¿Llegaremos a -32 grados como en la ola de frío (récord de España) de hace 60 años?

Marcos Fernández | Meteoralia 17/01/2017 11:22

(Foto: Nevada en Palma de Mallorca, Baleares.)

Tan impresionante fue el giro de aquel invierno que se alcanzaron muchos de los registros mínimos absolutos de los últimos tiempos, marcas que no han vuelto a igualarse o superarse.

En realidad podríamos hablar de tres olas de frío consecutivas o de una gran ola de frío en tres episodios que dejaron la Península Ibérica y Baleares congeladas, quedándose al margen tan solo las Islas Canarias. Asimismo, desde el punto de vista informativo, la Meteorología pasó a las portadas de la prensa por lo inusitado y generalizado de la ola de frío de febrero de 1956.

Valores bajo cero elevados

Pocos españoles podían imaginar los últimos días de enero que iban a tener que sacar los abrigos en apenas 24 ó 48 horas. Es más, la ropa de abrigo se iba a quedar corta. La primera bolsa de aire glacial se extendió rápidamente por toda la Península entre los días 1 y 2 de febrero. Procedente de Siberia alcanzó los -15ºC a 1.500 metros de altitud lo que nos permite hacernos una idea del tremendo desplome de las temperaturas.

Es cierto que los termómetros cayeron en picado en toda la Península, pero en las cumbres de los Pirineos se rozaron valores de entre -40ºC y -50ºC. Oficialmente, la mínima histórica se marcó en aquellos días. Son los -32ºC del lago Estany Gento (Lleida). Barcelona descendió hasta los -6’7ºC; en Castellón la mínima cayó a -7’6ºC y en Alicante a -4’6ºC. Madrid registró su temperatura mínima más baja con -9’1ºC y Pamplona marcó -15,2ºC.

Los valores bajo cero se extendieron por todo el país, también por buena parte del resto de Europa con -11ºC en París o -20ºC en Turín.

Lejos de ser un episodio anecdótico de aquel invierno, la ola de frío dio un respiro en torno al 6 de febrero. Sin embargo, durante estos días las heladas no desaparecieron, simplemente fueron más débiles y no tan severas como jornadas anteriores. En torno al 10 de febrero, una nueva bolsa de aire frío siberiano volvió a invadir la Península y las temperaturas se desplomaron por segunda vez en aquel mes.

Para entenderlo tenemos que acudir a los mapas de la época. Si bien esta ola de frío no era desconocida, lo más llamativo fue su duración, alrededor de 21 días, sin apenas dar tregua. ¿Por qué ocurrió? Porque un potente anticiclón se encontraba entre Escandinavia y el Atlántico norte mientras que la presencia de una borrasca en el Mediterráneo, al este de las Islas Baleares, abrió un pasillo que permitió desalojar sucesivamente masas de aire muy frío que, por regla general, suelen afectar a latitudes más al norte de Europa.

¿Qué circunstancias se dieron para que sucediese?

En aquella ocasión, se dieron las circunstancias idóneas para que el frío intenso persistiera durante casi todo el mes en la Península y Baleares. Aunque en su mayor parte tuvo origen siberiano (y, por tanto, más seco), en aquellas zonas de costa donde el aire frío tenía un cierto recorrido marítimo dejó nevadas importantes al nivel del mar. Toda la Costa Cantábrica y las Islas Baleares se cubrieron de blanco en varias ocasiones. Se midieron 20 cm en Palma y 15 cm en la isla de Ibiza. Pero, la nieve también cayó en capitales como Donostia o Santander. De hecho, en el interior de Cantabria o en Burgos capital, a finales de enero, se medía más de un metro nieve acumulada desde que empezó la ola de frío. En la ciudad burgalesa se registraron 17 días consecutivos de nevada.

Varias olas encadenadas

Las nevadas cobraron protagonismo en la tercera invasión de aire frío, que pondría el colofón a un mes extraordinariamente gélido. En torno al día 17 y hasta el 21, la Península nuevamente se vio envuelta en otra masa de aire muy frío, pero los vientos ya no procedían directamente de Siberia sino de latitudes árticas y, en consecuencia, con mayor aporte de humedad, por lo que si bien las temperaturas no llegaron a ser tan bajas como a principios de febrero, la nieve cayó de forma más generalizada.

A ello hay que sumar, posteriormente, las mínimas bajo cero que siguieron registrándose durante los últimos días de febrero y el mes de marzo. La nieve acumulada y los cielos despejados favorecieron que las temperaturas siguieran desplomándose y en algunos observatorios permaneció la nieve congelada hasta bien entrado el mes de mayo.

Coste económico

Ni que decir tiene que esta ola de frío tuvo un coste económico muy elevado en pérdidas, especialmente en la agricultura por la muerte masiva de olivos, naranjos y otros cultivos del sur y del Mediterráneo, que sucumbieron a un frío solo comparable al invierno más frío (documentado) de la historia en España.

En Europa se contabilizaron 1.000 víctimas mortales. 650 personas fallecieron entre el 4 y el 17 de febrero cuando la ola de frío alcanzó su punto más álgido. Desde entonces, no ha vuelto a registrarse un episodio similar ni por su alcance ni por su intensidad en un invierno europeo.

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*Marcos Fernández (@marcosfdezfdez) es periodista especializado en Meteorología.