Marruecos se prepara para un partido con tintes de "ajuste de cuentas histórico" con España

  • El país magrebí vive desde hace cuatro días entre la alegría y la tensa expectación ante el partido de mañana contra la selección española en los octavos de final del Mundial de Qatar

  • Los aficionados marroquíes confían en que la juventud y la ilusión de los ‘leones del Atlas’ les valgan el pase a cuartos, aunque no pierden el respeto hacia el combinado español

Hace cuatro días, los que han transcurrido desde el pase de las selecciones de Marruecos y España a octavos de final de la Copa del Mundo de fútbol, que no se habla de otra cosa en el país. ¿De qué otra cosa se va a hablar? Encima ha llovido, el otro gran problema que obsesiona a los marroquíes desde hace meses, un par de veces estos días. Todo, incluida la agenda de las autoridades, la jornada de trabajo, las clases de los chavales se organiza estos días en Marruecos en función de la fecha del martes a las 16.00 horas.

Es el día D – en España es el día de la Constitución- y la hora H del año y tal vez del lustro o de la década. El gran partido de cuartos de final entre Marruecos y España, España y Marruecos de la polémica Copa del Mundo de fútbol de Qatar. Más que un partido más, desde luego, porque el ganador del choque se meterá nada menos que en cuartos de final de la competición. Pero menos que el pistoletazo de salida, esperamos todos, de una crisis diplomática más entre los dos países, que ya de esas han tenido bastante en los últimos tiempos.

Con todo, el ambiente se ha calentado en las redes sociales -ese ágora desvergonzado- en las últimas horas. Abundan en la esfera tuitera marroquí las alusiones y apelaciones históricas y militares al encuentro; para más de uno puede librarse para Marruecos una suerte de revancha histórica con la pelota como arma y el césped del estadio ‘Ar Rayyan como campo de batalla.

Más de un amigo me ha asegurado que el espíritu del caudillo (rifeño) Abd-el-krim el Jatabi, responsable de una de las mayores humillaciones militares de la historia de España, habitará en cada uno de los jugadores de la selección marroquí mañana. Alguno que otro hace un batiburrillo y mezcla Al-Ándalus, la conquista de Granada, las guerras del Rif y las “ocupadas” Ceuta y Melilla y las Chafarinas en el mismo pack. Pero, más allá de las expresiones de patriotismo subido de algunos, subyace en cierta manera una reivindicación política: la de un país que, aunque consciente de las enormes diferencias en desarrollo humano que lo separan de sus vecinos europeos, quiere reivindicar un sello propio de hacer las cosas. De los de abajo, al margen de despachos oficiales y palacios. No en vano, muchos de los propios jugadores de la selección, hasta 14 de ellos, son hijos de la sufrida emigración marroquí a Europa; nacidos en Canadá, España, Bélgica (rivales de Marruecos en este Mundial, por cierto), Países Bajos o Francia.

Orgullo y prejuicios

Y, de repente mi condición de español, conocida por todos en mi calle del barrio de la mellah de Rabat, lo sepa o sepa yo o no, me convierte en uno de los personajes más populares de la semana. Abderrahmán, el portero del bloque, me pregunta con su gesto de pillería por el partido. “¿Qué va a pasar?”. “Abderrahmán, yo lo veo muy igualado, incluso diría que Marruecos es favorito”. “No sé, no sé”, me dice tendiéndome la mano para estrechármela y nos deseemos suerte para el martes. Observan la conversación discretamente otros transeúntes.

La vida de Abderrahmán,  que nació en Nador pero llegó a Rabat hace tres décadas para buscarse la vida en la capital, transcurre en los doscientos metros de la calle entre recados y chapuzas varias. Aunque su vida es el puro ajetreo de la supervivencia, el portero de mi calle no se pierde un solo partido de la liga española en el café Casablanca y a menudo me reprocha no hacer lo mismo ni estar al tanto de la clasificación (la mitad del vecindario es del Real Madrid y la otra mitad del FC Barcelona).

Lo cierto es que, como Abderrahmán, con una mezcla de respeto e ilusión, los marroquíes no hacen otra cosa estos días que hablar y soñar con el partido de mañana. Ya han hecho historia: sólo en el Mundial de México en 1986 los ‘leones del Atlas’ llegaron a octavos. Hacía 24 años que no ganaban un partido en una fase final de una Copa del Mundo.

