La lucha de unos padres contra un médico del 112 condenado ahora por homicidio imprudente: "Este señor es responsable de que mi hijo esté en un cementerio"

El facultativo negó que el joven, Aitor, de 23 años, se estuviese ahogando y no envió una UVI: cuando fueron a asistirle estaba ya en parada cardiorrespiratoria
Acusan a un médico del 112 de negar la ayuda a un chico que murió en brazos de su madre: “Yo no escucho que te ahogues”
La llamada de una madre al 112 en enero de 2018 mientras su hijo se ahogaba entre gritos de desesperación ha demostrado, –siete años después de una larga lucha exigiendo justicia–, que el médico que les atendió cometió una grave negligencia. Por ello, ahora ha sido condenado por el juzgado de lo Penal 1 de Móstoles a dos años de cárcel por homicidio por imprudencia profesional grave, así como a cuatro de inhabilitación; una pena que los padres consideran absolutamente insuficiente anunciando que la recurrirán. "Este señor es responsable de que mi hijo esté en un cementerio", sentencia el padre del joven, que falleció poco después.
Tras aquella llamada, en la que el médico llegó a afirmar, contra los gritos del paciente, que no se estaba ahogando y que respiraba “perfectamente”, el joven, identificado como Aitor, de 23 años, acabó muriendo después de entrar en parada cardiorrespiratoria dos minutos después de que el médico les colgase. Les envió una ambulancia sin médico, tras valorar incorrectamente y con unas formas más que reprobables cuál era su estado. De hecho, tras una primera asistencia, los padres del joven tuvieron que llamar de nuevo para que llegase una UVI.
La llamad de la madre al 112 y la actuación del médico
“Mire, es que se ha levantado el chico y se ha mareado”, contaba la madre de Aitor, Carmen, en sus primeras palabras al dirigirse al médico en cuestión a través del 112.
¿Al levantarse?, le preguntó este último, a lo que ella trataba de explicar: “Yo es que le he sentido, porque estaba en la cocina y he sentido caerse. Entonces, un sudor enorme. Ahora se ha quedado más bien frío, pero con un sudor enorme”, detallaba.
“Sí. ¿Él está en tratamiento de algo?”, preguntaba el médico, a lo que la progenitora contestaba inmediatamente: “No, no, de momento no está en tratamiento de nada”.
“Ha tenido un síncope entonces”, afirmaba el médico, mientras ella le refería que su hijo no podía respirar.
“Vale, pásamelo al teléfono, por favor”, señalaba él, a lo que la madre, sorprendida por la pregunta después de que le dijese que el joven no podía respirar, le pregunta: “¿A quién, al chico?”. –“Claro”, apunta él, mientras ella vuelve a responder: “No, puedo, no puedo”…
Es en ese momento cuando, de forma tajante, el médico le contesta: “Pues tiene. Es que tiene que hablar con el médico. ¿No tiene usted un móvil y la llamo yo?”.
“Ya, pero que me refiero que él no puede. Si él esta en la…”, trata de explicar de nuevo la madre del joven, sin poder terminar la frase antes de que el facultativo la interrumpa elevando el tono: ¡Señora, si estuviera en el hospital ahora mismo un médico allí, ¿tendrá que hablar o no?!
“Bueno, pero usted…”, trata de responder la progenitora, a lo que otra vez vuelve a ser interrumpida: “Da igual que sea por teléfono o lo que esa, tiene que hablar con el médico”.
“Él dice que no puede respirar y que…”, continúa la madre, y el médico vuelve a interrumpirla: “Bueno, ya, pero yo necesito evaluarlo, señora, porque él puede necesitar una UVI, puede necesitar un ingreso hospitalario o puede necesitar un médico. Necesito hablar con él”.
Es entonces cuando la madre, pese al estado en que se encuentra su hijo, y forzada por el sanitario, trata de conseguir que Aitor se comunique con él: “Mira, mira lo que te dice el médico, que hables con él, para ver lo que te pasa”, le dice, mientras el médico afirma “venga, claro, claro, hija”.
“Dígame, qué te ocurre, cuéntame un poquito”, le dice este último a Aitor, a lo que se escucha un grito con evidente dificultad: “¡Me ahogo!”
“Yo no te escucho que te ahogues. ¿Has estado nervioso o algo?”, le dice el médico. –“¡No!”, grita Aitor. Y el médico continúa: “Entonces, ¿estás en tratamiento de alguna cosa?”
“¡No puedo! ¡Me ahogo!”, gritó nuevamente Aitor, antes de que el ahora condenado por homicidio imprudente pidiese que le pasase de nuevo con su madre al teléfono.
“¡No puedo!”, insistía Aitor con dificultad, tras lo cual su progenitora le dijo al médico: “Mire usted cómo está”.
