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Si usted es de los que piensan que la ciudad de Nueva York es espectacular independiente de la época del año en que la disfrutes, estará de acuerdo conmigo en que cuando la Gran Manzana se viste de Navidad, no tiene parangón. Entre sus muchos elementos decorativos destaca, sin duda, el enorme árbol que luce en pleno Rockefeller Center,Rockefeller Center un complejo de edificios situado entre las avenidas Quinta y Sexta, en Manhattan.
Un año más, el ganador es un abeto de Noruega. Esta vez, el árbol ha nacido en Florida, no en el estado que todos tenemos en mente, sino en un pequeño pueblo con el mismo nombre situado al norte de Nueva York. Su elección no es producto del azar, este ejemplar ha sido seleccionado entre numerosos candidatos para exhibirse ante los 7 millones de turistas que está previsto que visiten la ciudad en estas fechas, según la Oficina de Promoción de Destinos de la ciudad de Nueva York.
La plaza del Rockefeller Center no la ocupa cualquier abeto. Normalmente se selecciona un Norway Spruce (abeto de Noruega) y al frente del proceso de elección está Erik Pauze, el jefe de jardinería del Rockefeller Center. Su labor es recorrer el estado de Nueva York y alrededores durante todo el año, buscando al mejor candidato para tal honor. El ganador no se conoce hasta septiembre, y entonces el árbol es donado para exhibirse en el espacio. ¨Cada año, el Rockefeller Center recibe propuestas de familias con la esperanza de que su árbol traiga alegría a los millones de personas que visitan el espacio durante la temporada navideña¨, dice el centro en su cuenta de Instagram.
Entre los atributos que se buscan en el árbol ganador está la altura, es importante que sea bien grande. Que todo el mundo pueda disfrutarlo a pesar de los cientos de personas que se reunirán en torno a él. Este año el ejemplar elegido tiene 77 pies de altura (23.4 metros), 46 pies de diámetro (14 metros), y pesa 14 toneladas (14.000 kilos). Además, también es importante que tenga forma de árbol de Navidad, así como capacidad suficiente para soportar los adornos pesados que colgarán de él.
Es el árbol número 88 que honra la plaza del Rockefeller Center. Su elección fue una sorpresa hasta para su propietaria, Carol Schultze, de 79 años. La señora Schultze adquirió el ejemplar en 1958. Cuenta que al principio era tan pequeño, que ¨lo mantuvo en casa en una mesa de juego¨, explica, ¨era un árbol que compramos en Chester. Tenía solo 5 ó 6 pies de altura (alrededor de 2 metros) ¨.
Cuando el árbol ha sido seleccionado, se corta con ayuda de una grúa y se traslada al Rockefeller Center. La estrechez de las calles de alrededor del complejo hace que la altura máxima permitida para el árbol sea de 30 metros. Solo en el año 1.999 se alcanzó esta largura, y fue un árbol procedente de Killingworth, en el estado de Connecticut.
Este año el abeto se cortó el pasado 7 de noviembre, y llegará a su nuevo destino el sábado día 9. Más tarde, será adornado con 50.000 luces multicolores y coronado con la ya icónica estrella de cristal de Swarovski (un dato, la del año pasado pesaba 408 kg) con 3 millones de deslumbrantes cristales. Por fin, brillará con todas sus luces el próximo miércoles 4 de diciembre, cada día, hasta el 17 de enero del 2020.
¿Y qué pasará después? Pues en la respuesta se han apoyado los organizadores para defenderse ante las críticas recibidas en redes sociales. Muchos piensan que cortar un árbol para disfrute de los asistentes es un crimen contra la naturaleza. El Rockefeller Center responde: ¨Solemos elegir un abeto que esté bastante adelantado en su ciclo de vida, y plantamos uno joven en su lugar. Una vez pasan las vacaciones navideñas, el árbol se dona a la ONG estadounidense Habitat for Humanity donde se recicla y es utilizado como madera en sus proyectos de construcción¨. Esta organización sin ánimo de lucro, que fue fundada en 1976, construye viviendas para los más necesitados.
En un comunicado, su CEO ha explicado que ¨el árbol de navidad del Rockefeller Center es un recordatorio para reflexionar, agradecer y recordar retribuir a los demás en el ajetreo de las vacaciones¨.
Fue una Nochebuena del año 1.931, dos años después del inicio de la Gran Depresión. Los trabajadores que construían el propio Rockefeller Center decidieron que, con los tiempos que corrían, había que hacer algo para alegrar el ambiente e instalaron un árbol de Navidad que medía poco menos de 6 metros.
La famosa iluminación del abeto no llegaría hasta dos años después, cuando un publicista del propio espacio decidió organizar la primera ceremonia oficial de iluminación de árbol. Años después, su encendido se convertiría en un espectáculo nacional retransmitido en directo en todo el país. Hasta el día de hoy, que es uno de los símbolos navideños más famoso de Estados Unidos.