Psicología

Carmen López Suárez, orientadora de familias: "Con el tiempo de uso de pantallas no hay que ceder ni un milímetro"

La doctora, en una foto tomada de su Instagram. CEDIDA
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Si hay algo en lo que la mayoría de profesionales y estudios se ponen de acuerdo es que no se debería permitir el uso de pantallas a menores de seis años para prevenir daños en su salud mental. Así lo establecen organismos como la Asociación de Pediatría de España. Aunque en nuestro país la permisividad sigue estando muy presente, sí estamos empezando a ver medidas drásticas en el sector educativo, como la llevada a cabo actualmente en Cataluña, donde se prohibirán los móviles y los relojes inteligentes en las aulas y se retirarán las pantallas en infantil a partir del próximo curso. Obviamente, eso no es suficiente, como aseguran la mayoría de los expertos en la materia, la abstinencia total de la tecnología a partir de según que edades es inviable, por ello, muchos profesionales abogan por la educación y el acompañamiento.

¿Se deben poner límites a las pantallas en casa? ¿Cómo es mejor hacerlo? Hablamos con la Dra. Carmen López Suárez, autora de ‘Pon límites, no pantallas. Cómo educar en el siglo XXI sin perder el norte’ (Roca Editorial), para entender mejor qué es lo más recomendable y por qué hay que poner límites en el uso de pantallas.

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La Dra. Carmen López se ha especializado también en hábitos de estudio, educación en sexualidad, acoso escolar, abuso sexual y violencia de género durante la infancia y adolescencia, además trabaja como conferenciante y formadora desde la plataforma 'Carmen, Hijos con Éxito', una comunidad en la que cuenta con más de 70.000 seguidores. Su objetivo es ayudar a madres y padres a saber más para educar mejor. En sus redes, y ahora con su libro, comparte herramientas y estrategias que ha aprendido tras más de 30 años como docente, investigadora, formadora de familias y madre. "La literatura científica no deja lugar a dudas: los ingredientes fundamentales para que el cerebro se desarrolle de manera sana son el cariño, los límites, la disciplina y la paciencia".

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¿Por qué hay que poner límites a las pantallas?

"Los adolescentes tienen que aprender a vivir en sociedad, esto es deben saber qué está bien o mal, y qué pueden o no hacer, necesitan saber hasta dónde pueden llegar y cuál es su perímetro de seguridad", explica. Para ella, ponerles límites es básico para que no pongan su seguridad en peligro. "La madre y el padre (a ser posible en sintonía) deben marcar el camino progresivamente hasta que se les despierte de forma autónoma la voz interior, la moralidad y el autocontrol. Con el tiempo, a medida que vayamos ayudándolos a identificar los momentos en los que necesitan pisar el freno, detectarán qué es (o no) correcto. Esto es importantísimo, porque se establecerán conexiones nuevas entre sus neuronas, lo que cambiará su forma de interaccionar con el mundo", añade.

Para entender qué es un límite, quizá lo más fácil sea saber qué no lo es. No es un límite un castigo, un grito, una falta de respeto o un golpe. Los límites son barreras o líneas rojas que establecemos a nuestros hijos con el fin de garantizar su bienestar físico y emocional. En ese sentido, la experta en familia asegura que los límites a las pantallas hay que establecerlos según la edad. ¿Por qué? Esta es la explicación: "Si un estímulo se repite, las neuronas se conectan entre sí. Si un estímulo se repite mucho, las conexiones son cada vez más fuertes. Si hay una nueva conexión, se crea un nuevo aprendizaje y un nuevo hábito. Pensemos en los estímulos que están llegando a una hija o un hijo desde las pantallas —miles de colores, continuo movimiento, ruidos llamativos…—, a los que hay que sumar los contenidos de violencia, racismo, sexismo, hipersexualización o maltrato. Eso es lo que van a ir aprendiendo y es a lo que su cerebro se va a ir adaptando. Una atención sostenida artificialmente por estímulos diseñados para enganchar, que son los que realmente llevan las riendas de su comportamiento".

Las investigaciones sobre el uso temprano de pantallas advierten de que el consumo durante la primera infancia determina frecuentemente el consumo durante la adolescencia y la edad adulta. Es decir, que cuanto más precoz sea la exposición, más probabilidades habrá de que en el futuro se haga un uso abundante y frecuente de los dispositivos digitales. Según recomiendan las principales academias de pediatría, asociaciones de pedagogía y psicología, la Organización Mundial de la Salud (OMS) e investigaciones de universidades prestigiosas, el límite de consumo antes de los seis años es cero minutos diarios. No obstante, cada vez hay más voces expertas que hablan de cero pantallas interactivas (no se incluye la televisión) antes de los diez años. 

