El boxeo como terapia para el párkinson: "Libera tensiones y reduce el estrés, es mejor que un spa"

El fisioterapeuta Iker Tamallo, que lleva 10 años practicando boxeo, junto a sus alumnos.. Redacción Euskadi
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BilbaoCada año, 400 vascos reciben el diagnóstico que les confirma que padecen Párkinson, la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente tras el Alzheimer. Desde hace 28 años, cada 11 de abril, se celebra el Día Mundial del Párkinson, fecha que conmemora el nacimiento de James Parkinson, el médico británico que descubrió la enfermedad en 1817 y que 208 años más tarde "no tiene cura ni tratamiento específico", aunque cada vez hay nuevas terapias orientadas a retrasar los efectos de la dolencia y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.

En Euskadi, la Asociación Párkinson Bizkaia, Asparbi, ha sido pionera en apostar por el boxeo como terapia innovadora para mejorar la calidad de vida de las personas con Parkinson y frenar la progresión de la enfermedad. La idea rondaba desde hace un lustro, pero la irrupción de la pandemia de Covid-19 postergó su puesta en práctica hasta el pasado enero. "Empezamos un grupo de cinco personas y en cuatro meses somos ya 35", apunta el fisioterapeuta de la asociación, Iker Tamallo.

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Al principio, la idea de practicar boxeo, como terapia, "les resultó chocante" y muchos repetían, como un mantra, eso de "no sé si es para mí", tal vez porque, como admite Iker, al boxeo le precede una cierta fama de "violencia, sangre y golpes", pero aquí, no hay nada de eso. Se trata, de boxeo sin contacto, es decir, "hacemos todo el proceso previo al sparring".

Boxeo sin contacto

Curtido en la práctica del boxeo desde hace una década, entrena sobre el tapiz a sus alumnos y alumnas, de 35 a 85 años, aquejados de esta enfermedad neurodegenerativa, dos veces a la semana durante media hora, "es un ejercicio muy enérgico e intenso y 30 minutos es más que suficiente, en ese rato, ya acaban que no pueden más".

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Arranca la terapia con un, "gancho, izquierda, derecha y dos pasos atrás". Una pequeña serie que sus alumnos con Parkinson deben memorizar y ejecutar, "de alguna manera con ese simple acto se unen el cuerpo y la mente", advierte.

Los beneficios de quienes se enfundan los guantes durante la innovadora terapia son numerosos. Así, Iker apunta a que el entrenamiento de boxeo ayuda a trabajar en una sola sesión muchos aspectos distintos. Por ejemplo, a mantener y mejorar el equilibrio, la postura y la coordinación, que a menudo se ven afectados por la enfermedad de Párkinson. Además, esta práctica deportiva activa los músculos de manera eficaz, promoviendo una mayor fuerza, que "ayuda a que los temblores propios del Párkinson pueden reducirse".

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A nivel emocional, el boxeo ayuda a liberar tensiones, reduce el estrés y mejora el bienestar emocional, "es mejor que un spa", bromea Iker, y, además, aumenta la confianza de los participantes que experimentan una mayor sensación de control sobre su cuerpo y vida. "Anímicamente, el boxeo te permite soltar todo lo que tienes dentro", añade.

Los expertos apuntan a que el ejercicio físico puede ayudar a ralentizar el avance de la enfermedad que cursa con temblores o rigidez, dos de los síntomas motores más característicos del Párkinson. En concreto, "sabíamos que el boxeo para personas con Párkinson ya se había puesto en práctica en Estados Unidos, incluso en México, pero aquí no había referencias".

Tras cuatro meses, la experiencia está siendo "muy positiva", de ahí que en vísperas del Día Mundial del Párkinson, Asparbi decidieran hacer una exhibición de esta terapia.

Detección precoz

La detección precoz del Párkinson ayuda a iniciar terapias que pueden ralentizar la progresión de la enfermedad, de ahí la importancia de estar alerta ante signos como la pérdida del olfato. Según diversos estudios, “puede manifestarse hasta una década antes del inicio de los síntomas motores del Párkinson”, explican la asociación Asparbi en su página web.

Así, recomiendan no pasar por alto la dificultad para reconocer olores fuertes como el café, el ajo o el humo; la pérdida gradual del interés por los olores en general o la alteración en la percepción de los sabores, ya que el olfato está estrechamente relacionado con el gusto. “A menudo pasa desapercibido y su detección puede ser clave para un diagnóstico precoz y un mejor abordaje de la enfermedad”, concluyen.

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