Enrico Letta: “Italia y España no piden limosnas, sino una solución europea a esta crisis”

  • Entrevista en NIUS a Enrico Letta, ex primer ministro italiano

  • Advierte que "Europa está ante un peligro mortal"

  • Pide una intervención rápida de la UE para evitar nuevos recortes y desafección ciudadana

Enrico Letta (Pisa, Italia, 1966) es uno de esos políticos que se siguen definiendo, por encima de ideologías, como un “europeísta convencido”. De tradición democristiana y liberal, ingresó en el Partido Democrático en 2007, el momento de su fundación. En esta fuerza, integrada por centristas y socialdemócratas, fue haciendo carrera como hombre de consensos. Hasta que en 2013, en un momento de absoluto bloqueo político, el entonces presidente de la República, Giorgio Napolitano, le encargó comandar el Gobierno.

Fue primer ministro menos de un año, ya que su compañero de partido, Matteo Renzi, lo apartó con un golpe desde dentro. Ahora imparte clases en la prestigiosa Universidad Sciences Po de París. Atiende a NIUS por videoconferencia desde su casa en Roma.

El BCE ha activado la compra masiva de bonos del Estado, la Comisión Europea pretende invertir 100.000 millones en ayudas al desempleo y parece que la última propuesta es que los países acudan al fondo de rescate sin contraprestaciones. ¿Se ha movido suficiente la UE?

Están reaccionando bien las instituciones. Es decir, el BCE y la Comisión. Creo que el programa de compra de bonos del BCE es muy positivo, ha calmado a los mercados. Y la cancelación del Pacto de Estabilidad de la Comisión, la intervención con 100.000 millones para el desempleo y otras intervenciones sobre competencia o el mercado interno para desbloquear los envíos de material sanitario son muy importantes. Pero por ahora sigue siendo dramáticamente escaso el consenso entre los Estados miembros. Veo una división muy preocupante.

¿Cómo pueden presionar Italia y España al resto de países para conseguir que se mutualice el peso de la deuda que generará esta crisis?

Para mí la respuesta debería llegar con los llamados ‘coronabonos’, emitidos por el Banco Europeo de Inversiones (BEI). No mutualizarían la deuda acumulada, como temen alemanes u holandeses, sino que tendría un objetivo preciso: relanzar la economía, con una gestión conjunta a nivel europea. Las intervenciones del BCE no son suficientes porque no llegan a empresas y a ciudadanos más que rebajando los intereses de los préstamos y la prima de riesgo. Y, desde luego, no es suficiente la intervención de los países por su cuenta. Ésta es una crisis sistémica y debería haber una respuesta coordinada. Estoy contento de ver esta unión entre Italia y España, que siempre he defendido.

Pero, ¿no hay más opción que los coronabonos? Porque, como dice, Alemania y Holanda no parecen nada dispuestos.

Hay muchas posibilidades para intervenir, los coronabonos son sólo una de ellas. Holandeses y alemanes deben entender que esta crisis le ha tocado primero a españoles e italianos, no porque estemos más endeudados o no tengamos las finanzas en orden. Tarde o temprano le tocará a toda Europa. Y al mismo tiempo, españoles e italianos debemos comprender que la respuesta concreta no puede ampliarse al conjunto de la deuda. Si seguimos con los estereotipos habituales no llegaremos a ninguna parte.

¿No hemos aprendido nada de la crisis del 2009 y la posterior intervención de Grecia?

Creo que la lección más grande de la crisis financiera está ligada al factor tiempo. Empezamos en 2008 y la toma de decisiones no se produjo hasta el 2012, con las intervenciones de Mario Draghi y los programas de compra de títulos de Estado. En cuatro años perdimos tiempo discutiendo sobre si tenían que intervenir los Estados o las instituciones. Ahora vemos que en pocas semanas debemos encontrar una respuesta y debe ser eficaz. Aquella crisis fue asimétrica, golpeó a los países que tenían mayores problemas de finanzas públicas. Pero esta vez el virus no tiene pasaporte, no es meridional, golpea a todos. Es decir, siendo una crisis simétrica, la intervención debe ser europea.

Las posiciones de entonces son bastante parecidas a las de ahora. Alemania, con una postura ortodoxa y Holanda como el poli malo. Y, por otro lado, los países del sur. Los actores siguen siendo los mismos.

También aquella vez Alemania no quería que el BCE jugara un rol central, que hubiera una unión bancaria y que se creara el fondo salvaestados. Tuvieron que pasar cuatro años porque la situación ya era insostenible. A esos actores les digo que tomemos nota, que no nos dividamos y tomemos decisiones rápidas. Italia y España están actuando con gran determinación junto a Francia y Portugal.

De aquella crisis salimos muy mal parados. Los recortes en Sanidad golpearon a España e Italia. Ningún sistema puede sostener una emergencia como ésta, pero la sanidad italiana y española han colapsado prácticamente desde que comenzó la emergencia.