–“No, no. Respira perfectamente. ¿Está en tratamiento psicológico de algo?”, le cortaba este último, obteniendo una respuesta negativa de la progenitora a su pregunta.
“¿De nada de nada? ¿Ha tomado alguna…?”, volvería a insistir inmediatamente en su cuestión mientras Carmen, la madre de Aitor, replicaba: “No, no. Mire, ayer estuvo aquí en casa metido todo el día. O sea que no”.
–“Bueno, irá un médico a verlo pero él tendrá lo que sea, no lo sé, pero ¿no puede ser que haya tomado nada, algún medicamento o algo?, sigue preguntando, a lo que vuelven a insistirle en que no.
“Pues respira perfectamente, ¿eh?” llega a afirmar el médico al otro lado del teléfono, a lo que Carmen, sin dar crédito, contesta: ¿Qué? –“Que respira perfectamente…”, le repite en un tono que denota desafección.
“Pues él dice que no puede respirar”, intenta explicar la madre, sin perder las formas ni la paciencia en ningún momento pese a la gravedad de la situación y pese a la atención y las contestaciones que estaba recibiendo.
“Él dice lo que quiera, pero respira perfectamente porque habla perfectamente”, le dice, pese a que, como se aprecia en el audio que fue revelado tras lo ocurrido, perfectamente se puede sentir cómo Aitor tenía evidentes dificultades para pronunciarse y articular palabras.
“Mire usted, yo no sé lo que…”, intenta decir la progenitora, cortada por enésima vez por el facultativo, que replica: “Bueno, irá un médico a verlo, pero él respira. Venga, hasta luego. Parece que está más bien tocado de algo, pero venga, vamos a ir a verlo”, concluye, antes de colgar.
Aitor falleció de anoxia cerebral causada por un trombo
Cuando llegó la primera ambulancia hasta el domicilio de Aitor, en Navalcarnero, Madrid, había entrado en parada cardiorrespiratoria y muerte cerebral. Ese primer vehículo de los sanitarios no tenía médico debido a la incorrecta valoración del caso en el 112. Varios minutos después, y tras una llamada del padre de Aitor, llegó una UVI.
Tras cuatro días agónicos, Aitor acabaría muriendo por una anoxia cerebral causada por un trombo que no fue advertido y que, además, habría dejado pistas en las dos visitas médicas a las que acudió el joven en las semanas previas debido a un dolor intercostal, según recoge El Mundo.
El facultativo del 112 no realizó las preguntas relevantes para valorar su estado y, en consecuencia, tampoco apreció esa situación previa. Ni envió la UVI móvil ni hizo la valoración del riesgo adecuada.
La familia tacha de insuficiente la condenado a dos años de cárcel por homicidio imprudente
Rotos de dolor tras su muerte, los padres de Aitor emprendieron entonces una lucha judicial denunciando la atención recibida por parte del médico en cuestión, exponiendo públicamente lo ocurrido y esa llamada que hoy no deja de generar una tremenda indignación.
En su litigio, y en un paso ineludible del proceso, los progenitores reclamaron a la Comunidad de Madrid, que llegó a ofrecerles 10.000 euros de indemnización, algo que rechazaron.
Reclamando justicia y castigo para el facultativo del 112, siguieron peleando y ahora, siete años después, tras una dura instrucción, el juez, finalmente, condena a dos años de cárcel y cuatro de inhabilitación al médico que les atendió, una sentencia que, no obstante, consideran insuficiente, –especialmente teniendo en cuenta que, al no tener antecedentes penales, no ingresaría realmente en prisión–, por lo que anuncian que recurrirán en busca del tope para esa condena.
“¿Probando todas esas cosas que hemos probado, todavía están diciendo que dos años de cárcel? Yo no lo concibo”, denuncia la madre de Aitor ante las cámaras de Informativos Telecinco, mientras el padre subraya: “Este señor es responsable de que mi hijo esté en un cementerio”.
“Según la sentencia, presentaba una dificultad respiratoria severa. Eso es una emergencia sanitaria”, explica el abogado de la familia, Carlos Sardinero.
Sin embargo, el facultativo que les atendió no aplicó correctamente el protocolo y no actuó debidamente. “Si le hubieran reanimado 20 minutos antes, Aitor no habría presentado el daño cerebral que le condujo al fallecimiento”, sostiene el abogado.
Tras tomar “como un insulto” los 10.000 euros de indemnización que les ofreció la Comunidad de Madrid, el letrado propuso a la familia “salir de la vía administrativa y dirigirse a la vía penal”, tras lo cual ahora ha llegado la condena al médico, que recurrirán: “Yo lo que estoy pidiendo es justicia para mi hijo”, denuncia la madre de Aitor.