Pero saben que tienen la mejor generación de futbolistas de su historia –con jugadores en equipos punteros de Inglaterra, España o y que, en su modestia, han creado un estilo propio, dentro y fuera de la cancha. Sueñan con llegar lejos en la competición. “Continuaremos la aventura del Mundial con la misma determinación y perseverancia”, dijo de manera prudente y elegante al término del partido contra Canadá el jugador del combinado marroquí -y del Sevilla FC- En-Nesyri.

Los marroquíes, dejemos al Estado y sus intereses aparte, admiran España, su progreso, su alegría, su democracia, su bienestar. La crisis de 2020-2022 estuvo a punto de emponzoñarlo todo para una buena temporada. El que esto escribe fue testigo el 11 de julio de 2010 en el centro de Rabat, en el bulevar Mohamed V para ser más exactos, de cómo un buen grupo de marroquíes se echó a la calle para celebrar la victoria de España en el Mundial de Sudáfrica. Con banderas rojigualdas incluidas. Fue una alegría compartida y sincera. Dudo que algo semejante ocurriera en otros países.

De ahí que a mis amigos marroquíes les entristece cuando historiadores, comentaristas y políticos españoles desprecian a su país en público en artículos o tertulias. Las élites marroquíes escudriñan lo que se publica en España sobre su país de manera diaria.

El respeto por España es extensible a la selección de Luis Enrique, a la que, conscientes de que no es ya el equipo legendario de Sudáfrica, no dan ni mucho menos por derrotada.

Una fiesta desde el jueves

Lo cierto es que, con independencia del resultado del partido de mañana, Marruecos vive desde el jueves pasado al concluir su choque contra Canadá en un estado de alegría colectivo como uno no recuerda. A la espera de que una eventual victoria de los magrebíes contra España lo supere -cuesta imaginar las dimensiones de la explosión de alegría colectiva que ello supondría-, la marea humana que tomó las calles de las ciudades y pueblos de Marruecos los días 27 de noviembre y jueves 1 de diciembre se tomará como referencia futura.

Superadas ampliamente quedan las marchas del mes de febrero de 2010, cuando decenas de miles de jóvenes se manifestaban espoleados por la oleada de solidaridad colectiva de la Primavera Árabe exigiendo dignidad y libertades, o las habituales marchas de protesta de sectores profesionales que suelen registrarse en los alrededores del Parlamento marroquí.

No fueron, no, las citadas celebraciones callejeras sólo el resultado de la fogosidad de los jóvenes futboleros que toman las playas marroquíes cada verano en pachangas interminables y de la felicidad de los hombres maduros que pasan sus días en los cafés entre infusiones y cigarrillos.

Allí estuvieron todos, mayores y jóvenes, niños y abuelos, chicas veladas y muchachas con melenas al viento, sofisticados empleados de banca de Hay Riad y amas de casa de Salé o la antigua medina, policías y vendedores ambulantes codo con codo en los mismos espacios públicos.

Nada que ver, que quede constancia, toda esta armonía y buen rollo con las escenas incívicas protagonizadas por algunos hijos de la emigración marroquí en Francia o Bélgica tras las victorias de los ‘leones’. Otro mundo.

En fin, que lo de estos días está siendo un chute de moral colectivo para los marroquíes. Nadie mejor que mis vecinos para saber que los goles de En-Nesyri o Ziyech no les ayudarán a cuadrar las cuentas de la casa a final de mes; ni siquiera a abaratarles los tomates o la gasolina. Pero tampoco quieren amargarse: saben que la vida son estos buenos ratos que han vivido y quieren repetir esta semana entre familia y amigos.

Hasta Tahar Ben Jelloun, el más importante de los escritores marroquíes vivos, premio Goncourt 1987, dejando claro que no le gusta demasiado este deporte de la pelota, admitía en su última tribuna en el digital Le360 la “emoción” sentida en el penúltimo partido de la selección de Marruecos, el jugado contra Bélgica, desde un café de Tánger. “El partido contra Bélgica permanecerá en los anales. Un equipo cohesionado, decidido a ganar. Ha triunfado. La emoción es intensa en todo nuestro país. Dos tantos marcados con fuerza y elegancia. Sin violencia, sólo la voluntad de darle a Marruecos el orgullo y el bien moral en estos días en que la lluvia se retrasa en el sur”.