La historia de la toga de Milagros Calvo, la primera mujer en el Supremo: "No recuerdo ni cuánto me costó"

  • Calvo quita importancia a ser la primera mujer magistrada del Alto Tribunal

  • Milagros Calvo donó su toga al museo del Tribunal Supremo esta semana

Este jueves, Milagros Calvo volvía a las puertas del Tribunal Supremo para entrevistarse con NIUS. Lo hace sin nostalgia, porque dice que su etapa como jueza allí está cumplida y prefiere no dedicar tiempo a pensar en el pasado. Vallisoletana, pragmática y con 40 años de carrera fiscal y judicial a la espalda, Calvo quita importancia a ser la primera mujer magistrada del Alto Tribunal asegura, y a lo largo de la charla se nota que es verdad.

Lo que sí la enorgullece es que el Alto Tribunal le haya su toga para exhibirla en el Museo de la Plaza de las Salesas, en Madrid. "Nos hicieron a mi toga y a mí el enorme honor de depositarnos en el museo", relata la magistrada que compró esa toga en el 78, al acceder a la carrera.

40 años con la misma toga

A estas alturas ya no recuerda cuánto le costó, a pesar de que entonces "cualquier cantidad era importante" para ella. Si la tuviera que comprar ahora, le costaría desde 100 euros "a lo que se quisiera gastar", nos dicen en la sastrería de Enrique Gavilanes que calcula una toga media-alta de hace 40 años costaba unas 30.000 pesetas, (180 euros).

La pagó con los ahorros que tenía de su sueldo como secretaria judicial comarcal que tuvo antes de acceder a la carrera como fiscal. Para traerla al museo, la tuvo que sacar del fondo de un armario, porque ya no la necesitaba y no es mujer de colocar una prenda en una urna.

La toga de Milagros Calvo salió buena, porque nunca la ha cambiado desde el 78, aunque sí ha tenido que arreglar las puñetas (los adornos de la manga) y cambiar el distintivo, no sólo porque el primero estaba "defectuoso", sino porque va cambiando conforme se evoluciona en la judicatura.

En su caso eligió la carrera fiscal. Ni por asomo pensaba entonces en el Supremo: "Eso no te lo planteas al principio de tu carrera ni como posibilidad remota, no es una meta lógica para ninguna cabeza que esté bien organizada".

Además, cuando ella empezó a estudiar derecho, en 1965, las mujeres tenían vetada la carrera judicial (excepto para las jurisdicciones de menores y laboral). En el 78, cuando aprobó el acceso, esa norma ya estaba derogada.

Al final, la vida y la carrera la llevaron al Supremo. Antes de aprobar las oposiciones, trabajó como secretaria judicial en Murcia. Al superar las pruebas se integró en la Fiscalía de la Audiencia Provincial de Vizcaya. De ahí, a la Magistratura de Trabajo, a la Sala de lo Social del TSJ de Madrid y en el 2002, al Supremo.

Fue durante su época en la Escuela Judicial, donde hizo sus primeras oposiciones -las de secretaria judicial- cuando comprobó que en la España de principios de los 70, nadie se había dado cuenta de que las mujeres habían llegado al mundo de la judicatura. Los lavabos eran mixtos, porque "a nadie se le ocurrió" que hacían falta servicios de señoras. "Era absurdo, porque ya habían ingresado mujeres en el cuerpo de secretarios y de fiscales comarcales y municipales, pero no se había arreglado aquello, no sé qué problema había con eso, la verdad".

La primera mujer llegó al Supremo en el Siglo XXI

"A mí me lo que enorgullece que mi toga esté en el museo, da igual que sea por haber sido la primera, que si hubiera sido la Nº 44", afirma la primera magistrada que consiguió una plaza en el TS y que cree que el aumento de la presencia femenina es algo "natural, una vez haya entrado una lo normal es que se vaya incrementando".

Lo cierto es que hubo que esperar hasta el Siglo XXI -año 2002- para ver a una mujer, en concreto Milagros, por el antiguo convento de las Salesas (sede del Supremo). A día de hoy son 16, de un total de 75 magistrados, así que el crecimiento es real, pero no demasiado rápido.

Tras finalizar sus estudios universitarios, Milagros ejerció como secretaria en los juzgados comarcales de Villena y Yecla, en Murcia. En 1978 superó las oposiciones a las Carreras Judicial y Fiscal y tuvo su primer destino en la Fiscalía de la Audiencia de Bizkaia. Dos años después se incorporó a la Magistratura de Trabajo, para pasar después a la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Su siguiente y última parada, fue el Supremo.

Preguntada por la perspectiva de género, Milagros Calvo asegura que ella no dictaría ahora ninguna sentencia distinta a las que ha dictado por ese motivo. Defiende lo "técnico" de su trabajo y de las deliberaciones de los magistrados.

"Son cuestiones técnicas, el debate no es acalorado. Lo que hay es mucha entrega porque el debate llega después de un estudio muy profundo, de dedicación de muchas horas" y claro, luego uno no se conforma con que sus compañeros se opongan.

Aquí todo es laborable, el 15 de agosto, el 25 de diciembre, el día de la epifanía, lo que sea

Milagros Calvo no se siente una pionera como mujer, aunque su toga esté en el museo por ser la primera que llegó al Supremo. Habla de la buena relación con sus compañeras y del trabajo exhaustivo de todos los jueces: "Olvidarse de los días laborables en la vida de un juez. Aquí todo es laborable, el 15 de agosto, el 25 de diciembre, el día de la epifanía, lo que sea", asegura.

Igual que no recuerda el precio de su toga, no tiene ni idea de cuántas sentencias ha firmado, pero sí las del año 85, nada más llegar a Madrid, fueron 1.056. (La media, incluyendo sábados y domingos, sale de casi tres al día).

Si tiene un recuerdo de trabajo intenso, además de aquel año, son los debates sobre la ilegalización de partidos políticos conectados con ETA. "Vivíamos aquí, resolviendo", rememora de aquellos años en los que el Supremo estaba abierto sábados y domingos y hasta altas horas de la madrugada.

Pero todo eso es pasado. Ahora, Milagros vive como una jubilada, muy cerca del Supremo, pero nunca pasa por allí. "El hecho de que te jubiles no significa que te hayas muerto, simplemente es otra etapa", por eso entre otras cosas no suele ir por allí, y no va a ir a ver la toga por nostalgia: "Venir a contemplar la puerta la fachada, pues no. A mí dar vueltas sobre lo pasado no me gusta".

Eso no quiere decir que el balance de sus 40 años vestida con toga sea malo. "Volvería a lo mismo" de lo que ha sido su vida laboral.