La crisis y la pandemia obligan a más mujeres a prostituirse en Venezuela

  • Según cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), entre el 1 y el 5% de las mujeres del país sudamericano se prostituyen ante la falta de alternativas y debido a la crisis económica agravada por el coronavirus

  • La trata de mujeres venezolanas hacia otros países también se ha disparado de manera muy grave, sobre todo hacia México, donde se estima que este año haya más de 50.000 mujeres obligadas a vender su cuerpo

Rosi vive en una casa de veinte metros cuadrados con su pareja y su hija de 9 años en uno de los barrios más populares de Caracas. Tiene 38 años, es radióloga, y prostituta. De lo primero no ejerce, porque cuando lo hacía no ganaba lo suficiente para vivir. Así que se dedica a lo segundo. A vender su cuerpo a cambio de dinero.

Su historia no es un caso aislado en Venezuela, el país con los salarios más bajos del mundo donde el 80% de la población vive en la pobreza lidiando con una hiperinflación galopante que asfixia todavía más en esta época del año, cuando llega la Navidad y se dispara el valor del dólar en detrimento del bolívar, la moneda nacional. Es extraño vivir en un país con esta dinámica de locura económica. El dinero no vale lo mismo al levantarse por la mañana que al acostarse por la noche, así que urge gastar lo poco que se tiene porque al día siguiente valdrá mucho menos. En Venezuela, el dinero es agua que se escurre entre los dedos miserables. Qué estrés.

Rosi es prostituta desde hace tres años, comenzó en 2017, en uno de los peores años de la crisis humanitaria. La mujer venezolana vive sumida en una espiral de violencia en mitad de un país tremendamente machista que las condena, en muchos casos, a lanzarse a la calle a entregar su cuerpo a quien sea, exponiéndose a todo tipo de peligros. Se ven obligadas a ello porque en el 44% de los casos, llevan solas el hogar (ese es el porcentaje de hogares monoparentales en Venezuela encabezados por mujeres), a los niños y al resto de la familia, y por el hecho de ser mujer tienen menos oportunidades laborales y están peor pagadas que los hombres.

“Ahora mismo casi todas las mujeres venezolanas se dedican a esto o si no lo hacen de manera continua, lo hacen esporádicamente; y esto es algo que no se va a acabar a corto plazo porque la cosa está ruda”, sostiene Rosi tranquila, como si no fuese consciente de la gravedad de lo que acaba de decir. Está sentada en una silla de plástico en su habitación sin ventanas. No entra un solo rayo de luz por ningún sitio y se escucha a la niña de la vecina llorar desesperada.

No habla muy alto porque no quiere que su pareja se entere de la conversación que la venezolana mantiene con NIUS. “Él sabe a lo que me dedico porque fui muy clara desde el principio, pero no le gusta y es un tema que no se toca nunca”.

Pero Rosi tiene suerte. No trabaja en la calle por 5 o 10 dólares el servicio como otras chicas más jóvenes que le piden consejo. En el barrio ella es casi como una “madame” para las otras prostitutas. Les da consejos, las tranquiliza, les dice que no tienen que hacer lo que no quieran hacer; y cuando habla, con su voz dulce y pausada, tranquila, parece verdad. Casi como si prostituirse fuese una opción que las niñas deciden hacer por voluntad propia.

Rosi tiene cinco clientes fijos y son todos hombres de dinero y negocios. Empresarios venezolanos “enchufados” con el chavismo y hasta un político del partido del gobierno que trabajaba en el Consejo Nacional Electoral y que ahora se presenta como diputado en las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Con ellos ha establecido una relación de confianza.

Ella no llama nunca. Son ellos los que se ponen en contacto. Ella no molesta. Ellos la reclaman. Su compañía se la pagan a 300 dólares la hora, un auténtico privilegio en Venezuela, y no solamente pasan el rato en la cama. También la llevan a cenar a sitios de alto nivel o incluso pasan fines de semana de viaje. Hace poco, uno de ellos que tiene varios hoteles y restaurantes en Caracas reservó una playa en el Parque Nacional de Morrocoy, a unas cuatro horas de la capital, solo para la pareja. Por supuesto todos están casados y tienen familia, “pero somos muy discretos”, asegura Rosi. Se ha convertido en una Sugar Baby, una escort de compañía casi de lujo muy bien posicionada a pesar de que vive en una zona popular y de clase baja. Sus hombres son sus Sugar Daddy, sus papis de alto standing. Le han resuelto la vida y dice que ya no sabría vivir de otra manera porque el dinero fácil le gusta y a su hija no le falta de nada.

“A veces me piden que lleve amigas y yo lo hago. Les suele gustar que no tengan mucha experiencia, eso les da morbo, pero yo las guío y al final terminamos los tres revolcados en la cama”, cuenta.

