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La ruleta emocional de los rascas: por qué son más adictivos de lo que parecen

Sorteo rasca y gana de la ONCE. ONCE
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Un clic. Una vibración. Un “casi”. Otro clic. La lógica emocional de los rascas, ya sean estos en formato físico o digital, responde a un mecanismo de alta precisión psicológica que tiene poco de azar y mucho de diseño. Mientras los boletos de rascar pueden parecer una inocente promesa de entretenimiento inmediato, lo que esconden es una arquitectura adictiva similar a la de las tragaperras, pero con un envoltorio menos estigmatizado.

Adicción sin sustancia, pero con ciclo dopaminérgico

Los boletos de rasca y gana pertenecen al mismo circuito de refuerzo neuronal que otras formas de juego patológico. La ludopatía se reconoce como una adicción sin sustancia, con síntomas comparables al consumo de drogas, entre los que se incluyen impulsividad, pérdida de control, necesidad creciente de jugar (tolerancia), síndrome de abstinencia emocional, mentiras y un deterioro de la vida personal y laboral.

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Lo que diferencia a los rascas del resto de juegos de azar es la “inmediatez” del resultado. Los rascas físicos los compras y los usas cuando tú quieres; pero si es online, todo está perfectamente calculado para que funcione con ciclos muy mecánicos y adictivos, muy similar a los de las máquinas tragaperras, que están programadas para dar el premio cada 40.000 jugadas, siguiendo patrones constantes a lo largo de cada ciclo de juego.

Diseño gamificado y normalización

El mecanismo es sencillo y devastador: bajo coste por jugada, resultado inmediato y elevada frecuencia de “premios pequeños” que generan una falsa sensación de control o “casi ganar”. El refuerzo intermitente, es decir, el recibir premios de forma aleatoria y casi constante, pero no siempre, es uno de los sistemas más potentes para fijar conducta en psicología del aprendizaje. Por eso, los rascas no solo ofrecen juego: ofrecen expectativas, repetición y frustración dosificada.

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Es con este tipo de propuestas que los juegos de azar han dejado de asociarse a los casinos físicos. Hoy, 80 millones de adultos en todo el mundo sufren de adicción severa al juego, y 448 millones participan en juegos de riesgo. Parte de este salto exponencial se debe a la disponibilidad móvil, la gamificación de las apuestas y la pérdida de percepción del gasto real, sobre todo entre jóvenes.

Un informe de la Federación Española de Municipios y Provincias alerta de que esta disponibilidad constante, sumada a una alta impulsividad, multiplica el riesgo de adicción entre menores de 25 años.

Una generación expuesta desde la adolescencia

En Aragón, un estudio reciente señalaba que “el 25% de los jóvenes entre 16 y 25 años está expuesto al juego”, con un fuerte peso de los rascas y las apuestas online. Esta exposición precoz, alimentada por la publicidad y la estética inofensiva de estas plataformas, facilita que muchos adolescentes crucen la línea del juego ocasional al consumo compulsivo sin identificarlo como un problema.

El juego deja de ser juego cuando la emoción ya no depende del azar, sino del próximo “clic”. En ese punto, la ruleta emocional de los rascas ha dejado de girar por diversión.