Thomas Fasbender: “Rusia juega con malas cartas pero ha entendido que Occidente está más débil”

  • El escritor Thomas Fasbender es autor de la última biografía política sobre Vladimir Putin publicada en Alemania

  • Explica a NIUS la visión rusa del conflicto en Ucrania y apunta las dificultades de Europa para lidiar con el país del problemático inquilino del Kremlin

La carrera del escritor Thomas Fasbender (Gummersbach, 1957) es poco convencional. Antes que dedicarse a escribir libros sobre Rusia, como su último volumen, titulado Wladimir W. Putin: Eine politische Biographie (Manuscriptum, 2021) o “Vladimir Putin: una biografía política”, Fasbender ha sido, entre otras cosas, estudiante de filosofía, empresario, consultor y periodista.

Como empresario, Fasbender vivió dos décadas en Rusia, experiencia sin la cual no se entiende, por ejemplo, que ahora forme parte de los colaboradores de la versión alemana de la cadena televisión rusa RT, una empresa sin licencia para emitir en Alemania pero que ofrece su programación a través de Internet. Fasbender cree que la situación de RT – considerada como instrumento de propaganda por las instituciones europeas – obedece a la “guerra híbrida” que enfrenta a Rusia con Occidente.

“Estamos en un conflicto híbrido y en estos conflictos cada parte ataca con los medios a su alcance. RT es parte de ese conflicto”, dice Fasbender en esta entrevista con NIUS.

Fasbender es de los que entiende que hay que priorizar el diálogo con Rusia y de los que ve con buenos ojos que Alemania se niegue a entregar armas a Ucrania ante la amenaza de invasión de Rusia. Es más, no cree que esa invasión vaya a tener lugar finalmente, pese a que desde hace meses tropas y logística militar rusas están siendo amasadas en las fronteras con el país de la frontera oriental de la Unión Europea.

“Yo no creo que Putin vaya a invadir Ucrania. Porque podría haberlo hecho allá por 2014. Ucrania es, más bien, un instrumento. Lo que quieren los rusos es una mejor relación de fuerza respecto a Occidente. Los rusos saben que Occidente está debilitado”, según Fasbender. A su entender, en Moscú y en las cabezas de unos pocos en Occidente, la democracia liberal ha dejado de ser el modelo a seguir para el resto del mundo.

“En Rusia también se creyó en esa idea occidental del triunfo de la democracia liberal. También Putin creyó en ello. Porque lo normal era pensar eso, justamente”, subraya Fasbender. “En 2003, sin embargo, empezó a notarse que Rusia creía en esa idea”, apunta Fassbender, antes de lamentar que a los europeos les falte adaptarse a la actual situación del mundo.

“Vivimos en un mundo en el que hay grandes desafíos, además de China. En el mundo, tenemos tres grandes potencias: Estados Unidos, China y Rusia. Y los europeos sentimos que la UE no funciona”, abunda el autor de la última biografía política de Putin publicada en Alemania.

P: Usted trabaja para RT

R: Vamos a seguir trabajando. Personalmente no creo que RT vaya a terminar siendo prohibida. RT tiene su programación a través de internet. No sé dónde conservan las grabaciones, pero no es en Alemania. Pero bueno, hay un montón de programación de televisiones por internet que no tienen licencia en Alemania. ¿Quién sabe lo que puede pasar ahora? Estamos en un conflicto híbrido y en estos conflictos cada parte ataca con los medios a su alcance. RT es parte de ese conflicto. Pero hay que encontrar una manera de que las dos partes del conflicto se relacionen. Para Estados Unidos, esto está claro. Y para los rusos también. Yo personalmente no puedo hablar por RT, porque soy trabajador independiente allí. Me gusta trabajar allí. Comparto muchas posiciones que defienden los rusos, pero otras muchas no. Yo me considero relativamente neutral, en el sentido de que hay que ser relativamente neutral para poder hacer observaciones objetivas a unos y otros.

