Raquel, exmujer de un yihadista que acaba de salir de prisión: "Mis hijos y yo vivimos expuestos al peligro"

  • Nabil Benazzou Benhaddou fue condenado a ocho años de prisión por integración en la 'Brigada Al Ándalus'

  • Una sentencia pionera retiró al hombre la patria potestad al considerar que suponía un peligro para sus hijos

  • "Pido una orden de alejamiento o un dispositivo que podamos activar para alertar. No somos victimas de terrorismo ni de violencia machista"

"Mi hijo tenía solo 12 años cuando detuvieron a su padre. Formaba parte de la 'Brigada Al Ándalus' y había estado adoctrinándole. Le enseñaba a rezar, le llevaba a la mezquita y le ponía vídeos en los que degollaban a los infieles. Ahora tiene miedo de encontrarse con él. Acaba de salir de la cárcel. Mi hija se despide de mí cada noche: buenas noches mamá. Te quiero. Por si nos matan y no nos volvemos a ver". Lo cuenta Raquel Alonso. Durante dos décadas estuvo casada con Nabil Benazzou Benhaddou, condenado a ocho años de prisión y 14 de inhabilitación absoluta por integración en organización terrorista.

El hombre salió el pasado día 13 del centro penitenciario de A Lama (Pontevedra). Ha cumplido su pena aunque le faltan seis años de libertad vigilada. "No lleva ninguna pulsera telemática ni tiene un control establecido. Ahora no sabemos dónde está. Puede presentarse cualquier día en la puerta de mi casa. Vivimos a ciegas", relata esta mujer, que solicita medidas de protección para ella y para sus hijos.

El historial de Nabil

El hombre realizaba labores de captación, radicalización, adoctrinamiento, financiación y envío de voluntarios para operaciones del DAESH. Preveían viajar a Siria, pero su plan se vio frustrado tras ser arrestado con otros ocho miembros por la Policía Nacional, el 15 de junio de 2014.

Raquel testificó en su contra en el juicio en la Audiencia Nacional. Desde entonces vive en una agonía constante: "He denunciado dos agresiones, tres intentos de homicidio con el coche en la carretera. Hace diez días recibí la última carta de amenaza en mi buzón. No puedo poner una sonrisa y hacer como si no pasara nada", confiesa. Fundó la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Inidirectas (Acreavi) y es autora del libro 'Casada con el enemigo'. Ayuda a otras mujeres para salir de la misma situación en la que estuvo ella.

Medidas de protección

"No somos víctimas de terrorismo ni tampoco de violencia de género", explica Raquel. Al principio le pusieron escolta durante tres meses. "Luego nos pasaron a contra vigilancia, pero acabaron retirando las medidas y me dijeron que intentara pedir ayuda como víctima de violencia machista. No lo soy, ni quiero ayudas. Solo pido que una orden de alejamiento que le impida acercarse a nosotros o un dispositivo que podamos activar para alertar de que estamos en peligro. No nos sentimos seguros".

En estos años se han cambiado varias veces de casa pero siempre les localizan. Desde que Nabil entró en la cárcel apenas se ha comunicado con sus hijos. Solo al principio habló alguna vez con la menor por teléfono. Raquel logró que un juzgado le atribuyera la patria potestad en exclusiva y que su exmarido fuera privado de ese vínculo. "En la cárcel no se ha reformado. En el juicio le noté más radicalizado todavía que cuando la Policía se lo llevó esposado de casa", señala.

Sentencia pionera

La sentencia fue pionera. Destacaba el abandono y desinterés por el bienestar y la vida de los menores y su obsesión por adoctrinales, pese a que esto podía poner en riesgo la vida de sus hijos. "La patria potestad sobre sus hijos implica poner a estos en un real y manifiesto riesgo. Su radicalización le impide atender a sus intereses, necesidades y bienestar. No duda en inculcar su particular y propio deseo de ir a la guerra santa, aunque esto pueda suponer la muerte de su propio hijo, siendo esa la manera de intentar doblegar y quebrar la voluntad de sus propios hijos, a costa de su bienestar físico y psíquico, incompatible con el ejercicio responsable de la patria potestad".

Cuando estaba con el mayor se autodenominaba "muyahidín", le decía que debían trasladarse a combatir a Siria y le introdujo en el entorno de los radicales. Nunca veló por el interés superior del menor. Ahora es mayor de edad pero sigue en tratamiento psicológico. Vive en un continuo estado de ansiedad. A la pequeña le llamaba 'pequeña musulmana', le decía que iría al infierno si no rezaba y que tendría que casarse. Según refleja la sentencia, "ha transmitido a sus hijos unos valores incompatibles con la satisfacción de las necesidades afectivas, con un desarrollo armónico y con su derecho a vivir en un entorno libre de violencia, pues la educación transmitida era la justificación de la violencia, la falta de respeto a los derechos humanos, y en definitiva, la justificación de atentados terroristas y consecuentemente, de la muerte de otras personas".

Células yihadistas

Nabil utilizaba una finca de Santa Cruz de Pinares (Ávila) -propiedad del padre de Raquel- para celebrar reuniones con los miembros de su célula. Hacían apología de las organizaciones vinculadas con 'Al Qaeda' en el conflicto Sirio y estaban preparando un viaje. Según consta en la sentencia: "Experimentaron un proceso de radicalización y adoctrinamiento, planificado en distintas fases".

En el domicilio familiar, la Policía encontró una gran cantidad de vídeos relacionados con la organización terrorista y la obligación de la práctica de la "Yihad": historias de mártires que han realizado operaciones suicidas, combates en el frente, cómo elaborar artefactos explosivos, utilizar armamento pesado, detección de minas y su desactivación, discursos amenazantes contra los infieles o contra Estados Unidos, por sus intervenciones en Irak y Afganistán.

La Brigada "Al Ándalus” estaba dispuesta a dar el siguiente paso y aplicar estos métodos violentos, mostrando su voluntad de trasladarse a los lugares de conflicto para integrar sus filas, ya de manera individual o acompañados por sus familias, para lo que debían adoptar las máximas precauciones al respecto, a fin de no ser detectados por los servicios policiales de los distintos países.

"Estamos expuestos al peligro. Nadie nos ampara. Quieren que denunciemos y nos piden colaboración pero hay muchas mujeres encerradas en sus casas, que no se atreven a dar el salto o delatar a sus maridos. Me dicen: mira cómo estás tú, que al final no has conseguido nada. Al fin y al cabo, sobrevivimos como podemos", se lamenta. "Solo espero que algún día podamos volver a tener una vida normal, como la que llevábamos antes de que Nabil se convirtiera en un terrorista."

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