Planta cara al orden de Marie Kondo: qué tiene de bueno ser un desastre

  • Jennifer McCartney lograr ser número uno con un libro anti Marie Kondo

  • Estudios y expertos apuestan por un moderado caos para aumentar creatividad y resiliencia

  • El afán por el orden y querer ser una Marie Kondo también genera estrés

Jennifer McCartney, editora, escritora y periodista canadiense, colaboradora de Publishers Weekly, Vice, Teen Vogue o The Atlantic se ha convertido en número uno del NYT con su libro 'El arte de ser un desastre' (Editorial Temas de Hoy) con toda una declaración de intenciones. Declarar la guerra a Marie Kondo famosa a escala mundial gracias a 'La magia del orden', un auténtico bestseller y a 'La felicidad después del orden'. El fenómeno ha sido tal que algunos lo han usado para superar rupturas.

En el primero, Marie Kondo, daba las claves para ordenar a la perfección y en el segundo analizaba los beneficios de hacerlo. Pero Kondo tiene tantos seguidores como detractores. Sí, hablamos de la gente desordenada que no desea cambiar y que está cansada de escuchar la frase 'los que son desordenados trabajan el doble o se van a quedar solos'.

Como dijo Mark Twain cuando te veas en el lado de la mayoría, habrá llegado el momento en el que te pares a reflexionar. O como dijo Einstein, desordenado al cuadrado, “si un escritorio desordenado es señal de una mente desordenada, de qué lo es uno vacío”. Eso por no hablar de Steve Jobs, Chomsky o de Zuckerberg, que no fueron nunca prodigio de orden (solo hay que ver sus despachos) . Alexander Fleming es otro ejemplo de desorden productivo. Se fue de vacaciones sin ordenar ni limpiar su laboratorio y al regresar encontró moho en su cultivo de bacterias, lo que le permitió descubrir la acción antibiótica de la penicilina.

Pero cómo influye en el día a día, en las relaciones y en el trabajo ser un auténtico desastre y huir de las indicaciones de Marie Kondo. Veamos lo que dice la ciencia, tan recurrente en estos casos. Investigadores de la Universidad de Minnesota y Northwestern demostraron que la gente ordenada trabaja de una manera más convencional, es más generosa y es menos propensa a cometer actos ilícitos. Cierto, tienen un aspecto más saludable, incluso se alimentan mejor, pero son menos creativos, menos inteligentes y tienen menos herramientas para enfrentarse a las dificultades.

Los resultados se publicaron en Psychological Science y certificaban que los perfiles desordenados eran justo los que buscaban las grandes empresas: gente rompedora, imprevisible y también dinámica: sorprendente. En definitiva, personas capaces de desafiar la norma convencional. No se limitaban al statu quo. No solo eso. El desorden visual y mental obliga a los seres humanos a enfocarse y pensar con mayor claridad. Eric Abrahamson escribió en 'A perfect Mess', que los desordenados eran un 36% más eficientes. Y Tim Harford, autor de El poder del desorden, dejó claro que improvisar estimula la creatividad y nos hace más receptivos, además de tener claro que la gente con un punto de desorden está preparada para el empleo del futuro, el multitasking, o lo que es lo mismo, realizar varias tareas a la vez.

La consultora Ajilon Office, firma especializada en investigación de los lugares de trabajo, desvelaba también un dato interesante: después de varias encuestas en distintas compañías, comprobaba que los que vivían en un caos en su oficina cobraban un sueldo anual que casi duplicaba el de los empleados que conservan la pulcritud en su mesa de trabajo. Hay más: según un sondeo de la Universidad de Columbia, la gente que afirma mantener un escritorio "muy limpio" acaba dedicando un 36% más de tiempo para encontrar los documentos que busca respecto a los que lo dejaban "bastante desordenado". Lo desgrana también Andrés Simón Moreno Arreche en su obra 'Teoría del Caos Social'.

La revista Time se hizo eco también de un estudio de la Universidad de Iowa que especificaba que los bebés que están más dispuestos a ensuciarse, a atreverse con las cosas son capaces de captar antes los significados de las palabras. La revista Time analizaba qué había detrás del filón de Marie Kondo, de su impacto. Y señalaba que los psicólogos también encontraban un aspecto negativo en el afán por el orden: un signo de angustia mental o un malestar subyacente.

Intento de tener el control de casi todo

Es decir, el aumento del estrés en la sociedad provoca un efecto boomerang, el intento de tener el control de casi todo lo que nos rodea, y esto nos lleva al orden o a tener comportamientos repetitivos o rituales. Es decir, a más estrés, más necesidad de control, también en nuestro hogar. Como señala la autora Dodgen Magee tener la bandeja de entrada de nuestro mail vacía nos da seguridad e incluso satisfacción. Tenerla llena, lo contrario. De hecho, si lo piensas, generalmente los papeles más importantes siempre están localizables en las zonas más calientes del escritorio, mientras que los documentos inútiles emigran, casi por sí solos. Inconscientemente, el desorden tiene un orden interno.

No solo eso, hay expertos en psicología que consideran que en tiempos cambiantes, como los actuales, la gente desordenada se adapta de forma más drástica y con mucho menor esfuerzo. En cambio, las personas ordenadas, y los sistemas en los que predominan este tipo de personas son muchos más rígidos, lentos, tienen que seguir protocolos establecidos y los cambios que introducen suelen ser lentos y pequeños.

En 'Elogio del desorden' (Editorial Gestión 2000), Eric Abrahamson y David H. Freedman asocian el caos a la creatividad y la flexibilidad. Abrahamson, profesor de teoría de la organización en la Universidad de Columbia, se define como una persona desordenada y lo defiende. "Si uno se para a ordenar cada rato, tampoco podrá avanzar. En cambio, existe un punto medio donde el rendimiento es más eficiente: el del desorden óptimo", una mezcla de orden y desorden. O sea, que ser moderadamente caótico ahorra tiempo y genera también sus beneficios.

Es cierto que técnicas como el Feng Shui consideran que el desorden exterior también puede indicar desorden interior. Es decir, el escritorio saturado puede indicar exceso de ideas o proyectos sin resolver. De hecho, los expertos en estas técnicas creen que las cocinas desordenadas señalan fragilidad emocional; en los armarios, dificultad para controlar emociones, y si este desorden ya se extiende por toda la casa reflejaría desinterés y apatía. Quién sabe. Lo cierto es que ser desordenado nos es ningún drama y que los libros que plantan cara a Marie Kondo pueden llegar a ser número uno. Y sin estrés.