P: Antes de escribir su biografía política de Vladimir Putin usted publicaba un libro titulado Freiheit statt Demokratie: Russlands Weg und die Illusionen des Westens

Fue el escritor y teórico político estadounidense Francis Fukuyama el que a finales de los años ochenta describió en un artículo primero y en un libro después ese sentimiento que recoge la expresión “el final de la historia”. Tras la caída del comunismo, en Occidente se veían los problemas políticos internacionales como resueltos. Occidente sabía entonces qué era lo mejor para el mundo. A saber, y la democracia liberal, un sistema que ya había salido triunfante ante dictaduras como la de España o la de Portugal. En los noventa, hasta los chinos se olvidaron algo del comunismo. Esa década fue una década marcada por la idea de que el nuevo orden mundial sería como lo pensábamos en Occidente.

Personalmente, yo vivía en Rusia en 2003 cuando percibí que Rusia iba a elegir otro camino distinto. En Rusia también se creyó en esa idea occidental del triunfo de la democracia liberal. También Putin creyó en ello. Porque lo normal era pensar eso, justamente. En 2003, sin embargo, empezó a notarse que Rusia no creía en esa idea. Se notaba más en Rusia que en China. Pero Rusia tiene esa particularidad de ser un país europeo y asiático. Pero esto que vivimos ahora, el decaimiento de Occidente y el auge de Asia, es algo que se pudo percibir antes en Rusia que en otros países.

P: ¿Piensa usted que en Occidente hay una toma de conciencia de que el mundo no se va hacer más democrático y liberal como parecía que iba a ocurrir cuando Fukuyama escribió “El fin de la historia y el último hombre”?

Aquí, algunas personas empiezan a ver que la expansión del liberalismo occidental no va a funcionar. Pero en la mayoría de la gente formada, o en los medios, por ejemplo, esa idea de la expansión de liberalismo funciona como un dogma, porque esa idea funciona casi con un carácter religioso. Es como si no se pudiera pensar eso. Porque el dogma ofrece seguridad. Porque si no pensamos que el mundo se va a hacer más liberal, se impone la sensación de que somos nosotros los que vamos a perder, y nos damos cuenta, los europeos, de que nos queda muy poco, ya sea a nivel tecnológico o filosófico. En realidad, en Europa somos un continente que se ha empobrecido pese a que, a nivel económico, somos muy ricos. Los asiáticos, por ejemplo, en términos de principios, son los que tienen la sensación ahora de que son los fuertes. Pero aquí en Europa nos agarramos a nuestros dogmas como si se trataran de una religión.

P: Y si reconocemos que el mundo post-1989 ha desaparecido, que países como China o Rusia no se van a democratizar a la occidental. ¿Cuál ha de ser la respuesta?

Esto es algo extremadamente complicado. El gran problema de los europeos, y ahí incluyo a estadunidenses, canadienses, australianos, etcétera, es que hemos dominado el mundo en los últimos 200 años, económica, tecnológica y militarmente. Nuestros barcos eran los mejores, nuestras armas también, igual que nuestras economías y, en suma, todo el mundo se fijaba en nosotros. Rusia, por ejemplo, durante mucho tiempo ha estado abierta a Europa, no porque querían abrirse a los europeos, sino porque querían tener lo que tenían los occidentales. Pero hoy día, la cosa ha cambiado.

Los occidentales perdemos presencia internacional y Rusia se separa de nosotros porque a China y a otros países de Asia les resulta más atractivo, no sólo económicamente o tecnológicamente, sino también desde una perspectiva social. Para nosotros, los europeos, hay un desafío y es que hay procesos globales históricos que no podemos frenar. Por eso, tenemos que buscar las mejores maneras de afrontar esto. Y hay que tener en cuenta que la geografía es nuestro propio destino. No podemos cambiar nuestro posicionamiento en el mundo. La pregunta de qué tenemos que hacer para frenar esos procesos globales es una pregunta retórica. Lo que tenemos que hacer es reconocer la realidad y hacer lo mejor que podamos dentro de esa realidad.

P: Por eso es interesante tratar de entender mejor quién está en el poder en Rusia. ¿Qué es lo que hay que comprender, por ejemplo, sobre Vladimir Putin que todavía no se haya hecho?

