar las emociones, también se ve afectado por la sobreestimulación. Esto puede traducirse en una mayor irritabilidad, tristeza súbita, hipersensibilidad y, en los casos más intensos, bloqueos mentales o ataques de ansiedad durante los exámenes.