La Guardia Civil “cazó” a Ana Julia con un plan maquiavélico que la desquició

  • Patricia, la madre de Gabriel fue la primera en sospechar de Ana Julia

  • Cuando detuvieron a Ana Julia no llevaba pastillas en cantidad para suicidarse

En los primeros días Ana Julia no le dejaba hablar por teléfono al padre de Gabriel. Insistía en que estaba mal y era ella quien hablaba con los guardias. Una argucia han dicho los agentes para controlar la investigación. Se anticipaba e incluso ponía la tirita antes de la herida. Como cuando fueron a registrar los vehículos de la familia y Ana Julia sobresaltada les explicó: “Es que habrá ADN de Gabriel porque se ha subido, además en el maletero he llevado sus cosas”.

Así supo Ana Julia que se centraban en el entorno familiar y cometió el primer error; poner la camiseta de Gabriel en el monte. La madre, Patricia, sospechó de ella. Llamó al sargento y le dijo que era imposible, Ana Julia no había vestido a Gabriel no podía saber que olía al niño. Su intuición de madre no le falló. Porque el propio sargento se dio cuanta al tomar declaración a Ana Julia de que ella misma era consciente del error que había cometido.

La siguiente sospecha llegó esa misma tarde. Cuando Ana Julia se enfadó porque no se subía el rescate. Estaban en una rueda de prensa los padres y aconsejados por los investigadores decidieron no incrementar la suma que se pedía por información relevante del niño. Ana Julia llegó tarde y al enterarse salió muy contrariada. Patricia llamó a la Guardia Civil.

Tras esos días 2 y 3 de marzo tan intensos, la presunta asesina comenzó a perder el control. Perdió el teléfono hasta dos veces con excusas burdas que no pasaron desapercibidas para los agentes. Dos días seguidos. Era imposible. Ayer Ana Julia dijo que era porque estaba dopada de sedantes, pero el instructor de las diligencias, teniente de la Unidad Orgánica de Policía judicial de Almería ha sido muy claro: “Lo hizo desaparecer y nosotros pensamos que quería ocultar imágenes porque pudo activársele el móvil mientras cometía el crimen y ella sabe que aunque lo borre tendríamos tecnología para recuperarlo”.

Para entonces la Guardia Civil ya casi había centrado sus sospechas. Ana Julia al poner la camiseta en el monte intentó dar dos giros a la investigación simultáneos. El segundo objetivo era su expareja. Sergio vivía muy cerca. Ana Julia se había llevado el día anterior a la familia a rastrear esa zona. Se lo habían encontrado y le había preguntado si tenía una furgoneta blanca. Por esos días los testigos habían especulado con ese tipo de vehículo, pero no era certero. La Guardia Civil se dio cuenta del interés excesivo de Ana Julia en decir que Sergio odiaba a los niños. Hablaron con él y descubrieron todavía más datos oscuros de Ana Julia que la convirtieron en la primera opción.

Además, el interés por el rescate les hizo pensar que Gabriel podía estar en manos de una tercera persona, pero vivo. Nunca pensaron que lo había matado. Trabajaron con la hipótesis de que lo tenía vivo. Por eso no fueron a registrar la finca donde había dormido los familiares tras el crimen, y donde Ana Julia llevaba todos los días a alguna persona.

Ella decía que le daba paz eses lugar pero los investigadores ahora saben que iba a vigilar su enterramiento temporal. No quería que los animales olieran el cadáver de Gabriel y lo desenterraran. Pasaron pocos días hasta que lograron echar el anzuelo. Tuvieron que pedir a los periodistas que no siguieran a Ana Julia porque una “legión” iba detrás de ella. Cuando consiguieron picarla y ella se sintió acorralada, pensando que tenía que sacar el cuerpo de allí inmediatamente, la siguieron. Esa mañana desenterró a Gabriel mientras la fotografiaban. Se dieron cuenta de que desenterraba el cuerpo de un niño muy pequeño.

Cuando detuvieron a Ana Julia no llevaba pastillas en cantidad para suicidarse como dijo ayer. Había estado deambulando erráticamente con el cadáver en el maletero. Incluso pensaron que lo llevaba al mar. Dio una vuelta por los invernaderos a donde musitaba que lo dejaría mientras los agentes escuchaban sus insultos y maldiciones. Se fue hacia la casa del padre de Gabriel porque en ese momento no sabía cómo hacerlo desparecer. Y la cazaron antes de que se metiera en el garaje. Les dijo que llevaba un perro en el maletero.