Las zonas rurales de Estados Unidos afianzan su apoyo al Partido Republicano

  • Una de las causas es la apuesta que en su momento hizo el Partido Demócrata por la defensa de las minorías, en detrimento de las clases trabajadoras de las zonas rurales

En las últimas elecciones presidenciales Joe Biden ganó sólo en el 10% de los condados rurales estadounidenses. Y aunque fue suficiente para imponerse a Trump por un estrecho margen, en estados que resultaron decisivos como Pensilvania o Wisconsin, un año después la situación ha evolucionado desvelando lo que todo el mundo sabe: que las zonas rurales no confían en los demócratas.

Es algo que ha quedado claro tras los recientes comicios en los que se ha elegido gobernador y otros tipo de cargos en estados como Virginia o New Jersey, donde los demócratas han perdido fuelle de manera alarmante, algo que preocupa al partido progresista de cara a las próximas elecciones intermedias, que tendrán lugar tan solo dentro de un año.

Un largo camino

Fundamentalmente porque esto no es algo que ocurra sólo desde que Trump apareciera en la carrera presidencial. Ya en 2010 el voto del ciudadano del interior del país se había decantado a favor de los republicanos dándoles el control de una extensión del territorio estadounidense tan amplia, que desde entonces los demócratas ven peligrar una elección tras otra. La globalización, la falta de oportunidades en los grandes centros industriales como Detroit, ciudades fantasmas en las que miles de familias blancas y afroamericanas se quedaron en el paro sin presente y sin futuro y con la epidemia de opioides destruyendo sus barrios.

Luego llegó Trump a la presidencia, en gran parte porque apostó por devolver el orgullo a los votantes de zonas rurales, que llevaban años sintiendo falta de conexión tanto con los políticos de Washington como con unas élites que no les representan.

Las razones son varias. Desde la falta de servicios, como internet, que abre una brecha entre zonas del campo y urbanas, a la dificultad de acceso a las subvenciones federales o el descontento subyacente debido a la falta de control de su propia producción, cuya gran parte de los beneficios acaba en manos de corporaciones urbanas y sus accionistas.

Causas

Según un reciente estudio del Aspen Institute, las principales razones de la desafección entre la población rural de los Estados Unidos y las zonas urbanas proviene de tres causas. La primera es la frustración que siente dicha población al ser conscientes de que el resto del país no podría subsistir sin los bienes y servicios que ellos producen, y lo poco que reciben a cambio.

Los alimentos provienen de los estados llamados “granero de América”, como Illinois, Indiana, Iowa, Missouri y Ohio; el petróleo llega desde Texas y Oklahoma, y productos para la construcción como la madera, se producen en zonas forestales de Arkansas, Carolina del Sur o Tennesse, entre otras. Pero los beneficios que reciben a cambio son mucho menores que los que se quedan por el camino, normalmente en corporaciones alejadas de sus territorios. A todo ello hay que sumar que las zonas más rurales se sienten abandonadas por los urbanitas, que les consideran inferiores porque trabajan en el campo en vez de en las empresas digitales. Una de las cosas que ha recordado el nuevo gobernador de Virginia es que los seres humanos, de momento, no comen bites ni códigos de software.

Medios de comunicación

A esta falta de reciprocidad de la riqueza se une la concentración de medios de comunicación, que en los últimos años ha despoblado de emisoras y periódicos locales a una buena parte del interior del país, dejando las que quedan en manos de unos pocos propietarios. Los habitantes de las zonas rurales se sienten abandonados por los grandes medios de comunicación, tradicionalmente de izquierdas y que se centran sobre todo en los problemas de las ciudades y los problemas urbanos y no del sector primario, en las pymes o en las industrias locales. Aunque hay que aclarar que todos los estados tienen grandes urbes como capitales y también zonas rurales. El Estado de Nueva York, por ejemplo, cuya capital es Albany vota en el norte a los republicanos, mientras que las ciudades - Nueva York- es demócrata. Algo parecido sucede en Illinois con Chicago y se repite por el país.

Ello se ha visto azuzado por las redes sociales, donde la desinformación y las medias verdades han corrido como la pólvora. El cambio del modelo de negocio también ha provocado la falta de confianza en los contenidos, ya que ha desaparecido la relación del periodista local con sus lectores y con ello la cercanía con el mensajero.

Decisiones ideológicas

Una razón destacada del estudio del Aspen Institute es la apuesta que en su momento hizo el Partido Demócrata por la defensa de las minorías, en detrimento de las clases trabajadoras de las zonas rurales. Los progresistas avistaron un mayor futuro en los votantes de las urbes metropolitanas ya que la transformación del país auguraba un aumento importante de las ciudades y su densidad demográfica.

Pero estos cambios no tuvieron en cuenta la distribución actual del censo, que agrega los condados a las zonas metropolitanas en función de si la población se desplaza a estas para trabajar, independientemente de que hayan cambiado o no de lugar de domicilio. Por lo que personas que viven en zonas rurales son contabilizadas como población urbana, cuando en realidad uno de cada tres estadounidenses viven en zonas rurales y se ven afectados por las políticas desarrolladas para los urbanitas, con las que ellos no comparten intereses. Uno de los ejemplos más sonoros es el del senador Bernie Sanders, quien defendió el uso de armas porque él se presenta por el estado de Vermont, en donde si estás en contra de portar armas literalmente no sales elegido, y mantiene esa premisa junto a la defensa de otros grupos sociales.

Nuevas políticas demócratas

Consciente de la situación, la administración Biden quiere apostar por afianzar los escasos condados rurales que le son afines, recuperar aquellos que han empezado a darle la espalda y acercarse a los que nunca le han sido afines. Y ha pensado hacerlo a través de una mayor cercanía a los ciudadanos, usando el puerta a puerta, mejorando la comunicación con aquellos votantes que no están tan familiarizados con las leyes o los programas de gobierno y, sobre todo, poniendo en marcha el plan de gasto de un billón de dólares que ha sido aprobado con el Plan de Infraestructuras.

De esa cantidad, unos 65.000 millones se invertirán en la ampliación de la banda ancha para garantizar un internet de alta velocidad en todo el país. Ello se sumará a los miles de millones en inversiones de zonas rurales para asegurar el acceso al agua potable y programas de atención infantil, que beneficiaran a una gran parte de la población que hasta ahora estaba lejos de estos programas.

Un votante difícil de convencer

Aun así, va a ser difícil para Biden conseguir convencer a un votante que, en general, apoya el uso de las armas, no está a favor de la despenalización del aborto y no es especialmente sensible al desarrollo de proyectos educativos y culturales, puntos que están en el centro de la agenda demócrata.

Pero sobre todo, porque esta parte parte de la ciudadanía aún tardará en ver los resultados de los nuevos planes demócratas, ya que ni siquiera han comenzado a ponerse en marcha, por lo que el esfuerzo tendrá resultados a medio y largo plazo. Más de lo que Biden puede permitirse debido que las elecciones en las que se decidirá el control de la Camara de Representantes y Senado son solo dentro de un año. Todo un reto para los progresistas que ya van contra reloj.