Superrepartidor de súper en tiempos de crisis

  • "Mi mayor satisfacción es llegar a casa con el trabajo bien hecho"

A simple vista parece un trabajador más, pero durante el confinamiento por el coronavirus José Luis Roca se ha convertido en una especie de ángel de la guarda para muchos ancianos de la sierra madrileña a los que reparte la compra del supermercado.

Luis (así le llama la clientela) lleva casi diez de sus 47 años de repartidor, almacenista y cajero en uno de los dos súper que hay en Manzanares el Real, un pueblo situado en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama y con 8.600 personas empadronadas, a las que hay que sumar varios cientos a los que pilló la declaración del estado de emergencia en su segunda residencia y se quedaron.

Jornadas "agotadoras"

Desde entonces no tiene tiempo para casi nada pues a las jornadas "agotadoras" se une una faceta más altruista. De vuelta a casa, en Guadalix de la Sierra, "dos o tres" días a la semana lleva en su propio coche la compra a personas mayores de éste y otros pueblos, algunos a más de 30 kilómetros de distancia como San Agustín del Guadalix, que no pueden hacerlo y se lo piden porque le "tienen confianza" y saben de su buena predisposición.

Para las personas que están en cuarentena o que por otra razón no pueden, hay un grupo de voluntarios de Protección Civil en Manzanares que se encarga de hacer la compra, y en el primer caso llevársela a casa, "pero no lo cubren todo y no llegan a ciertos casos", explica Luis.

Tanto él como sus compañeros son muy escrupulosos con los protocolos de seguridad y con la higiene. "Los llevamos a rajatabla", afirma. De hecho, en el supermercado, con 20 personas en la plantilla, no ha habido bajas hasta ahora, confirma Ana, la encargada del establecimiento.

Estrés entre los empleados

Como en otros súper y tiendas de alimentación, la fiebre de las compras ha bajado algo pero se siguen adquiriendo productos a un ritmo mayor de lo habitual, las colas son frecuentes y también el estrés entre los empleados, que el mes pasado recibieron una "bonificación" por el trabajo que vienen desarrollando desde el inicio del estado de alarma.

"Al principio se compraban productos de primera necesidad como el arroz y las legumbres y se hacía acopio de papel higiénico y de cocina, mientras que ahora son los productos de ocio como las patatas fritas, cerveza, levadura, harina o el chocolate los que más se venden", apunta Luis.

Tras trabajar como jefe de turno de planta en una fábrica de Castellón de la Plana, en salvamentos y ambulancias y en un hospital de la Mutua, Luis comenzó a trabajar en una cadena de supermercados que él considera "familiar".

Nota "angustia y miedo" cuando hace los repartos a domicilio, pero asegura que las medidas que adoptan para servir los pedidos son extremas. "A cada casa llevamos guantes nuevos. Las cajas solo las toca el repartidor. No tocamos puertas; no entramos en las casas, desinfectamos y si no me encontrara bien dejaría de trabajar", cuenta.

"Por nada del mundo las pondría en peligro"

En su casa le esperan su esposa, que trabaja en otro súper de la misma cadena, y su cuñada, "y por nada del mundo las pondría en peligro", añade.

Luis siente que, en general, su trabajo es más valorado desde el inicio del confinamiento. "Hay de todo, desde gente mayor que me trata como un héroe", cosa que rechaza categóricamente, a otros que no le dan tanta importancia.

"Los héroes son los sanitarios y los que trabajan en las residencias. Yo solo soy un eslabón en esta cadena de distribución", admite.

A una clienta que le dijo que no le podía dar propina le respondió que la "mejor" propina era "una sonrisa y ya nos daremos un beso cuando esto acabe", cuenta el solícito repartidor, almacenista y cajero (los domingos, antes de la crisis), quien siempre despide al personal con un "que tengas un feliz día".

"Mi mayor satisfacción es llegar a casa con el trabajo bien hecho", concluye.