Su otro sustento, aparte de su cuerpo, es vender Mero-Macho y Vitafer, dos potenciadores sexuales líquidos para el hombre y la mujer, respectivamente. Los trae de Colombia y vende cada botella a 45 dólares. Asegura que un vasito de estas bebidas es gloria bendita. “Mucho mejor que la viagra, porque esto es natural. El hombre puede durar toda la noche empalmado”. Es un éxito. Dice que lo anuncia en sus estados de Whatsapp y que sus principales clientes son funcionarios de la policía del CICPC (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas).

Trabajó en la prostitución en España

Rosi conoció a sus hombres a través de su hermana, que lleva muchos años metida en el mundo de la prostitución de lujo. Pero no es la primera vez que se dedica a vender su cuerpo. Cuando tenía 20 años viajó a España y allí se metió en el mundillo porque no tenía papeles y no encontraba trabajo de otra cosa. Vivía en Barcelona con su madrina de bautizo, que también se dedicaba a esto sin tabúes, y ella fue quien la convenció.

En aquel entonces, comenzó a trabajar en un club nocturno mítico de la época y la noche barcelonesa que se llamaba Bailén 22, y allí vivió sus primeras veces como mercancía. Después, se fue a un lugar que describe como “de otro planeta”. Se llamaba La Isla del Masaje, y allí se vestía de enfermera y daba masajes eróticos, hacía franceses o tenía sexo con penetración con famosos del momento, sobre todo futbolistas. “Estuve muchas veces con (Samuel) Eto’o o con (José) Edmílson”.

Pero cuando dejó aquello pocos meses después, se prometió a sí misma que nunca más lo haría. A pesar del dinero y de las comodidades. Y así fue durante mucho tiempo. Ya casi había enterrado en su memoria selectiva aquellos años de juventud y prostitución. Sin embargo, la crisis en Venezuela cambió sus planes y su vida, y de nuevo no le quedó otro remedio, o ella pensó que no lo tenía, y volvió a desnudarse a cambio de billetes verdes. Intenta disfrutarlo y asegura que lo hace en ocasiones, que intenta estar tranquila y pensar que es la única manera de no tener que volverse a ir, de poder mantener a su hija que piensa que su mamá es vendedora de ropa en un centro comercial de Caracas.

Expuestas al contagio del virus

La crisis económica y la pandemia por el coronavirus han incrementado la prostitución en Venezuela de manera preocupante, sin embargo, a pesar de haberse convertido en un problema grave, el Ministerio de Salud no aporta datos desde hace varios años sobre las trabajadoras sexuales, y los activistas y ONGs que trabajan con ellas se quejan de que deben trabajar sin datos ni información. Las últimas estadísticas oficiales datan de 1997 y en aquel momento se hablaba de que en el país sudamericano había 371.000 mujeres prostituyéndose.

En época de coronavirus, las mujeres prostitutas están más expuestas a contagiarse del virus y sufren un impacto económico negativo debido al confinamiento. Así lo ratificó el director del Departamento de Enfermedades Transmisibles de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Marcos Espinal, que aseguró que estas trabajadoras “se encuentran entre las más vulnerables”.

Además, de acuerdo a cifras que maneja la OPS en Venezuela, se estima que entre el 1 y el 5% de la población adulta de mujeres se dedican a la prostitución en el país caribeño. Es una cifra que califican como dramática.

Aumento de la trata de mujeres venezolanas al exterior

Con la crisis económica en el país también han aumentado el número de mujeres que deciden irse de Venezuela y emigrar a otros países en busca de una vida mejor. Pero su sueño de mejorar, muchas veces se frustra y se convierte en una pesadilla porque terminan siendo víctimas de trata y obligadas a trabajar como empleadas sexuales en el lugar de destino.

Uno de los países donde hay más venezolanas en esta situación lamentable es México, donde una investigación llevada a cabo por varios medios de comunicación locales, por el diario venezolano El Universal y por el portal web de investigación también venezolano Armando.Info, asegura que organizaciones mexicanas criminales dedicadas al narcotráfico como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) o Los Cuinis, comenzaron a atraer mujeres venezolanas con buen aspecto físico a México para prostituirlas sin su consentimiento. El problema comenzó en 2013, pero se ha agravado durante los últimos años y se estima que para este 2020 haya más de 50.000 víctimas, todas mujeres jóvenes y niñas entre 12 y 35 años.

La cifra de mujeres venezolanas víctimas de trata ha aumentado un 300% en los últimos dos años según las cifras aportadas por la investigación de estos medios, y ONGs como Paz Activa y Centro de Justicia y Paz, que trabajan con la trata de personas, esclavitud moderna y trabajo forzoso, afirman que en el ránking mundial de este delito, Venezuela ocupaba en 2018 el puesto número 18 del mundo, apenas superada por Perú en la región latinoamericana. El 70% de las víctimas son mujeres y el 25% menores de edad entre 7 y 14 años.