La vida después de la huida de Ucrania: "¿Cómo voy a mantener ahora a 10 personas?"

  • Victoria, enfermera afincada en España, se ha traído a toda su familia a España

  • Ahora tiene que mantener a 10 personas con su sueldo y el de su marido, cirujano reconvertido en albañil

  • De momento se han metido todos en el piso de 60m2 de la pareja, pero necesitan soluciones

Su vida ya era suficientemente dura antes de la guerra, pero a Victoria aún le quedaban sorpresas desagradables por superar. Ucraniana, emigró a España hace 15 años, buscando un sueldo que le permitiera pagar las terapias de su hija, con una discapacidad intelectual. Tuvo que dejar a Julia con apenas cuatro años en su país, para trabajar aquí "limpiando, de lo que fuera" doce horas al día. Gracias a eso la chica, que ahora tiene 19 años, ha tenido acceso a tratamientos médicos que en Ucrania son muy caros. Y gracias a eso también Julia es una de las miles de personas que ha huido de la guerra. Ayudada por su abuela y su tía, hermana de Victoria, cruzó la frontera con Polonia a pie, y ahora vive, con otras 9 personas, en el piso minúsculo de su madre y sus hermanos.

65 metros cuadrados que Victoria paga con mucho esfuerzo. Ella era enfermera en su país, y su marido, cirujano. En España ella ha logrado homologar sus estudios con el grado de auxiliar de enfermería, y él es albañil. Victoria empezó a trabajar en plena pandemia en el hospital Severo Ochoa de Leganés, donde sus compañeros "se han volcado", cuenta emocionada. "Voy por Urgencias y me meten sobres de dinero en el bolsillo, para poder alimentar a todas las bocas que tenemos ahora en casa. Es muy duro recibir dinero de tus compañeros, cuando tú trabajas para ganarte la vida dignamente... y tu marido también", llora.

10 en una casa de 5

Pero gracias a eso Román y ella han podido ayudar a sus familias en Ucrania durante más de una década, y pueden seguir haciéndolo ahora. Entrar a su piso de 60 metros cuadrados de Getafe es sortear zapatos, abrigos, maletas, colchones y bolsas de ropa para 10.

En una habitación al lado de la cocina duerme Anna, una de las abuelas, que padece Párkinson. A la vuelta del estrechísimo pasillo los cuatro primos: Makar, de 4 años, y Barbara, de 6, recién llegados de Ucrania, y Antón y Marko, de 9 y 7, nacidos en España. En el suelo, sobre un colchón, Irina, la hermana pequeña de Victoria. En la casa no cabe nada más, ni nadie más. Y sobre todo es difícil alimentar -y vestir, y calentar, y mantener- a tanta gente con dos sueldos.

Media hora para recoger tu vida

Irina era actriz en Ucrania, trabajaba en el teatro nacional y ahora solamente piensa en volver "para ayudar". En su huida apenas alcanzó a llenar una maleta con documentos y algo de ropa, porque cuando empezó a oír los aviones casi rozando su edificio, y el ruido de las bombas, salió corriendo. Unos amigos que habían organizado la huida del vecindario le dijeron que si estaba lista en media hora, les acercaban a Polonia.

"Nos dejaron a 15 kilómetros de la frontera", cuenta en ucraniano, "y tuve que ayudar a mi padre, que está ciego, a mi madre, a mi sobrina discapacitada y a mis dos hijos de 4 y 6 años a andar esa distancia". Habla bajito, como no queriendo recordar, de lo dura que se le hizo la semana entera que tardaron en llegar a Madrid: "Nos prestaron dinero para ir en autobús de Polonia a París, y de allí cogimos otro a Madrid". El padre se ha ido con otra hermana a Portugal, y el resto se han quedado en la casa de Victoria y Román.

Empezar de cero para todos

Mientras Irina cuenta su odisea para huir de su país Victoria la mira preocupada, mientras le dice que se quede, que tiene que cuidar de sus hijos y ayudarla a ella con tanta gente en casa y tantos trámites por realizar. Observan la escena Julia, la chica de 19 años "con una mente de dos", dice su madre, y Olga, la abuela que ha sido para ella "madre, padre y terapeuta". Ellas duermen en el salón, en un sofá cama.

Y en la habitación contigua, a la que para acceder hay que retirar una mesa, Román y Victoria, que mantienen con sus sueldos de albañil y auxiliar de enfermería a toda la familia. Por eso Victoria está muy agobiada, porque ve que no le llega apenas para comer todos, su casa hecha un caos, todos apiñados y sin saber cuánto durará esto: "Vamos a escolarizar a los niños, y mi hermana que solicite el asilo temporal para tener acceso a ayudas más estables, porque me ofrecieron un hueco en el hospital Zendal. Una habitación para todos: mi madre, mi hija con discapacidad intelectual, mis dos sobrinos y mi hermana. Para eso me los quedo en casa y nos apañamos", dice.

Ahora Victoria necesita encontrar tiempo para escolarizar a sus sobrinos, buscar trabajo con su hermana y ayudarles a volver a vivir. No saben cuánto durará la guerra, ni por lo tanto el tiempo que Irina y los pequeños, junto con Olga y Julia, van a tener que quedarse en España. Desde el hospital sus compañeros siguen recogiendo ropa para ellos y otros ucranianos que tuvieron que huir de la guerra con lo puesto.

Victoria agradece también los esfuerzos de los compañeros de su hijo Antón, que se han volcado en el colegio Mengual para ayudarles en todo lo posible: "Sin tanta gente que nos ha regalado cosas o prestado dinero no podríamos salir adelante", se emociona la enfermera. Ahora todos tendrán que empezar una nueva vida juntos. Después de tanto echarse de menos, la guerra les ha unido por la fuerza y de la peor manera posible.

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