Una noche con los menas de Hortaleza: fugas, adicción al pegamento y sueños frustrados

  • En este centro de Primera de Acogida de Madrid hay actualmente 71 menores: 53 son marroquíes, 5 españoles y el resto subsaharianos y sudamericanos

  • Una decena inhala disolventes y pegamento, sustancias altamente adictivas que provocan un rápido 'colocón'

Un grupo de menores inhala disolvente en el parque Clara Eugenia, a cien metros de la puerta del Centro de Primera Acogida de Hortaleza, en Madrid. Abren la botella, vierten el líquido en una bolsa de plástico y la cierran. Después la frotan con las manos o sobre el pantalón para calentar el producto y conseguir que emanen los vapores. Introducen la cabeza y esnifan varias veces, lo que se conoce como bolsear. Algunos también empapan los puños de sus mangas con el producto y se los colocan delante de la boca. Así pueden pasarse horas.

Estos adolescentes tienen entre 15 y 17 años. La mayoría ha nacido en Tánger o en Casablanca y han llegado a España escondidos en los bajos de camiones o en pateras, sin referentes de adultos que puedan hacerse cargo de ellos. Se encuentran en situación de riesgo, por lo que son tutelados por la Comunidad de Madrid. En el centro de Hortaleza sólo permanecerán provisionalmente, durante el tiempo que se tarde en tramitar su documentación: primero deben ser identificados y someterse a pruebas forenses para determinar su edad exacta antes de ser derivados a residencias específicas adecuadas a sus necesidades.

Tienen entre 15 y 17 años, son marroquíes y llevan a España en pateras o escondidos en bajos de camiones

Los vecinos les ven entrar y salir del recinto, merodeando por los alrededores. No es un centro cerrado y pueden deambular libremente. Incluso al caer la noche, cuando los vigilantes de seguridad cierran las puertas, una decena de niños salta los muros y sale. Tampoco se van demasiado lejos ni se esconden. Esnifan pegamento en la vía pública, delante de los viandantes, incluso frente a los agentes de Policía que patrullan por las inmediaciones. No está considerado un delito al tratarse de sustancias legales. Cuando los educadores detectan estas adicciones, intentan que estos menores acudan de forma voluntaria a centros de desintoxicación de la zona.

Enganchados al pegamento

M.Z. nació en Casablanca hace 17 años. Hace siete meses se embarcó en una balsa neumática al norte de Marruecos con varios compatriotas. Llegó a las costas andaluzas, donde fue interceptado por la Guardia Civil. Ha pasado por varios centros en distintas comunidades. Ahora está en el de Hortaleza: "Salí de mi país porque allí no había nada que hacer. Pasar los días sentado, viendo pasar la vida. Pensaba que aquí podría estudiar o aprender un oficio, pero ¡mira, aquí tampoco hago nada! Todos los días son iguales. Nos levantamos y desayunamos leche con galletas, siempre lo mismo. Hay clases de español pero a mí me han expulsado por pelearme con un compañero y por eso estoy aquí fuera", nos cuenta.

Nosotros no esnifamos pegamento, sólo algunos chavales lo hacen para divertirse

A su lado hay otro adolescente, Y.C. un tangerino de 16 años. Apenas habla castellano. Ingresó en el centro de Hortaleza hace un par de semanas. Recuerda cómo se coló debajo de un camión en el puerto de Tánger: "Lo planeé durante meses, estudié una manera. Iba caminando desde mi casa y me quedaba mirando en el espigón. Vi a otros niños hacerlo. Soy el mayor de tres hermanos. Mi padre nos abandonó y ahora tengo que hacerme cargo de mi madre y los pequeños. No sé qué voy a hacer", dice afligido.

"Nosotros no esnifamos pegamento, sólo algunos chavales lo hacen para divertirse. Casi todos empiezan cuando llegan aquí, en Marruecos eso no lo hacen. Pero a mí no eso no me gusta, prefiero los porros", confiesa M.Z. mientras pica una piedra de hachís sobre un poco de tabaco. "Cuando están muy colocados se quedan ahí en los bancos y duermen en la calle. Si no volvemos por la noche nos castigan y ya no podemos entrar hasta las once de la mañana del día siguiente. Puedes ir a desayunar al último turno o te dan un bocadillo", explica Y.C.

Gregoria vive en este barrio desde hace 55 años y puede verles cada día: "Habrá de todo, unos más buenos y otros más malos, pero como son tantos y los cambian cada poco tiempo siempre andan haciendo zalagardas", señala con ironía. Entonces comienza a relatar los últimos incidentes que recuerda: "Hace tres meses a una amiga que vive en esa torre de enfrente le dieron un empujón por detrás para quitarle una cadena y desde entonces tiene que ir todas las semanas a rehabilitación. También hace poco hubo aquí una pelea brutal con otro grupo de chicos: quemaron papeleras, rompieron coches y se dieron a palo limpio. Siempre tiene que andar la Policía con un coche por aquí y muchas veces hay secretas en la puerta. A mí lo que me da miedo es que me pongan algo de eso en la boca para robarme y me desmaye o algo de eso", apuntala subiendo el tono.

