La polémica de la carne debilita la situación de Garzón de cara a la remodelación de Gobierno

  • Pedro Sánchez le rebate desde Lituania: "Un chuletón al punto es imbatible"

  • El ministro de Agricultura, Luis Planas, tacha la campaña como "errónea" e injusta"

  • Garzón irrita a presidentes de comunidades autónomas en las que la ganadería es un sector esencial

En lo que lleva como ministro ha tenido pocas apariciones en escena, pero varias han sido sonadas. Lo ha vuelto a hacer. El titular de Consumo, Alberto Garzón, se ve otra vez envuelto en una monumental polémica a raíz de su implicación en una campaña que aboga por controlar el consumo de carne roja.

Garzón personalizó la iniciativa, con un vídeo en el que argumenta que evitar el abuso de ese tipo de alimento va en favor de la salud de las personas y del planeta, y ha personalizado también las reacciones en contra. Que son muchas, todo un despliegue que no entra tanto en el fondo del mensaje, sino que tiene más que ver con sus derivadas política y económica. Y en la mezcla de ambas.

En la lista de agraviados se juntan ministros, presidentes y consejeros de comunidades autónomas, políticos de la oposición, empresarios del sector agroalimentario, miles de tuiteros… Y hasta el presidente del Gobierno que, incómodo ante un nuevo roce en su equipo, intentó no alimentar el fuego sin dejar de tomar postura: "Un chuletón al punto es imbatible", dijo desde Vilnius (Lituania). Una de las frases de esta crisis que quedará para la historia.

Tensión en el Gobierno

En lo político, el episodio ha provocado otro enfrentamiento, uno más, en el seno del Gobierno. El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, fue de los primeros sorprendidos (para mal) con el paso dado por su compañero de gabinete. Lo hizo sin consultarle, según Planas, que considera que la campaña #menoscarnemásvida diseñada por Consumo es "errónea" e "injusta" con el sector. "Los políticos no estamos para crear problemas", añadió, dando a entender que es lo que ha hecho Garzón.

Para el Gobierno, sin duda es un problema el alcance de la polémica, a la que se ha ido sumando todo el mundo. Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha: "En Madrid se dice muchas tontás". Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura: "Le invito al ministro de Consumo a una dehesa. Sobre el terreno es más fácil que nos entienda". Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria: "El ministro habla poco, pero cuando lo hace sube el pan". Javier Lambán, de Aragón: "Los ganaderos de Aragón siempre tendrán ayuda frente a dislates erráticos y perversos del ministro del ramo". Los cuatro son de comunidades donde el sector ganadero es vital. Tres de ellos, socialistas.

En comunidades de este tipo la respuesta ha sido un clamor. En Andalucía, además piden la retirada de la campaña por ser una "aberración". La oposición tampoco ha reparado en sus ataques. Pablo Casado la considera una polémica "estrafalaria" y ha cargado contra el "intervencionismo" de Garzón en los hábitos alimenticios de los españoles cuando hay dos millones de personas en las colas del hambre "que no pueden comer carne y les gustaría". Vox ha contraprogramado el lema de la campaña: el suyo es #menoscomunismomásvida. Inés Arrimadas, de Ciudadanos, se ha llegado a cuestionar la utilidad de que haya un ministerio de Consumo. Foro Asturias ha propuesto que a Garzón se le repruebe en el Congreso.

Entre tanto varapalo, destaca el demarque de Gabriel Rufián, que ha puesto el foco en Pedro Sánchez, y le acusa de "vender a su ministro porque la derecha le monta una campaña en contra".

El portavoz de ERC avisa que cuando la derecha está en contra suele ser porque lo que se dice es verdad. En eso se apoya Garzón al insistir en su defensa de la campaña. Dice que no se trata de no comer carne, sino de reducir su consumo y controlar su procedencia. Lo que el propio Gobierno ha defendido en su famosa estrategia España 2050.

La crítica unánime del sector

España es el mayor consumidor de carne de la Unión Europea, según la FAO. Se consume un kilo de carne semanal por persona, cuando la recomendación de las autoridades sanitarias es no pasar de 500 gramos. Para producir un kilo de carne de vacuno son necesarios 15.000 litros de agua. La industria cárnica produce el 14’5% de los gases de efecto invernadero.

El sector de la agroalimentación no se para en lo que purdan aconsejar o no estos datos, ni le valen las reflexiones a largo plazo. Está en lo inmediato. Para sus profesionales, la campaña es un "ataque gratuito" a su medio de subsistencia. Consideran que el ministro "criminaliza la producción de carne".

Alberto Garzón no es el único ministro que patina con los temas de comer. Ya le pasó a Celia Villalobos, siendo ministra de Sanidad y Consumo con el PP, cuando aconsejó a las amas de casa hacer el caldo con huesos de cerdo, en plena crisis de las vacas locas. O a Miguel Arias Cañete, titular de Agricultura, también con el PP, cuando hizo alarde de comerse los yogures caducados.

Garzón, en situación delicada

La cuestión es que Garzón ya lleva varios deslices. El más criticado fue cuando dijo del turismo que era un sector "precario, estacional y de bajo valor añadido". En un país de sol, como España, esas palabras le pasaron factura. La otra que se recuerda viene de cuando su cruzada contra las casas de apuestas se quedó reducida a apenas nada.

Lo de la carne vuelve a ponerle en aprietos. No solo por haber metido el dedo en la llaga de un sector estratégico. También por el momento.

Pedro Sánchez estaba tan aparentemente tranquilo. De gira por el Báltico en el reinicio de su campaña internacional, que pronto le llevará a Estados Unidos. Con la vacunación a buen ritmo y la recuperación en marcha. Y en lo que parecía ser un fin de curso plácido le estalla un episodio que tensiona de nuevo su equipo. Un disgusto.

Su respuesta del chuletón evidenció varias cosas. Por su brevedad, que no quiere dar mucha cuerda al debate de la alimentación. Por lo que dice, que toma partido por Planas, pero entre risas y como no haciéndolo para quitar hierro al asunto de la nueva divisón en su gabinete. Para colmo, y de rebote, descubrió una diferencia inesperada: en el cómo les gusta la carne. Al presidente, al punto. Al ministro, según confesó tras escucha a Sánchez, poco hecha.

Por esto en conreto no va a ser. Pero Garzón, que figuraba ya como uno de los aspirantes a salir del gabinete en una remodelación que se supone inminente, se coloca tras lo ocurrido en una situación aún más delicada.