Yo creo que hay que hacer abstracción de la persona en sí. Porque Putin es, como todo gran político que marca una época, una cristalización de una corriente de pensamiento y una forma de pensar de la sociedad y las élites de un país. En mi último libro, yo no me centro tanto en el individuo, sino los factores políticos que unen a un país. Un individuo no puede regir un país si la gente del país no se ve en ese individuo. Esto es decisivo. Por ejemplo, Franco en España, durante un momento de la historia de España, encarnaba una realidad española. Esto es Putin también, del mismo modo que Hitler lo fue en Alemania o Franco en España, por muy imposible que sea comparar a los tres. Barack Obama también encarnó una realidad de Estados Unidos en un momento dado. Estos líderes encarnan realidades nacionales.

P: En Alemania han regido ideas de un tiempo a esta parte que llevaban al acercamiento con Rusia. Me refiero a ideas como esa de “cambiar a través de negociar” en la que tanto creen los socialdemócratas alemanes, por ejemplo. ¿Pero entienden los alemanes aún lo que pasa en Rusia? En su momento, la canciller Angela Merkel dijo que Putin había perdido “contacto con la realidad”

Para responder, hay que mirar la historia previa que comparten rusos y alemanes. Desde la repartición de Polonia a finales del siglo XVIII entre el Imperio ruso, Prusia y el imperio Habsburgo, hasta 1990, o sea finales del siglo XX, siempre hubo esa idea entre los alemanes de lo que era la vecindad con Rusia. Esa idea ya no la tenemos desde hace treinta años, pero tiene su importancia. En lo que fue Prusia, en el este alemán, sobre todo, ser alemán era diferente respecto alemán del oeste. En Prusia, se era más autoritario, por ejemplo, y en este sentido, más cercano a Rusia. Y todavía hoy rusos y alemanes se entienden bien. Porque también a los alemanes, por muy liberales y demócratas que seamos, nos gusta la autoridad, la disciplina y la limpieza. No somos como los italianos o los franceses. Pero lo cierto es que, con el tiempo, Alemania se ha hecho un país más occidental, y Rusia se ha hecho más oriental.

P: ¿ Qué piensa usted de la política de Merkel hacia Rusia ?

Creo que a Merkel hay que reconocerle la política que hizo hacia Rusia. Muchos historiadores dicen ya que llevó a cabo una política hacia Rusia inteligente. Merkel habló más con Putin de lo que se sabe porque ella llamó mucho por teléfono al presidente ruso sin que eso quedara registrado, dado que los rusos odian que permanentemente se haga público cada contacto. Ahora, con Los Verdes en el Gobierno alemán, la transparencia es algo especialmente importante. Pero esto, con los rusos, no funciona. Por eso estamos en una situación complicada.

Y esto lo vemos en que, desde el año pasado, en Rusia sólo reconocen como interlocutores a los Estados Unidos. Creen que con los europeos no hay nada que hablar, porque los alemanes no son capaces de hacer cambiar las cosas, los franceses están ocupados con sus cuestiones nacionales y la UE, en realidad, no tiene peso en sí. Los europeos estamos en una situación difícil.

P: ¿Se aprovecha Rusia de eso que algunos llaman la retirada de Occidente de la escena internacional, algo que se vio por ejemplo, en la retirada de Afganistán, o en la propia división de la sociedad estadounidense?¿Es por eso por ejemplo que Putin aprovecha para amenazar a Ucrania?

Empiezo por el final. Yo no creo que Putin vaya a invadir Ucrania. Porque podría haberlo hecho allá por 2014. Ucrania es, más bien, un instrumento. Lo que quieren los rusos es una mejor relación de fuerzas respecto a Occidente. Los rusos saben que Occidente está debilitado. Pero Rusia, que tiene el tamaño económicamente de Italia, que tiene problemas de crecimiento económico desde hace años aunque aún tiene fuerza militar, juega con malas cartas en el escenario internacional. Pero lo que se ha entendido en Rusia es que Occidente también está más débil que en el pasado. Rusia quiere, en realidad, llamar la atención para que los occidentales bajen de su pedestal y traten al mismo nivel a Rusia.

