Mariola Esteban: cómo una madre puede denunciar a una hija y echar a un hijo de casa para recuperarlos

  • La mañana en que los servicios sociales llamaron a la puerta de su casa, Mariola Esteban jamás sospechó que su vida iba a dar un vuelco

  • Era 2017 y estaba ante el mayor reto de su vida: conseguir que sus hijos recuperaran el rumbo perdido en una adolescencia de mucha rebeldía

  • Su lucha, de muchos meses y esfuerzos, quiso plasmarla en su libro 'No te rindas mamá', publicado por Plataforma Editorial

La mañana en que los servicios sociales llamaron a la puerta de su casa, Mariola Esteban jamás sospechó que su vida estaba a punto de dar un vuelco. Era 2017 y estaba ante el mayor reto de su vida: conseguir que sus hijos recuperaran el rumbo perdido, en una adolescencia con drogas y mucha rebeldía, y se hicieran dueños de sus vidas y sus decisiones. Lo que no sabía es que, de esa lucha agotadora que duró muchos meses, ella saldría mejorada, renovada y mucho más consciente de su lugar en el mundo. Fue valiente, aunque el camino fuera un infierno.

La historia de Mariola Esteban y sus hijos, Candela y Gonzalo

La historia comenzó cuando sus hijos empezaron el camino hacia la adolescencia. Candela, su pequeña de 15 años, se había escapado del instituto tres veces y se iba a fumar porros con los amigos. Su hermano, Gonzalo, de 16 años, mostraba un comportamiento agresivo en casa y con él "la paciencia tenía que ser una constante, no se le podía castigar de continuo". Ambos mostraban mucha rebeldía y el día a día se fue complicando.

Para vivir un infierno así da igual la condición económica, o si hablamos de una madre divorciada o un padre divorciado: "Como te tenga que tocar una experiencia de esta índole, da igual la condición. Puedes ir a los mejores colegios, los mejores educadores, presentar todos los recursos y no resolver el problema. Hay que asumirlo y saber que es una experiencia para que cambies algo y fluyas. De esta forma podrás ayudar a tus hijos desde tu crecimiento personal y desde tu entendimiento. No obstante, a los chicos había que ayudarlos con expertos", señala Mariola en Informativos Telecinco.

Su lucha, de muchos esfuerzos, quiso plasmarla en su libro 'No te rindas mamá', publicado por Plataforma Editorial, una obra que tiene como objetivo ayudar a otras madres -o padres- que atraviesan situaciones similares. Mariola destaca en él la importancia de querer a la familia, de quererse a sí mismo, de mejorar como persona y de no perder la fe cuando todo parece perdido.

La madre presentó una denuncia por un mordisco de su hija

Las faltas de respeto aumentaban por parte de ambos. La madre tuvo incluso que presentar una denuncia por un mordisco de su hija por recomendación de la Guardia Civil tras llevar la niña fuera de casa ocho días. La denuncia de desaparición no fue suficiente, así que fue la única manera de que el despliegue policial fuera el necesario para localizarla. Además, tuvo que llamar a la Benemérita porque su hijo reventó una puerta de casa con una patada. Tras dar muchos palos de ciego, Mariola llegó a Orientak, un Centro de Día experto en adolescentes con trastornos de personalidad y drogadicción de Madrid donde, asegura, abrió los ojos.

Ella estaba convencida de que Gonzalo tenía un trastorno que solo se manifestaba dentro de casa. Y no estaba equivocada. Al acudir a terapia, a su hijo le diagnosticaron un trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDAH), algo que no le habían sabido detectar en ningún lugar anteriormente. El joven comenzó a distanciarse de nuevo y a incumplir las normas que le imponían en Orientak. Además, Candela pasaba por momentos muy complicados a nivel personal.

