Amanece que no es poco

Fco. Javier Sancho Mas 28/09/2015 12:01

Tarragona. 08:00 a.m. Amanece sobre la Playa del Miracle con las nubes muy bajas enroscándose en puntas de color gris oscuro. Todo es confuso. La luz parece la de las tardes cerradas. Estalla la tormenta que se derrama sobre el mar y la ciudad. Se anunciaban precipitaciones, pero nadie esperaba amanecer con este color entre grisáceo y marrón que deja colarse un principio de arcoíris que se hunde en el mar. El amanecer siempre tiene alguna sorpresa en el Mediterráneo. Lo sé porque durante años he visto el mar amaneciendo desde el tren del litoral entre Tarragona y Barcelona.

A las 09:00 a.m. abren los colegios electorales. No se trata de un domingo ni de unas urnas cualquieras. Los partidos independentistas han logrado dar una carácter plebiscitario a lo que, en otro tiempo, lloviese o no, eran sólo elecciones autonómicas. Todo el mundo sabe de qué va el juego ahora. El lema de la candidatura conjunta de Junts pel Sí, es "el voto de la teva vida". Pero la vida sigue, como la lluvia, y la parte alta de la ciudad, el segundo área metropolitana de Cataluña, está vacía, al igual que las puertas de los colegios electorales .

Normalmente, Tarragona se beneficia de una posición geográfica envidiable. Se alza sobre el mar, protegida por un muro rocoso en un enclave, que también la defiende del viento y las temperaturas extremas. Eso ya lo descubrieron los romanos y el mismo Augusto que vino a residir aquí. Si no fuera porque las nubes se mezclan con los humos de la industria petroquímica, sería un lugar ideal para vivir.

Un miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Manuel Mandianes, no duda de que el clima influye en el estado de ánimo de una persona y, por tanto también a la hora de decidir su voto. Para este investigador, un día lluvioso afecta más a las provincias del litoral porque en ellas, la gente suele pasar más tiempo en la calle, y al no resistir la idea de quedarse en casa por la lluvia, salen más a votar.

La ciudad de Tarragona conserva sus ritos perezosos de domingo provinciano. El paseo por la Rambla Nova termina en el balcón del Mediterráneo. Rambla arriba y abajo, cochecitos de niños, ancianos en los bancos, y todos a "tocar ferro" (tocar hierro), el de las barandas del balcón del Mediterráneo para contemplar el mar sobre el que se alza la antigua Tarraco Nova. A las 10:30 a.m., aún con llovizna pero ya con visos de que la tormenta se dirige hacia Barcelona, asisto a mi colegio electoral. En la entrada, nadie. Sorprende el silencio. Pero una vez dentro, descubro filas de gente, la mayoría de la tercera edad, que se acercan a las mesas electorales. No recuerdo unas elecciones en las que haya tenido que esperar tanto tiempo en la fila. Creo que la gente sabe muy bien de qué va el juego. Hoy toca decir que sí o que no. Algunos dirán: "como en otros tiempos".

Uno de los barrios más pobre

A las 13:00 a.m., no lucía el sol pero las nubes le daban al día ganas de sopa caliente, aunque no volviese a llover. Y los colegios electorales se fueron llenando. Voy al mercadillo de Bonavista. Allí también no se habla de otra cosa: del tiempo, que "está raro", y de las elecciones, que lo están aún más. Es uno de los barrios más pobres de Tarragona, en el que conviven andaluces, gitanos de todas partes, colombianos, marroquíes, cameruneses. Parece que hoy han ido a votar más que nunca todos los que pueden.

La tormenta que parecía dirigirse por la costa hacia Barcelona y Girona perdió su fuerza en la vieja ciudad augusta. Y con la luz del sol ganando territorio por la avanzadilla de arcoíris, la gente más joven se fue animando a ir a votar. "En el fondo, soy una cuestión de luz", decía Seferis.

A las 16:00 horas en muchos colegios electorales de Tarragona, las papeletas estaban agotándose y, por primera vez, desde no se recuerda cuándo, hubo que solicitar la reposición de la mismas a la junta electoral. No iba a ser un domingo cualquiera.

Cuando el sol caía por las montañas bajas del Priorat, a eso de las 19.30, la cifra de participación ya se acercaba al 77%, récord en Cataluña. Los analistas auguraban que, a más participación, ganaría más el voto no independentista. En Girona, la provincia más septentrional, y en Lleida, la del interior, ganó en porcentajes el voto independentista, mientras que en Barcelona y Tarragona, las dos más al sur y con el litoral más cálido, ganó el voto no independentista.

A las 22:00 horas, el cielo se había olvidado de las lluvias en Tarragona. Los partidos independentistas habían ganado en escaños, pero no en votos. Y la noche, con el cielo más claro, se cerró con la misma confusión del clima con que había amanecido. Nadie sabe muy bien lo que va a pasar ahora. ¿Habrá influido este día un tanto extraño entre nubes y amenazas? "En el fondo... ¿una cuestión de luz?"

Hoy es lunes, y cuando escribo, amanece, que no es poco.