La esperanza de vida en Estados Unidos se hunde en todos los grupos demográficos

  • Los jóvenes del país líder en investigación e innovación mueren antes que los de su entorno

  • La falta de acceso a un sistema de salud equitativo es una de las causas

  • Las familias gastan 100.000 millones de dólares anuales en atención médica

La esperanza de vida en Estados Unidos ha alcanzado su cuota más baja en los últimos veinte años, los jóvenes tienen las tasas de mortandad más altas de los países ricos y la mortalidad materno infantil alcanzó cifras récord en 2021. Esta es la radiografía que expertos en salud de la primera potencia mundial han presentado recientemente, preocupados porque las alarmas que llevan dando durante años no han surtido efecto y los datos empeoran.

Ya antes de que llegara la pandemia se publicaron varios estudios que advertían de la brecha de salud que existía entre Estados Unidos y otros países de altos ingresos. El Covid vino a constatarlo al comprobarse que el repunte de la esperanza de vida que tuvo lugar en todo el mundo durante el segundo año de pandemia, gracias a las vacunas, no se produjo en el país que más recursos económicos tiene. 

Ineficiencia

El problema no es solo que los estadounidenses de todos los grupos demográficos mueran a edades más tempranas que los ciudadanos del resto de los países ricos, sino que estos se ven obligados a gastar altas cantidades de dinero en unos seguros médicos que no garantizan la misma supervivencia que en otras naciones similares e incluso menos desarrolladas. A ello se suma la falta de eficiencia de un sistema tremendamente avanzado en investigación e innovación que sin embargo es incapaz de proporcionar más años de vida a su población.

Solo aquellos que consiguen superar los 75 años tienen ratios más altos de supervivencia en Estados Unidos que en otros países, con buenas tasas de detección de enfermedades como el cáncer, menor mortalidad por accidentes cerebrovasculares o mejor control de la presión arterial alta. Pero para ello hay que llegar a la edad a la que fallece la gran mayoría de la población, ya que la esperanza de vida ha disminuido a 76,4 años, según el informe publicado el pasado mes de diciembre por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) federal. 

Por estados

La esperanza de vida se basa, generalmente, en la genética y las condiciones de subsistencia. Dentro de estas, el acceso a una atención médica de calidad, la dieta equilibrada, una nutrición correcta, el ejercicio habitual y los bajos índices de criminalidad son factores fundamentales para vivir más y mejor. Debido a la diversidad y amplitud de un país como Estados Unidos, la expectativa de vida es diferente según la zona de residencia.

Los habitantes de Hawai son los que tienen una mayor longevidad (81’5 años), seguidos de los de los estados de California (80’8), Minnesota (80’8) y Nueva York (80’7). Al final de la tabla se encuentran Mississippi (74,6), Virginia Occidental (74,9), Alabama (74,9) y Kentucky (75,1). Todos ellos con altas tasas de obesidad, cáncer, enfermedades cardíacas, consumo excesivo de alcohol y atención médica de baja calidad.

Causas

A estas condiciones se suman otras que han llevado al país a sufrir el empeoramiento de su esperanza vida desde 1950. Como menciona un estudio publicado en CNN, extraído del American Journal of Public Health, la pandemia de Covid-19 provocó un retroceso, durante esos años, en las condiciones de salud pero el país llevaba quedándose atrás durante décadas. Las principales razones mencionadas son la falta de atención médica universal, una mayor ingesta calórica, la existencia de más armas, un mayor uso de drogas y mayores índices de pobreza infantil, entre otras.

Otros elementos que han agravado la situación son las malas condiciones socioeconómicas de ciertas bolsas de población, los entornos insalubres e inseguros y unas políticas públicas deficientes. Estas últimas ayudarían a explicar el porqué, a pesar de ser un país líder en innovación médica y de salud, hay tanta diferencia con países de similares recursos. 

Y es que la inversión en investigación, si no va a acompañada de la prevención de enfermedades y la mejora de las posibilidades al acceso a un sistema sanitario más equitativo, no da los resultados esperados. El coste es enorme: a la pérdida de los seres queridos se suman los 100.000 millones de dólares que las familias estadounidenses gastan en atención médica cada año.