¿Por qué sentimos que "nos toca" ganar la lotería después de varios intentos fallidos?

La respuesta no está en el azar, sino en nuestra mente
Se trata de una ilusión construida por varios sesgos mentales que afectan nuestra forma de razonar
Cuatro sesgos cognitivos que nos empujan a jugar lotería casi sin darnos cuenta
MadridComprar lotería es una de esas tradiciones que mezcla superstición, esperanza y estadística en dosis difíciles de separar. Aunque sabemos que las probabilidades de ganar el Gordo de Navidad, por ejemplo, son de 1 entre 100.000, muchas personas siguen convencidas de que, después de varios años sin premio, "ya toca". ¿Por qué sucede esto? La respuesta no está en el azar, sino en nuestra mente.
La falacia del jugador: la trampa de creer en el turno
Una de las explicaciones más extendidas en psicología es la llamada falacia del jugador o de Montecarlo. Este sesgo cognitivo nos lleva a pensar que, si algo no ha ocurrido durante un tiempo, tiene más probabilidades de ocurrir pronto. Aplicado a la lotería, se traduce en frases como: "Este número lleva años sin salir", o "ya he jugado tantas veces que alguna me tiene que tocar".
El problema es que esto no es cierto. En sorteos completamente aleatorios, cada número tiene exactamente las mismas probabilidades de salir en cada ocasión. Que no haya salido en años no significa nada estadísticamente relevante. Pero nuestra mente prefiere detectar patrones, incluso cuando no existen.
La heurística de representatividad: lo que “suena” justo
Otro sesgo que entra en juego es la heurística de representatividad, que consiste en juzgar la probabilidad de algo por lo típico o representativo que parece. Así, si vemos una combinación como 1-2-3-4-5, nos parece menos probable que otra como 3-18-27-42-49, cuando en realidad ambas tienen exactamente la misma probabilidad. Este sesgo también nos hace pensar que si un número lleva tiempo sin salir, debe hacerlo pronto para que todo se “compense”.
Coste hundido: jugar por no “perder” lo jugado
Si has invertido 300 euros en décimos a lo largo de los años y no has ganado nada, podrías pensar: "No voy a dejar de jugar ahora, sería como tirar todo ese dinero". Este pensamiento responde a la falacia del coste hundido, que ocurre cuando se toman decisiones futuras en función de inversiones pasadas irrecuperables. Sin embargo, que hayas jugado muchas veces no cambia tus probabilidades de ganar la próxima vez. La lotería no tiene memoria.
La heurística de disponibilidad: lo que más se recuerda, más pesa
Cuando ves cada diciembre a ganadores celebrando su premio en televisión, tu cerebro retiene esas imágenes. Aunque racionalmente sepas que son pocos, emocionalmente crees que hay más posibilidades de lo que indican las estadísticas. Este sesgo, conocido como heurística de disponibilidad, lleva a sobreestimar la probabilidad de eventos llamativos o recientes simplemente porque están más accesibles en la memoria.
El optimismo sesgado: cuando creemos que somos especiales
La mayoría de personas cree, sin ninguna base objetiva, que tiene más probabilidades de ganar que los demás. Esto se conoce como sesgo de optimismo irreal o optimismo comparativo. Es el mismo fenómeno que nos hace pensar que vamos a tener mejor salud que la media o que evitaremos accidentes, aunque no haya motivos reales para ello.
Entonces, ¿por qué seguimos jugando?
Porque jugar también tiene un componente emocional. Como explican psicólogos como Gabriela Paoli, comprar un décimo puede activar zonas del cerebro asociadas con la anticipación de recompensa, generando una especie de “felicidad proyectada”. Durante unos días o semanas, vivimos con la fantasía de que todo puede cambiar. Y eso, incluso si nunca llega el premio, tiene valor emocional.
Sentir que “te toca” ganar después de varios intentos es una ilusión construida por varios sesgos mentales que afectan nuestra forma de razonar. No significa que no debas jugar a la lotería si lo disfrutas como parte de una tradición o ritual colectivo. Pero sí es útil ser consciente de por qué lo haces, cuánto inviertes y qué esperas realmente obtener.
Porque, al final, si hay algo que debe tocarte de verdad, es una decisión informada.