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Qué es y cómo practicar el aprendizaje autodirigido: será clave en la universidad del futuro

Este aprendizaje tiene beneficios más allá del aula
Este aprendizaje tiene beneficios más allá del aulaFreepik
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MadridUna de las preguntas que más se repiten en universidades, centros escolares y hogares es cómo preparar a los estudiantes para un mundo laboral que cada vez cambia más rápido que los propios planes de estudio. Vivimos en una sociedad que está marcada por la inteligencia artificial, la automatización y el aprendizaje permanente, solo las habilidades tradicionales ya no son suficientes. No sirve solo memorizar datos y aprobar exámenes, los alumnos deben ser capaces de aprender por su propia cuenta.

El llamado aprendizaje autodirigido, antes sólo reservado a entornos alternativos o autodidactas, gana protagonismo como base de la educación hoy en día. Universidades de referencia están integrándolo en sus programas, y cada vez son más los docentes que fomentan la autonomía y la reflexión personal como parte esencial del proceso formativo.

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¿Qué es el aprendizaje autodirigido?

El aprendizaje autodirigido se define como un proceso en el que el estudiante asume el control de su propio aprendizaje: debe decidir qué aprender, cómo hacerlo, con qué herramientas y cuándo avanzar o profundizar. No se trata de una modalidad solitaria, sino de una estrategia deliberada que implica planificar, monitorizar y evaluar constantemente el proceso.

Se sustenta en capacidades metacognitivas: autogestión, disciplina, reflexión, búsqueda de recursos y evaluación personal. Estas habilidades están detrás de la motivación intrínseca, el pensamiento crítico y la curiosidad.

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¿Por qué será clave en la universidad del futuro?

Nos encontramos con un escenario académico que cada vez cambia más y está marcado por la innovación tecnológica, por lo que el aprendizaje autodirigido se perfila como una competencia fundamental para conseguir afrontar con éxito los estudios superiores. A diferencia del modelo tradicional que está basado en la transmisión unidireccional del conocimiento, las universidades del futuro demandan estudiantes que sean capaces de tomar la iniciativa de su propio aprendizaje, gestionar su tiempo, explorar los recursos que se les ofrece de manera autónoma y evaluar críticamente su progreso.

Esta transformación no es solo una tendencia, se trata de una respuesta directa a los nuevos retos globales. Por un lado, está el vertiginoso avance de disciplinas como la inteligencia artificial, la biotecnología o la ciencia de datos que requiere una actualización constante del conocimiento, algo que solo puede conseguirse si el estudiante está entrenado para aprender por sí mismo a lo largo de su vida. Luego, nos encontramos con que el aprendizaje autodirigido fomenta las llamadas competencias blandas, como son la autorregulación, la resiliencia y la adaptabilidad, las cuales son altamente valoradas por empleadores y entornos profesionales.

Asimismo, muchas universidades están reestructurando sus modelos pedagógicos en torno al trabajo por proyectos, la investigación independiente y los entornos virtuales personalizados. Estas metodologías que priorizan la indagación, la resolución de problemas y la colaboración entre iguales, necesitan que el estudiante sepa marcar sus propios objetivos, identificar sus lagunas de conocimiento y buscar activamente los medios para conseguir superarlas.

Por tanto, el aprendizaje autodirigido no es una moda educativa, sino una habilidad estratégica y que se pueda aplicar a distintos contextos que va a permitir que el alumnado universitario pueda navegar con éxito por programas más flexibles, multidisciplinares y en constante evolución.

Cómo se puede practicar el aprendizaje autodirigido

Fomentar el aprendizaje autodirigido no quiere decir que se tenga que dejar al estudiante solo, sino que se debe acompañar en el desarrollo de su autonomía. Una de las primeras estrategias es ayudarle a establecer metas claras y realistas. Tanto en casa como en clase se puede hacer mediante planificadores o diarios de objetivos semanales, donde el propio alumno pueda definir qué quiere conseguir y cómo va a evaluarlo.

La autoevaluación y la reflexión son fundamentales. Se debe enseñar a los estudiantes a revisar su trabajo, identificar cuáles son sus fortalezas y reconocer cuáles sus debilidades y cómo se pueden mejorar. Esto les permitirá tomar decisiones más conscientes sobre su manera de aprender. Esto se puede incorporar con pequeñas rutinas al final del día o tras cada actividad.

Otra de las estrategias fundamentales es ofrecer opciones. Cuando los estudiantes pueden decidir entre varios tipos de tareas o formatos para demostrar lo que saben, se sienten mucho más motivados y responsables. Para poder implementar esto en casa se puede escoger entre diferentes recursos o métodos de estudio, mientras que en clase, se puede permitir que elijan entre varias actividades.

También es útil crear rutinas estables pero flexibles. Establecer un horario aproximado de estudio o trabajo fomenta la organización, pero debe haber un margen para poder adaptarlo según el ritmo y las necesidades del estudiante. Se puede visualizar este horario con planificadores o cronogramas coloridos.

Por último, se puede hacer uso de recursos variados como vídeos, podcasts, juegos o herramientas digitales, que permiten personalizar el aprendizaje según los intereses y estilos de cada estudiante. Además, fomentar proyectos personales, ya sean en casa o en el aula, fortalece la motivación y la autonomía cuando se les da la oportunidad de aplicar lo que han aprendido en contextos significativos para ellos.