"A partir de los seis años (incluso, a ser posible, de los diez) y hasta los 12 años aproximadamente, el tiempo recomendado de pantallas interactivas (sin tener en cuenta la televisión) no debe exceder de los treinta o sesenta minutos diarios (intentaremos tirar siempre hacia abajo), aunque desde mi punto de vista —y de numerosos colegas—, entre semana no deben usar dispositivos interactivos". Según las recomendaciones más actualizadas, de los 12 a los 16 años (o los 18, según algunas opiniones), no deben tener redes sociales. Entre semana a ser posible no usarán el dispositivo o en su caso 45 a 60 minutos. 

"Un sector de personas dedicadas a la educación y a la investigación dicen que los dispositivos propios y redes sociales se tendrán a partir de los dieciséis años. Otros defendemos que hasta los dieciocho —como sucede con conducir y beber alcohol—, aunque pueden usar algunas redes sociales en el móvil u ordenador de su madre o padre, con control, a ser posible solo los fines de semana unos 60 minutos", añade. 

Los datos resumidos serían los siguientes:

  • De 0 a 6 años, cero pantallas. Algunos profesionales proponen cero pantallas hasta los 10 años.
  • A partir de los 10 y hasta los 16, unos 30 o 60 minutos diarios. Algunos profesionales solo lo recomiendan en el fin de semana.
  • De los 12 a los 16, cero redes sociales.
  • A partir de los 16 años y hasta los 18 años, un uso de 45 a 60 minutos diarios.

"Mantente firme, es tu responsabilidad proteger a tu adolescente"

"Mis amigos tienen móvil y yo no": ¿qué hacemos frente a la presión?

Uno de los mayores problemas con los que se enfrentan los padres a la hora de establecer límites en el uso, es que el entorno no siempre corresponde con lo que se hace en casa. Es decir, si ponemos límites a nuestros hijos pero sus amigos no los tienen, hay un problema. ¿Qué se puede hacer en este sentido? "Con toda seguridad no entenderán nuestra intolerancia, pero no hay otra vía. Les explicaremos que seremos firmes para garantizar su integridad física y emocional. Seguramente, estarán en desacuerdo y se enfadarán, sin embargo, lo tendrán que respetar. Muchos adolescentes son persistentes en sus peticiones, seguramente lo volverán a intentar. No cederemos ni un milímetro, ese límite debe estar claro y presente en su cerebro en todo momento. Hazles ver que las reglas son importantes para su desarrollo cerebral", enfatiza la doctora.

Y añade: "Esfuérzate todo lo posible en mantener la calma. No te enredes en discusiones eternas. Repite tus argumentos las veces que sea necesario con seguridad, confianza, amor y cariño. Hazles ver que no es un ataque personal, así vuestra relación no se resentirá. No obstante, puede ocurrir que no haya consenso. En este caso, mantente firme, es tu responsabilidad proteger a tu adolescente". 

Los signos de que los límites están funcionando

Los hábitos y límites pueden tardar meses en ver que están funcionando, por eso, es recomendable no frustrarse si al inicio no es fácil. Los adolescentes necesitan pequeñas rutinas y un recordatorio diario de por qué estamos haciendo eso. ¿Se puede saber si lo estamos haciendo bien? Sí, hay algunos factores que indican que nuestro esfuerzo está teniendo sus frutos.

He aquí algunos de ellos:

  • Si observamos que el vínculo no se ha roto, a pesar de que los adolescentes busque su propia independencia.
  • Si saben esperar, a pesar de que, por su inmadurez cerebral, esta etapa esté marcada por el ‘aquí y ahora’ y la impaciencia. 
  • Si comprobamos que van desarrollando tolerancia a las numerosas frustraciones que se les van a ir presentando.
  • Aunque en estos años, la capacidad de trabajo puede descender porque sus procesos cerebrales les hace estar más cansados, continúan siendo perseverantes y no abandonan sus hábitos de trabajo. 
  • Si aceptan (dentro de lo posible) normas y límites, sin olvidar que están dentro de lo normal y es absolutamente saludable que intenten no respetarlas o incluso que se las salten. 
  • Si no dejan el deporte.
  • Si siguen respetando a su madre, padre, profesorado, colegas, etc. Si no empiezan a tener hábitos de riesgo.

Poner límites a las redes sociales

Las pantallas son una cosa y las redes sociales otra. La mayoría de padres tienen un gran dilema y muchas dudas cuando sus hijos les proponen crearse redes sociales. De sobras está demostrado el alcance en la salud mental de los jóvenes, redes sociales como Instagram y TikTok, por lo que no deberían ser una opción en el caso de menores. ¿Se prohiben, entonces

Esto es lo que expone la doctora en pedagogía, Carmen López Suárez: "Hay un debate acerca de si se debería prohibir el acceso de menores a redes sociales. Sin embargo, este debate me parece tendencioso, porque transmite la idea de que no prohibir es sinónimo de educar. Un mensaje muy atractivo como autojustificación para quienes no tienen muchas ganas de implicarse o formarse. Sin embargo, prohibir significa poner límites, y los límites y las normas razonadas, explicadas y pactadas son absolutamente necesarias a la hora de educar". Por lo tanto, su propuesta es prohibir educando, es decir, explicando por qué se prohibe, ayudar a que se comprendan esas normas, y que se interioricen.