P: Pero Rusia, en los últimos años, intervino en la guerra de Georgia de 2008. Apoyó a los separatistas del este ucraniano. Se anexionó Crimea. A Rusia se le implica en el ataque contra el avión de Malaysia Airlines, en el asesinato de un checheno en pleno centro de Berlín, el envenenamiento del opositor Alexei Navalny, entre otras cosas. ¿Es útil hablar con un país que hace estas cosas por el mundo?

Hay que reconocer las realidades. Rusia no se siente obligada a respetar las nombras de una democracia liberal. Durante veinte años, tras las caída del comunismo, el propio Putin habló de democracia. Pero eso ya ha desaparecido de su discurso. Los rusos ya no creen que los occidentales puedan modificar su sistema político y social para hacerlo más liberal y democrático. Por eso Rusia se está haciendo más autoritaria y represiva. En lo que respecta a la política exterior, Rusia ha pasado a comportarse como un gran poder internacional. Están haciendo como cuando Estados Unidos mató al general iraní Qasem Soleimani. No estoy diciendo que ambas cosas sean idénticas, pero sí comparables. El error que cometen los europeos cuando dicen que no se puede hablar con países como Rusia, es que están creyendo en un mundo ideal en el que leones y corderos viven en armonía.

P: Alemania no apoya el envío de armas a Ucrania pese a la amenaza rusa. ¿Cómo ve usted esto?

Ayer leía una encuesta que decía que hasta el 73% de la población alemana estaba en contra de la entrega de armas a Ucrania. El Gobierno está influenciado por esta idea de la población, que no quiere participar en la guerra. También hay escepticismo en la población sobre si Ucrania es una democracia ideal o si los ucranianos son los buenos y los rusos los malos en el conflicto. Luego, la historia también juega un papel. El Ejército de la Alemania nazi invadió la Unión Soviética y esto lastra la capacidad de acción internacional de Alemania. Pero que se diga que los alemanes traicionan a los ucranianos al no enviar armas es una polémica muy fea.

P: Mencionaba usted las encuestas en Alemania sobre el envío de armas a Rusia. Es curioso que los que más se oponen a esos envíos son, por un lado, los votantes del partido izquierdista Die Linke y los del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD).

En la izquierda lo que hay es una tradición pacifista que rechaza, por principio, cualquier guerra, da igual quién se oponga a quién. En la derecha, lo que hay es una voluntad de diferenciarse y distanciarse del establishment, me refiero a partidos como el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la Unión Demócrata Cristiana (CDU) o Los Verdes. Estos partidos son partidos que están orientados hacia la OTAN y, ante esto, los hay que tienen más simpatía por Rusia. El antiamericanismo juega aquí un papel importante. Pero en el establishment, en cualquier caso, se empieza a percibir que Estados Unidos está cambiando y que Donald Trump es un ejemplo de esto mismo. Los Estados Unidos de ahora no son los que nos liberaron del fascismo en 1945.

Yo veo que hay mucha incertidumbre en la política alemana sobre lo que nos trae el futuro geopolítico, ya sea respecto a la relación con Estados Unidos como respecto a la relación con Rusia. Para muchos ese final del “fin de la historia” es algo doloroso, porque estábamos en el lado bueno de la historia. Ganamos sin pagar con sangre. Teníamos a Estados Unidos como gran protector. Pero ahora vivimos en un mundo en el que hay grandes desafíos, además de China. En el mundo tenemos tres grandes potencias: Estados Unidos, China y Rusia. Y los europeos sentimos que la UE no funciona, y los alemanes, que en décadas no tomamos ninguna decisión importante, estamos en una situación difícil.

P: Ha dicho Olaf Scholz que quiere próximamente ir a Moscú a visitar a Vladimir Putin. ¿Qué espera usted de ese encuentro?

Es algo importante. Espero que Putin se comporte de forma profesional, como hizo el jefe de la diplomacia rusa, Sergei Lavrov, en la reciente visita de su homóloga alemana, Annalena Baerbock. Ocurre que Alemania ha perdido un factor importante en la política internacional: Angela Merkel. Para Putin, ella era la última gran figura de primer nivel en Europa. Putin tenía respeto por ella. Pero ahora Merkel no está. Scholz, claro está, es el canciller, pero nunca ha sido alguien que significara tanto como Merkel.