Fue entonces cuando Mariola, al ver que podía perder a sus hijos, decidió tomar las riendas. Soñaba con una familia unida y no quería rendirse. La primera gran medida la tomó junto a Eva Milla, la directora de Orientak: decidieron que un especialista se instalara en su casa, en un acompañamiento de desintoxicación para su hija. "Me apoyé en el equipo de terapeutas y en mi familia, pero en un momento determinado les dije que se mantuvieran al margen porque, desde todo su amor, al final podían entorpecer", señala sobre aquellos duros momentos. 

Un especialista en casa: a cumplir el horario a rajatabla

Mariola se refiere a cuando tuvo que dejar fuera de casa a sus hijos. La madre y los profesionales imponían un horario para regresar a casa y para asistir al centro -ese año hubo que desescolarizarlos-. En caso de no cumplirlo, no abrían la puerta. Por ello, pidieron lo mismo a los abuelos y los tíos. Todo con el objetivo de que los adolescentes recapacitaran. "Hay decisiones que son duras y que se tienen que tomar, que pueden parecer en el sentido contrario de la naturaleza, pero hay que actuar", agrega en este sentido.

"Llamé hasta a un cerrajero. Me puse despertador cada dos horas durante meses para comprobar que mis hijos no se escapaban. Quedé agotada física y psicológicamente, pero estaba decidida a sacarlos adelante y lo hice. Dije que iba a poner todo de mí. En cada decisión complicada, pensaba que si no la tomaba era un paso atrás, y eso supone retroceder mucho en los logros que ya has conseguido", precisa Mariola, que entonces apostó por la "disciplina".

Sus hijos, como ocurre en muchas otras familias en España, le habían lanzado numerosos reproches en repetidas ocasiones: "A esas edades hay muchos chantajes emocionales. He tenido que hacer mucho ejercicio conmigo misma. Si te crees todas las cosas que te están diciendo cuando están enfadados vas a acabar muy mal. Yo entendía que no eran sus voces de verdad, te tiene que resbalar todo en ese momento y no tomarte nada a lo personal. Ni levantar la voz, ni enfrentarte a ellos". 

El acercamiento fue progresivo y mejoró con el paso del tiempo

Mariola asegura que, al principio, cuando comenzó todo, había enfrentamientos, pero luego pasó por varias fases. "Ellos me han visto llorar, que eso es la humillación máxima para una madre", apunta. No obstante, desde que comenzó a tomar decisiones pensando en el bienestar y el futuro de sus hijos, se armó de valor y se dijo a sí misma: "Ahora voy 'con el cuchillo entre los dientes'. Solo puede haber acción, basta ya de estar mal".

La relación con Candela mejoró después de un año de esfuerzos, en 2018, pero con Gonzalo "ha sido un largo proceso". El acercamiento fue progresivo, aumentó con el paso del tiempo. Sus hijos crecieron. Ambos terminaron sus estudios de Bachillerato, reflexionaron y ahora, a sus 21 y 22 años, suman todos un equipo. "Estamos genial. En el confinamiento aprendimos que nos necesitamos muchísimo los tres y que formamos una familia. Seguimos trabajando. Me parecía algo inalcanzable y lo hemos logrado: mantener el respeto mutuo, de adulto a adulto y apoyarnos todos en situaciones complicadas", admite la madre.

La escritora, experta en Coaching y Nutrición, recomienda a los padres que no se cuestionen a sí mismos una vez han buscado todos los medios a su alcance para ayudar a sus hijos. "Tenéis que perdonaros a vosotros mismos. Son experiencias y nadie tiene la culpa. Las cosas suceden porque tienen que suceder. Lo que hay que hacer es sacar todo el ruido y trabajar en uno mismo para convertirte en una nueva persona capaz de afrontar todas las situaciones adversas y sea merecedora de recuperar el poder perdido frente a sus hijos. La persona que perdió el control no puede ser la misma que lo recupere, se requiere un cambio", sentencia Mariola, una madre que ha logrado encontrarse a sí misma. Ahora quiere aprovechar mucho más el tiempo con ellos.