Italia, una bomba de relojería para la UE

  • Italia pide ayuda a la UE para obtener una respuesta unitaria a la crisis

  • El colapso de la economía italiana pone en riesgo todo el aparato comunitario

Hay imágenes que sobreviven a toda catástrofe. Quizás muchos no sepan que aquel soldado y aquella enfermera de Nueva York en realidad no se conocían, pero todos identificarán la foto como un símbolo del final de la Segunda Guerra Mundial. Probablemente también desconozcan que para obtener la instantánea de los soldados izando la bandera norteamericana en la isla de Iwo Jima hubo que convencer a las tropas para repetir la escena. Otro icono de la victoria. Lo de la batalla por el relato lleva inventado desde hace mucho tiempo, sólo que antes se llamaba simplemente propaganda.

Desde que comenzó esta crisis en Italia las escenas candidatas a perdurar son dos: por un lado, la de los camiones militares sacando féretros de Bérgamo, como muestra de la dimensión de la tragedia; y, por otro, la de blindados rusos y un avión chino transportando ayuda humanitaria. La llegada de los expertos del país asiático coincidió en el tiempo con el bloqueo de mascarillas a Italia en las fronteras de Francia y, sobre todo, Alemania.

Ahora, cuando la emergencia sanitaria todavía está en su fase más aguda, los países han empezado ya a pensar en la recuperación. Las hipótesis más conservadoras señalan que el PIB de Italia, el país europeo más afectado con más de 10.000 muertos, retrocederá este año al menos un 5%. La salida será, además, especialmente difícil con una economía basada en empresas de mediano tamaño y con un peso importante del sector servicios y las exportaciones. Las regiones más pujantes del norte del país son además las más afectadas por el coronavirus.

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, se ha erigido en el abanderado de una respuesta unitaria para que los paquetes de ayuda no pesen en la deuda de cada uno de los países sino en un fondo comunitario. Conte ha firmado junto a Pedro Sánchez, Emmanuel Macron y otros seis mandatarios de la UE una carta solicitando los famosos eurobonos, pero la respuesta que han recibido de Alemania o Países Bajos es que se quiten la idea de la cabeza.

Además de los países del sur, el primer ministro italiano cuenta con dos aliados internos de primer nivel. Esta semana el ex presidente del BCE Mario Draghi escribió en el 'Financial Times' que las autoridades comunitarias deberán tolerar por un tiempo “niveles de deuda pública muy altos” y que “como europeos debemos sostenernos los unos a los otros”. Una versión actualizada de su ‘whatever it takes’. El otro socio de Conte es el presidente de la República, Sergio Mattarella, que ha abandonado su habitual prudencia para pedir “solidaridad europea” dos veces en una semana.

La economía italiana, en riesgo de colapso

Además de la compra de deuda por parte del BCE, la única vía que ha dejado abierta Alemania es acudir al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), un fondo de rescate creado en 2012 para países en crisis de liquidez. Pero esta opción tiene contrapartidas, porque podría obligar al Estado que recurra a ella a refinanciar su deuda y sanearla. Italia tiene actualmente una deuda pública del 134%, lo que ya de por sí merma desde hace años sus posibilidades de crecimiento, y si tuviera que absorber en su balance el coste de esta crisis se dispararía a un nivel absolutamente insostenible. España está en una situación similar, aunque sus cuentas -deuda pública del 98% del PIB- le dan un pequeño margen adicional.

En ese escenario, “lo más probable es que los mercados internacionales dejen de financiar a Italia porque entenderán que no es un país fiable y no podrá devolver el dinero”, opina el analista político Giovanni Orsina. Y en ese caso, el experto ve un “riesgo claro de quiebra”, con lo que “Italia sería intervenida por algo parecido a la Troika o sería expulsada del euro”. Italia no es Grecia, sino la tercera economía de la eurozona. Es decir, el riesgo no es sólo que se venga abajo el castillo de naipes italiano sino la estructura comunitaria al completo.

Como socio fundador de la UE, la idea de Europa siempre ha tenido una fuerza enorme en Roma. Italia se siente uno de los principales artífices del proyecto europeo. Sin embargo, desde la llegada de la moneda única ese sentimiento ha ido cayendo, hasta el punto de que los italianos están ahora a la cabeza del euroescepticismo, con una confianza en las instituciones comunitarias por debajo del 40%. “Existe una posibilidad muy clara de que pasada esta crisis, vuelvan a crecer opciones populistas y eurocríticas”, señala el fundador de la empresa demoscópica Youtrend, Lorenzo Pregliasco.

El euroescepticismo latente

En las últimas elecciones, la suma del Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Matteo Salvini consiguió más del 50% de los escaños en el Parlamento, formando el primer Gobierno de uno de los grandes países abiertamente euroescéptico. Si bien, ahora esa tendencia se ha corregido con la sustitución de la Liga por el socialdemócrata Partido Democrático y el ascenso de Conte como una figura centrada e institucional.

Ante una crisis como ésta los italianos tienden a reagruparse, por lo que el primer ministro se ha visto catapultado en los sondeos hasta alcanzar una popularidad del 70%, según la empresa Demos. Pero Salvini y sus aliados ultranacionalistas esperan su momento para llamar de nuevo al voto de la rabia. Las primeras señales de conflictividad social ya se produjeron hace semanas con motines en las cárceles y se repiten ahora en el sur con llamamientos a asaltar los supermercados por parte de una población empobrecida que no está trabajando.

“Pasados unos meses, cuando hayamos salido de ésta, tocará hacer rendición de cuentas y valorar los errores, que han sido muchos”, juzga Giovanni Orsina. Y si Bruselas deja en la estacada a Italia, “¿qué partido o qué opción política se colgará la bandera europeísta?”, se pregunta el politólogo.

Desde la Guerra Fría, Roma siempre ha sido teatro de operaciones para las grandes potencias, al tiempo que la siempre hábil diplomacia italiana ha sabido moverse en varios frentes a la vez. Ya desde hace años Italia es uno de los países europeos más cercanos a Rusia y en 2019 se convirtió en el primer socio del G-7 en adherirse a la Ruta de la Seda con China. Tras la sensación de abandono por parte de la UE sufrida tras la crisis de los refugiados, la propaganda china y rusa de estos días anuncian un nuevo paradigma geopolítico. Italia siempre supo adelantar tendencias.