Cartagena acoge al velero más grande del mundo: tiene tres piscinas, discoteca y helipuerto
Pertenece a un multimillonario ruso
Su valor es de más de 400 millones de euros
Los trabajadores deben de firmar un contrato de confidencialidad y dejar su móvil en tierra antes de subirse en él
El puerto de Cartagena, en Murcia, acoge en sus instalaciones al velero más grande del mundo. Estará allí durante varios meses para someterse a tareas de reparación. Se trata de una embarcación espectacular propiedad de un multimillonario ruso. El barco se ha convertido en un atractivo turístico más de Cartagena.
Es el barco velero de uso privado más grande de todo el mundo. Tiene ocho cubiertas, tres piscinas, discoteca, helipuerto y, además, uno de los salones está semisumergido para que cuando se está en él se pueda contemplar imágenes submarinas. Su valor: más de 400 millones de euros.
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Respecto al interior del barco es prácticamente un misterio porque muy poco lo han visto y apenas hay fotografías. Además, a todo el personal que tiene que trabajar dentro de él ya sean los miembros de la tripulación o mecánicos se les obliga a firmar un contrato de confidencialidad y dejar sus teléfonos móviles en tierra antes de subirse a él.
La familia que huye de la pandemia de covid a bordo de un velero alrededor del mundo
Los Bosze decidieron que la pandemia de covid era el mejor escenario para realizar su sueño de navegar alrededor del mundo y de paso escapar de los confinamientos y contagios. En alta mar han escapado del covid en un velero de 15 metros en el que zarpó la familia húngara al completo el pasado mes de junio.
Los Bosze: marido y mujer y sus dos hijas de 6 y 8 años zarparon de un puerto croata a bordo del Teatime y desde entonces han visitado Croacia, Italia, España, Cabo Verde, Martinica guardando las distancias que el mar les permite. Lo mejor, sin mascarillas.
Por el momento se encuentran fondeados en la isla caribeña de San Martín, esperando navegar hacia su próximo destino: el canal de Panamá. Domonkos Bosze, de 48 años, va al timón de la embarcación de 15 metros con su mujer y sus dos hijas. El hombre, que se dedica a la informática, ha contado a los medios la felicidad de su nueva vida, lejos de aquellos tiempos en los que llegaba a casa agotado y sin tiempo para compartir con su familia.
Bosze ha instalado su oficina en el barco para teletrabajar, mientras que las dos niñas siguen sus lecciones a distancia. Cuando pase la pandemia no descartan inscribirlas en algún colegio local, donde seguir su educación.
Por el momento, el único problema que han tenido ha sido una tormenta de seis horas en pleno océano Atlántico y algunas trabas a la hora de desembarcar, pero siempre al final les han dejado entrar al enterarse del tiempo que llevan navegando.