Ana Julia escenifica un angustioso relato en su declaración ante el juez

Malena Guerra 06/11/2018 17:38

En el angustioso relato del enterramiento de Gabriel Cruz, Ana Julia Quezada intenta justificarse. Todo el tiempo llora y argumenta que no era capaz de hacer daño a Ángel, y que por eso no le dijo que acaba de quitarle lo que más quería. Se muestra derrotada ante el juez, y reconoce que estaba en un atolladero del que no sabía cómo salir. Dulcifica incluso conductas macabras como la camiseta de Gabriel que colocó para despistar, asegurando que lo hizo para aliviar el sufrimiento del padre del niño. “Para tranquilizar a Ángel. Darle esperanza”, llegó a decir.

Insiste en palabras que sabe bien la alejan de un asesinato, planificado y alevoso. Y comienza a explicar lo que hizo con el crío cuando ya estaba acorralada. Lo desenterró para llevarlo a otro lugar donde no pudieran encontrarlo.

El juez, implacable, le enseña las fotografías del seguimiento… y le pregunta si al meterlo en el coche habló sola en voz alta. Ella contesta que no, pero miente. Ana Julia maldijo en voz alta y maquinó arrojarle al agua. Como un “pescaito”, dijo. La estaban grabando, pero ella no lo sabía…

ANA JULIA DEFIENDE QUE FUE UN ACCIDENTE

En la primera parte de las imágenes sobre su declaración, la asesina confesa de Gabriel Cruz, habla entre sollozos de un accidente. Asegura que asfixió al pequeño, pero al juez no le dijo que le había golpeado, a pesar de que la autopsia refleja un golpe en la cabeza y un hachazo en la mano. Mintió, y a pesar de lloriquear, defendió su versión de homicidio para evitar la acusación de asesinato y la prisión permanente revisable que le piden las acusaciones.

"Si está usted sollozando quizá no se le entienda bien", le dice el juez. Y ella, muy suave contesta: "Perdone, no lo puedo evitar". Tras ello le dan agua y ella comienza a relatar cómo conoció al padre de Gabriel y cómo era su relación con el niño. Reconoce que nunca ha tenido discusiones con el crío y que solo una vez le dijo que deseaba que no volviera de su país, pero no lo tomaron en serio y pensaron que eran cosas de un niño de ocho años.

Después de varias preguntas de contextualización, Ana Julia explicó su versión del crimen:

"Gabriel nos dice: 'me voy a jugar con los amigos, los primos'. La abuela le dice que espere porque aún no habrán terminado de comer", inicia. Ana Julia se acuerda de todo. ¿Por qué estaba tan segura de que eran las 3.35? "Porque tenía mi teléfono al lado". "Veo a Gabriel ahí con un palito"... llora. "Perdóneme, perdóneme...", dice al juez, disculpándose. Tras ello, prosigue: "Le digo, venga súbete al coche y vente conmigo a Rodalquilar que voy a pintar y ahora te traigo". El juez insiste: "¿El niño se montó voluntariamente porque usted le dijo eso, no?". -"Claro", espeta ella. En los momentos clave de la declaración no llora. Sabe bien lo que tiene que decir.

Ana Julia cuenta que ya en la finca sorprende a Gabriel con un hacha. "Digo, Gabriel dame el hacha que te vas a hacer daño, y me dice: "No, no te la doy que siempre me estás mandando y no quiero que me mandes. Eres fea. Yo quiero que mi padre se case con mi madre y te deje a ti. No te quiero". Entonces Ana Julia dice que asfixió a Gabriel: "Yo le puse la mano para que dejara de decir esas cosas y de chillar", afirma.

-"¿Con esa mano le puso en la boca y en la nariz?", pregunta el juez.

-"Sí, le tapé todo".

-"Su intención, ¿Cuál era?"

-"Que dejara de decir esas cosas". "Cuando le quité la mano, el niño ya no respiraba", relata Ana Julia.

Al juez le dijo que no le había golpeado, ni en la cabeza ni en la mano a pesar de que la autopsia refleja un golpe en la cabeza y un hachazo en la mano. Mintió, y a pesar de lloriquear, defendió su versión de homicidio para evitar la acusación de asesinato y la prisión permanente revisable que le piden las acusaciones.