Las lecciones que Italia no ha aprendido en la segunda ola

  • Roma, Milán o Nápoles ya han decretado un toque de queda nocturno

  • Faltan recursos, los hospitales están en problemas y el rastreo es ineficaz

  • Las administraciones también discrepan sobre las medidas

La pasada primavera Italia se convirtió en una especie de espejo futuro para España. Cada síntoma y cada medida tomada desde Roma se fueron replicando de forma casi idéntica dos semanas más tarde en Madrid. Pasado el verano, los tiempos se invirtieron. España fue el primer enfermo de Europa, mientras que Italia presumía de haber contenido bien la segunda ola, como una excepción en el continente.

Ahora las señales emitidas más allá de los Alpes indican congestión de los hospitales, inversión insuficiente, escasez de personal, rastreo ineficaz, incapacidad para realizar más test o disputas entre el Gobierno y las regiones por dar con la solución adecuada. ¿Les suena? Seguramente sí, porque ya lo han vivido. Italia es ahora España con dos semanas de retraso.

El país transalpino marcó un nuevo récord de contagios este miércoles con más de 15.000 en las últimas 24 horas. Las regiones de Lazio, Lombardía y Campania -o, lo que es lo mismo, Roma, Milán y Nápoles- han decretado ya un toque de queda nocturno que entrará en vigor entre el jueves y el viernes. Han tenido que ser las propias regiones las que reaccionaran, ya que el Gobierno central ha evitado tomar medidas drásticas y ha descargado la responsabilidad sobre los territorios.

Las semanas de tregua que ha vivido Italia aún le permiten presentar mejores baremos que sus vecinos. Según los últimos datos del European Centre for Disease Prevention and Control, la incidencia acumulada en las últimas dos semanas es de 172 casos por cada 100.000 habitantes, por los 347 de España o los 441 de Francia. Pero, mientras el ritmo se frena en algunos de los países que entraron antes en la segunda ola, en Italia los números crecen de forma exponencial.

El número de casos se ha triplicado en poco más de una semana. La tasa de positividad por cada test se ha disparado casi al 10%, al tiempo que baja en otros países. Y los ingresos en las UCI se han multiplicado por dos desde el pasado martes. El índice de reproducción de la enfermedad también presenta una alta tasa en casi todo el territorio nacional, por lo que todo indica que la situación continuará agravándose.

Hace un par de semanas la prensa trataba de explicar -sin mucho éxito- las lecciones italianas, aunque ahora parece que esos cimientos se sustentaban en el barro.

Alerta en los hospitales

Italia contaba con unas 5.200 camas de UCI antes de la pandemia, aunque el Gobierno afirmaba que había logrado duplicar esa cifra. Se debería llegar a 11.000 plazas equipadas con respiradores, pero de momento sólo se han puesto a disposición otras 1.250. Los pacientes en cuidados intensivos son casi un millar, los hospitales aún tienen capacidad. Pero lo consiguen a costa de convertir más unidades en covid y dejar sin sitio a pacientes de otras patologías.

En Campania ya están prácticamente al límite y en Lombardía, donde tienen mayor margen para ampliar, prevén que los enfermos más graves se puedan multiplicar por cinco de aquí a final de mes. El hospital de emergencia para covid que Milán puso en marcha durante la primera ola ya se encuentra listo de nuevo.

Falta de inversión

El principal motivo por el que las UCI no estaban preparadas es porque falta personal para atenderlas, sobre todo anestesistas. El Gobierno también comunicó que había contratado a 30.000 efectivos sanitarios, entre médicos y enfermeros, pero resultó que muchos de ellos tenían contratos temporales que ya han expirado. Además, los sindicatos médicos denuncian que buena parte de los nuevos simplemente sustituían a quienes se han jubilado, pues el personal sanitario italiano es el más anciano de Europa.

Tampoco se ha invertido en rastreadores. El Ministerio de Sanidad nunca ha dado la cifra de cuántas personas se ocupaban del rastreo, simplemente sostenía que era tarea de los ambulatorios. Ahora la prensa italiana publica que son 9.200 personas, apenas 250 más que antes del verano. Hace tres semanas Italia localizaba a un 35% de los contagios a través del rastreo, pero ahora, con los contagios disparados, los expertos señalan que esa labor se ha vuelto imposible. Sanidad fijaba en 5.000 casos diarios el umbral para que el contagio fuera eficaz y actualmente hay el triple.

Pocos test

Italia se esfuerza en aumentar el número de test y cada vez que lo hace se disparan los contagios. El primer ministro, Giuseppe Conte, destaca entre sus logros que Italia ya consigue superar las 170.000 pruebas diarias, pero ofrece esa cifra en bruto, que no significa nada. Los datos comparados indican que Italia realiza 1,45 test por cada 1.000 habitantes, por los 2 de Alemania, los 2,2 de España o los 3,3 de Francia.

La mejor prueba de que hay una gran cantidad de contagios que a Italia se le escapan es la mortalidad. Según las cifras del portal Our world in data, desde el comienzo de la pandemia Italia tiene una tasa de mortalidad del 8,4%, por el 3,7% de Francia o el 3,5% de España. De hecho, España sigue teniendo menos muertos que Italia con más del doble de positivos registrados. Los virólogos italianos llevan meses insistiendo en la necesidad de realizar más test.

Respuestas equívocas y polémica entre administraciones

El pasado domingo el primer ministro sorprendió anunciando una batería de medidas que apenas modificaban el panorama anterior. Se resistió a cerrar establecimientos o implantar restricciones a la movilidad en todo el territorio nacional y dejó que fueran alcaldes y regiones quienes decidieran. Casi todos los territorios se están moviendo, con Lombardía, Lazio y Campania a la cabeza después de decretar el toque de queda. En Campania habrá casi un confinamiento perimetral porque tampoco se permiten los desplazamientos entre provincias. Mientras, Lombardía cerrará los centros comerciales -salvo las grandes superficies de alimentación- los fines de semana.

La estrategia de Conte parece clara: no desgastarse imponiendo medidas que a estas alturas irritan a la gente. Pero, por otra parte, pierde la capacidad de anticiparse y corre el riesgo de que lo acusen de inacción. En la primera ola ya presumió de haber sido rápido y estricto al ordenar el confinamiento de todo el país. Los alcaldes se han puesto esta vez en su contra y también las asociaciones médicas. “La necesidad de aplicar dos decretos en una semana confirma que las medidas adoptadas son demasiado débiles”, critica la fundación sanitaria Gimbe.

Ausencia de información

Mientras el resto de países basan sus decisiones en la incidencia acumulada en los últimos 14 días, Italia no publica ese dato de forma actualizada. Sólo lo hace en sus informes semanales, que además recogen los registros de las dos semanas anteriores. Es decir, las últimas cifras oficiales de incidencia publicadas por Italia se refieren al periodo que va del 28 de septiembre al 11 de octubre, que está completamente desfasado. Por poner un ejemplo, la incidencia en esa horquilla en Lombardía es de 80 casos por 100.000 habitantes, mientras que los datos actualizados que publica el 'New York Times' la elevan hasta 156.

El indicador que utiliza Italia como referencia es el índice de reproducción de la enfermedad, que ofrece una previsión futura pero no da una perspectiva clara del estado actual de la epidemia. Además, las ruedas de prensa de los técnicos desparecieron antes del verano para no volver. Los únicos que informan a nivel institucional de la situación epidemiológica en sus comparecencias son Conte o su ministro de Sanidad, Roberto Speranza.