La crisis fue tremenda por los daños al sistema social. El paro, los recortes al sector público… Es evidente que es otra lección para lo que vivimos ahora. Hay que actuar desde el principio para evitar recortes y adoptar una política única en el aspecto sanitario. Sólo a nivel común podemos financiar investigación para cosas tan importantes como desarrollar una vacuna.

De todas formas, Italia no ha puesto sus cuentas en regla desde entonces. La deuda sigue creciendo y la economía no crece. ¿Entiende que haya países que no quieran prestar dinero a Italia?

Ni España ni Italia pide limosnas a nadie. Sólo pedimos que se construyan instrumentos europeos para afrontar una crisis que nos toca a todos. Muchos de nuestros problemas están ligados al crecimiento del populismo, que a su vez está vinculado a la crisis social y a una falta de respuesta eficaz a la anterior crisis económica. Para Italia añado también la falta de respuestas ante la crisis de los refugiados. El país se sintió abandonado y esto permitió que hubiera partidos que defendieran que toda la culpa es de Europa.

Hasta hace poco usted hablaba de una ventana de oportunidad para el relanzamiento europeo durante la convivencia entre Merkel y Macron. Pero a Merkel se le ha olvidado ahora hablar de Europa y Macron parece más centrado en problemas internos. ¿Hasta qué punto llega su preocupación?

Comparto la alarma que ha lanzado Jacques Delors, que ha dicho que Europa corre un peligro mortal. Porque si los países no demuestran solidaridad en un momento como éste, creo que no tendremos más capacidad para convencer a nuestros ciudadanos de que Europa sirve para algo verdaderamente. Creo que es un momento decisivo.

Pero, ¿qué está exactamente en riesgo: el euro, las instituciones, las democracias liberales, el modelo de globalización?

Creo que hay varios niveles de riesgo. Por un lado, el incremento del euroescepticismo en algunos países e Italia es uno de ellos. Un segundo riesgo es que nos estamos dividendo sobre los grandes valores europeos. Lo que sucede en estos momentos en Hungría es gravísimo, donde Orbán ha usado la crisis para controlar el poder superando el Estado de derecho. Y el último gran riesgo es la ineficacia, que la UE no sea eficaz para tomar decisiones y que estas divisiones terminen por convertirse en crónicas. La gran novedad que tenemos con respecto a la anterior crisis es que ha habido un Brexit. Es decir, los países saben que hay una alternativa, que puede salir de la UE.

¿Una alternativa plausible para países con peso importante dentro de la UE?

Para mí es una alternativa disparatada. Pero en Italia vemos que hay quienes abanderan la defienden y están usando esta crisis para hacer más fuerte una idea de salida, apoyándose en otros actores internacionales como Rusia. Creo que es un error profundo.

No faltan los politólogos que afirman que dentro de unos años veremos un mundo más similar al modelo chino. ¿Qué cree?

Creo que nuestra fuerza es demostrar que con la democracia se pueden dar respuestas a una crisis como ésta. España e Italia lo están haciendo. Estoy convencido de que no perderemos nuestra naturaleza con esta crisis.

¿Las democracias liberales aguantarán el golpe?

El actual modelo democrático seguirá fuerte si no nos dividimos entre nosotros, somos capaces de responder y no mostramos debilidad ante Orbán y lo que está haciendo. Yo soy optimista. No es necesario ser una dictadura o un totalitarismo para que nuestros ciudadanos respondan a lo que les pedimos.

Pero cuando todo haya pasado, ¿qué mundo tendremos? ¿Seguirán ahí Trump, los populistas y euroescépticos?

Me veo más capaz de responder qué mundo querría yo. Dentro de un año querría ver a Biden como presidente y una UE reforzada de esta crisis, con un cuerpo inmunizado y una capacidad de tener una democracia más fuerte.

Hasta hace nada hablábamos del cambio climático como el gran reto de nuestro tiempo. Ahora nos ha llegado una pandemia que nadie se esperaba y parece que la prioridad se vuelca sobre la sanidad. ¿Cuál es el reto, entonces?

No deberíamos desvincular ambas cosas, porque les une el concepto de sostenibilidad. La pandemia nos está llevando a vivir en un mundo menos ligado a las emisiones de carbono. Estamos empezando a entender que no es necesario viajar tanto en avión, que se pueden hacer muchas cosas a distancia y así mejorar la sostenibilidad.

¿Y cree que el modelo de Estado que tenemos actualmente, tras años de desregulación, es capaz de sostener esta idea? ¿Cree que el Estado puede recuperar ese papel central?

No, creo que esta crisis debe hacernos reflexionar sobre cómo las administraciones públicas están en disposición de reaccionar. Esto es fundamental porque no siempre es así. Uno de nuestros retos es cómo convertir nuestros sistemas públicos en más eficaces. Pero no tengo dudas de que el futuro pase por un reforzamiento del Estado y a su vez por una mayor coordinación entre los países y la UE.