Montserrat, 42 años buscando la verdad: “Estoy convencida de que me cambiaron a mi hijo”

Cuatro décadas después, una prueba de ADN reabre una de las historias más estremecedoras de ‘El diario de Jorge’
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Hay historias que no se apagan con el paso del tiempo, la de Montserrat es una de ellas. Desde hace 42 años, vive con una certeza que jamás la ha abandonado: el hijo que dio a luz no fue el niño que se llevó del hospital.
Su testimonio, contado en ‘El diario de Jorge’, ha sacudido a la audiencia por su crudeza, su coherencia y por una pregunta que sigue sin respuesta: ¿qué ocurrió realmente en aquel parto de 1983?
Un parto, un abrazo… y una versión que cambia
Montserrat ingresó en el Hospital General Docente de Guadalajara con 26 años, madre soltera y trabajadora del propio centro. Dio a luz el 27 de febrero de 1983. Nada hacía presagiar lo que vendría después.
Nada más nacer, la matrona le dijo que su hijo estaba bien. Un bebé sano, con buena puntuación en el test de Apgar. Se lo colocaron sobre el pecho. Ella lo miró, lo reconoció y le habló: “Hola, hijo”. Minutos después, se lo llevaron.
Poco después, ya fuera del paritorio, un ginecólogo y un pediatra le comunicaron algo que jamás olvidaría: su hijo tenía síndrome de Down. Una información que la descolocó por completo.
“No me cuadraba nada”, explicó. El bebé que le entregaron después no se parecía en absoluto al que había tenido en brazos: otro color de pelo, otra complexión, otra fragilidad extrema. Además, el niño sufría una cardiopatía grave que le impedía incluso alimentarse con normalidad.
Nueve meses de amor… y una pérdida devastadora
Aquel niño, al que llamó Aarón, vivió nueve meses. Los médicos habían pronosticado que no sobreviviría más de tres. Murió tras una intervención cardíaca que, según Montserrat, terminó en una negligencia médica.
Durante esos meses, lo cuidó como a un hijo. Y aún hoy, asegura que sigue doliéndole su pérdida. Pero la duda nunca desapareció.
La prueba que lo cambia todo
Antes de que Aarón falleciera, Montserrat guardó un mechón de su pelo. Un gesto íntimo, casi instintivo. Décadas después, en 2023, descubrió que ese cabello podía analizarse mediante ADN mitocondrial.
El resultado fue demoledor: la maternidad quedó descartada. El niño al que crio y enterró no era biológicamente su hijo. Tras recibir el resultado, Montserrat acudió a la policía. La denuncia fue trasladada a la UFAN y posteriormente al juzgado. Hoy, el caso sigue su curso.
Montserrat está convencida de que su hijo biológico puede estar vivo, criado por otra familia, sin saber quién es realmente. Durante años ha vivido con la esperanza de que, esté donde esté, haya sido feliz. “No he querido tener más hijos”, confesó. Toda su maternidad quedó anclada a aquel parto.