El centro de menores de Hortaleza

71 menores conviven actualmente en el Centro de Primera Acogida de Hortaleza. 62 chicos y nueve chicas. 53 de ellos son marroquíes, aunque también hay cinco españoles, dos argelinos, tres sudamericanos y nueve subsaharianos.

Hay 57 educadores contratados para cubrir todos los turnos, que se sienten impotentes al no poder atender todas las necesidades de estos niños. Critican la falta de personal y de recursos. "Las instalaciones están muy deterioradas y los menores no las cuidan porque no las sienten como suyas. Muchos se pasan el día fuera. No podemos impedir que tengan conductas de riesgo. Lo único que podemos hacer es escribir un parte de incidencias, con algunas consecuencias como por ejemplo quitarles la paga o restringirles las salidas", asegura una empleada que prefiere guardar el anonimato.

Es como si tú tienes un corral lleno de pollos y tiras un grano de trigo, ¿qué pasa? se pelean, pues nosotros estamos igual

Según la Consejería de Asuntos Sociales, desde el principio asisten a clases de alfabetización gracias a los profesores que envía la Consejería de Educación. También salen a recursos externos de formación pre-laboral según van consiguiendo un nivel adecuado. Por las tardes y los fines de semana programan además actividades de ocio y tiempo libre para conseguir que conozcan la cultura y se integren en la sociedad. Educadores y mediadores les acompañan a espectáculos deportivos, visitas culturales, jornadas en la naturaleza, realizan actividades deportivas tanto dentro como fuera del centro o talleres de radio.

Pero esta oferta no convence a los menores, que se sienten defraudados ante las expectativas que tenían y los sueños que habían creado. "Dentro huele fatal, todo está roto, viejo, no hay intimidad. Es como si tú tienes un corral lleno de pollos y tiras un grano de trigo, ¿qué pasa? Se pelean, pues nosotros estamos igual", critica M.Z. "Dicen que nos dan de todo, pero a mí me ha tenido que enviar esta ropa mi familia desde Marruecos. Allí me podía beber una coca-cola y aquí o no la tengo o hay cuatro botellas para compartir entre todos los días de fiesta. O por ejemplo, si quiero cortarme el pelo aquí lo único que puedo hacerme es pasarme una cuchilla y afeitarme", expresa como puede, intercalando palabras en castellano, en árabe y en inglés.

Aún así la situación ha mejorado mucho con respecto al 2017. A mediados de año el centro se vio saturado ante el incremento de la llegada de menores extranjeros no acompañados a España. En este edificio de paredes amarillas llegaron a albergar hasta a 135 niños, que se vieron obligados a dormir en colchones en el suelo, en los pasillos o en los baños. Hubo que crear 140 plazas de emergencia en otras residencias y derivar a estos menores, lo que supuso un alivio. No existe un tiempo límite para permanecer en el centro, más allá del cumplimiento de la mayoría de edad y cada vez que se propone abrir un nuevo centro, los vecinos del distrito organizan movilizaciones en contra para protestar.

La alarma social frente datos reales de los menores infractores

Algunos de estos adolescentes cometen delitos, sobretodo hurtos, robos con violencia e intimidación o se ven envueltos en peleas. "Casi siempre son los mismos y a mí me da vergüenza que sean los marroquíes porque nos perjudica a todos", lamenta M.Z.

21 menas fueron enviados a centros de de ejecución de medidas judiciales en 2019

Dos patrullas del Cuerpo Nacional de Policía recorren el barrio constantemente. La presencia policial es una de las claves para reducir la criminalidad en esta zona, según la Delegación del Gobierno. También para calmar la alarma social generada por grupos que manifiestan su oposición a la presencia de estos menores.

Manuel lleva más de 40 años en el barrio. “Mi hijo hizo la prestación sustitutoria del servicio militar aquí. Entonces era un centro de internamiento. Ahora es como un albergue, sin ningún control. Los chicos campan a sus anchas, se tumban ahí están en medio de la calle, sin ningún escrúpulo. Les veo ahí con la bolsa venga a darle. Cuando entran si les recriminan algo saltan la valla y se largan”.

“Se les ve muy mal, dentro hay demasiada gente. Se pasan el día aquí consumiendo pegamento. Yo a veces tengo hasta miedo de entrar. Les ves muy nerviosos, diciendo tonterías, muy excitados y alterados”, dice un repartidor que suministra al centro material de oficina.

De los más de 3.000 menores tutelados por la Comunidad de Madrid durante el año 2019, sólo 21 menores extranjeros fueron detenidos por cometer infracciones. Tras pasar a disposición de la Fiscalía fueron enviados a centros de ejecución de medidas judiciales, privados de libertad, lo que antiguamente se conocía como reformatorios, dependientes de la Consejería de Justicia.