El peligroso auge del consumo de pornografía en menores: “Acaban necesitando contenidos más extremos”

Un 20% de los adolescentes reconoce haber consumido pornografía antes de los diez años
"Cuando la cigüeña empezó a ver porno", el libro que advierte de las consecuencias
MadridLos menores y la pornografía se han convertido en un problema que traspasa las fronteras de las familias a una realidad preocupante que afecta a toda la sociedad. El acceso cada vez más temprano al visionado del contenido pornográfico en menores, especialmente varones, está modificando el comportamiento y los patrones de conductas de adolescentes.
Series de actualidad como ‘Adolescencia’ o ‘Pubertad’ se están haciendo eco de una cuestión alarmante de la que llevan advirtiendo numerosos expertos los últimos años.
Informativos Telecinco ha hablado con Mario Ramírez Díaz, graduado del máster universitario de Trabajo Social Sanitario de la UOC y autor del estudio ‘El rostro oculto de la violencia. Revisión sistemática sobre los retos del Trabajo Social Sanitario frente al consumo de pornografía en adolescentes’ para analizar la situación.
Antes de cumplir los diez años “alrededor de un 20% de los adolescentes reconoce haber consumido pornografía”, recoge en el trabajo Mario Ramírez, que explica que a esas “edades el desarrollo cognitivo y emocional aún está en formación” por lo que el porno “altera la manera en que los menores construyen su percepción del deseo y de las relaciones”.
“Interiorización de modelos sexuales distorsionados”
Entre las principales consecuencias de consumir este tipo de contenido sexual en una etapa donde todavía no se ha formado un criterio crítico ni un conocimiento adecuado del cuerpo “genera una interiorización de modelos sexuales distorsionados, en los que el placer se asocia al dominio, la humillación o la sumisión”, destaca el experto.
“Los menores aprenden a vincular la sexualidad con el poder, y no con la reciprocidad o la ternura. Esa forma de entender las relaciones se consolida con el tiempo, afectando su autoestima, su empatía y su modo de relacionarse con los demás”, por lo que están de alguna forma condenando su futuro social.
El papel de los progenitores es esencial y deben de adelantarse para que la pornografía no sea la “única fuente de educación sexual” de sus hijos y así explicarles que el porno “no refleja la realidad, sino una representación basada en la violencia, la desigualdad y el sometimiento”, recoge el autor del estudio.
Diferencias entre sexos
El graduado del máster de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) explica en su investigación las diferencias significativas de consumo entre chicas y chicos, aunque no tanto en la edad en la que se comienza a visionar, sí en los hábitos.
"Algunos estudios muestran que casi uno de cada cuatro varones —un 23,3 %— consume pornografía a diario y que un 44,4 % lo hace de manera semanal. En cambio, entre las chicas el consumo diario apenas alcanza el 4,8 % y el semanal ronda el 22 %".
Los varones tienden a reproducir conductas vistas en la pantalla, y las chicas, a asumir papeles pasivos o complacientes
Esa distorsión afecta a sus primeras experiencias por lo que “los varones tienden a reproducir conductas vistas en la pantalla, y las chicas, a asumir papeles pasivos o complacientes”. Se cambia el descubrimiento por una “imitación de guiones donde no hay afecto ni consentimiento explícito. El resultado son relaciones marcadas por el control, la presión y el miedo a no cumplir con lo que ‘se espera’”.
La violencia machista y violencia sexual entre los jóvenes ha aumentado en los últimos años y el porno es uno de los motivos, aunque no el único, detrás de este preocupante aumento, como evidencia Mario Ramírez. “Los estudios analizados coinciden en que, a mayor consumo, mayor aceptación de los estereotipos de género y de las conductas de coerción”
La pornografía violenta refuerza un modelo de masculinidad basado en el poder y la falta de empatía, lo que contribuye a normalizar la desigualdad entre chicos y chicas.
Contenidos cada vez más extremos
En el trabajo se recoge que el “consumo repetido y prolongado genera una búsqueda progresiva de estímulos más intensos o violentos” por lo que los “adolescentes que comienzan a consumir a edades tempranas acaban necesitando contenidos más extremos para alcanzar el mismo nivel de excitación”.
Esta escalada responde a la “normalización del exceso”. Los estudios revisados muestran que los jóvenes “acaban percibiendo la agresión sexual como algo común o incluso deseable. En los vídeos más consumidos, la mujer aparece como un cuerpo disponible, sin deseo propio, y el hombre como sujeto activo y dominante. Esa dinámica repite un mismo mensaje: el placer masculino está por encima de todo”.
¿Qué culpa tiene la sociedad de todo esto?
El experto asegura que detrás de todo esto la responsabilidad social es enorme. Donde deberían estar las familias, las escuelas y las instituciones ha ocupado el lugar Internet, dejando en sus manos la educación sexual.
A la industria de la pornografía no le interesa educar lo único que busca son adictos cada vez más jóvenes para que tenga la necesidad de consumir constantemente para el resto de sus vidas, llegando a sentir únicamente la excitación a través del porno.
"La sociedad ha normalizado el consumo: se habla del porno como entretenimiento, sin tener en cuenta que lo que enseña no es sexo"
“La sociedad ha normalizado el consumo: se habla del porno como entretenimiento, sin tener en cuenta que lo que enseña no es sexo, sino desigualdad y violencia”, matiza el autor.
“El silencio colectivo ha tenido un efecto desensibilizador: hemos banalizado la violencia sexual hasta el punto de que muchos adolescentes ya no la reconocen como tal. No se trata de culpar a los jóvenes, sino de asumir que los adultos no hemos estado donde debíamos estar ”.
Consejos para padres con hijos en edades de riesgo
Como conclusión y abriendo una puerta a la esperanza Mario Ramírez enfatiza que lo más importante para revertir esta situación “es hablar, sin miedo y sin tabúes…el silencio no protege; al contrario, deja a los menores expuestos. Los padres deben ofrecer una educación sexual afectiva, centrada en el respeto, la empatía y el consentimiento”.
“Los adolescentes deben entender que lo que ven en la pornografía no es la realidad. Que la sexualidad sana se construye en la intimidad, el afecto y la libertad, no en la humillación ni en la imitación de modelos ajenos”.
“También es clave formar a las familias. Muchos adultos no saben cómo abordar el tema, y ahí el Trabajo Social Sanitario puede desempeñar un papel esencial: ofreciendo orientación, generando espacios de diálogo y ayudando a las familias a identificar señales de riesgo. La prevención, como demuestra el TFM, empieza en casa, pero requiere una red social y sanitaria que acompañe.”
