Consejos para afrontar las alertas de frío polar: cómo prepararse ante las nevadas y los episodios invernales
Almacenar alimentos y combustible, disponer de un botiquín y revisar la vivienda, claves para afrontar las nevadas y las alertas de frío polar
La ciencia detrás del frío: un experto explica cómo nuestro cuerpo reacciona a temperaturas extremas
Aún nos encontramos en otoño, sí, aunque en muchos lugares no lo parezca. El invierno de este 2025 dará comienzo oficialmente el 21 de diciembre y durará hasta el próximo 20 de marzo. Sin embargo, dicha estación se ha adelantado en España con la llegada de una masa de aire ártico que dejó temperaturas mínimas de -10 grados centígrados y un manto blanco en varios sitios del país.
Con la llegada del mal tiempo, de las nevadas, del hielo y de las temperaturas gélidas, desde los ayuntamientos, Protección Civil y los distintos servicios de emergencia suelen advertir a los ciudadanos para que esté preparados con el objetivo de hacer frente, de la mejor manera posible, a las alertas de frío polar.
Según indica la Agencia Estatal Meteorológica (Aemet), los fenómenos meteorológicos adversos se consideran "todo evento atmosférico capaz de producir, directa o indirectamente, daños a las personas o daños materiales de consideración". Es lo que ocurrió, por ejemplo, en Madrid capital durante el temporal Filomena en enero de 2021.
Recomendaciones ante nevadas
En el hogar, es fundamental tener cuidado con las estufas de carbón, eléctricas y de gas, especialmente si hay niños en sus inmediaciones. Resulta también conveniente revisar las instalaciones para comprobar que no existen pérdidas y que el funcionamiento es correcto, así como disponer de un extintor ante la posibilidad de incendio.
Dependiendo de la zona geográfica en la que nos encontremos, debemos almacenar alimentos y combustible al menos para una semana. Es decir, tener la cantidad necesaria para afrontar ese periodo de aislamiento que se puede dar en ciertas ubicaciones del territorio, sobre todo en puntos de montaña.
Disponer de un botiquín de primeros auxilios y de aquellos medicamentos que usen habitualmente los miembros de la unidad familiar. En cuanto a los fármacos, destacar que algunos precipitan los problemas derivados de la exposición al frío y que sólo se deben tomar si contamos con la prescripción médica.
No podemos olvidarnos de revisar aquellos puntos de la vivienda por donde existe contacto con el exterior, como son los cierres de ventanas y puertas. Antes de que lleguen las nevadas, también hay que examinar tejados y bajantes de agua. Las calefacciones con circuito cerrado deben estar provistas con anticongelante.
Contar con pilas suficientes para las linternas y la radio, prestando atención a las emisoras y a las cadenas de televisión (si no se ha ido la luz) para obtener información de la Aemet o de Protección Civil, tal y como señala en su web el 112 de Castilla y León. No está de más que hayamos comprado unas velas por si sufrimos un apagón.
Emplear la ropa adecuada. Si vamos a salir al exterior, llevar varias prendas ligeras y cálidas superpuestas es preferible a utilizar una sola prenda de tejido grueso. Evitaremos las indumentarias ajustadas, permitiendo que el aire circule y actúe como aislante. Importante protegerse manos, cabeza y rostro. De este modo, impediremos la entrada de aire extremadamente frío en los pulmones.
En caso de que haya ventisca, evitar los desplazamientos puesto que la combinación de aire frío, nevadas y fuertes vientos reduce la visibilidad de manera significativa. Dicho sea de paso, no es aconsejable que las personas mayores y los pequeños salgan a la calle.
Desde Cruz Roja, apuntan la conveniencia de beber líquidos calientes y azucarados y también de rehuir el consumo de alcohol ya que se trata de un vasodilatador y produce una "falsa" sensación de calor.
Cabe resaltar que debemos caminar esquivando las zonas de umbría para no pisar suelo que esté helado y, por supuesto, no realizar ejercicios físicos excesivos puesto que el frío no es bueno para el corazón. Las bajas temperaturas provocan vasoconstricción (estrechamiento de las arterias), lo que incrementa la presión arterial y la frecuencia cardiaca.