44 años sin Federica de Grecia, madre de la reina Sofía: marcada por la guerra y la lucha por la herencia familiar

La reina Sofía en una imagen de archivo.. Cordon Press
  • La abuela del rey Felipe VI y esposa del rey Pablo I de Grecia fallecía el 6 de febrero de 1981 de forma repentina

  • La vida de Federica de Grecia es una de las más agitadas dentro de la realeza europea

  • Era descendiente directa de la reina Victoria del Reino Unido y de Guillermo II, el último káiser de Alemania y rey de Prusia

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El 6 de febrero es una fecha de lo más triste para la reina emérita Sofía. Un día como este jueves, hace 44 años, fallecía su madre, Federica de Grecia, a los 63 años y de forma totalmente inesperada en una clínica de Madrid. Una sencilla operación acababa con su vida tras sufrir un infarto de miocardio masivo. La esposa del rey Juan Carlos I se quedaba sin su confidente y sin uno de sus grandes apoyos.

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La vida de Federica de Hannover estuvo marcada por la guerra, el exilio, el afán de reconstruir una monarquía tambaleante en Grecia, la lucha por la herencia familiar, una personalidad imparable, la educación de sus hijos y la polémica.

La abuela del rey Felipe VI nació el 18 de abril de 1917 en el castillo de Blankenburg, Alemania, en el seno de la casa real de Hannover, descendiente directa de la reina Victoria del Reino Unido y de Guillermo II de Alemania -último káiser de Alemania y rey de Prusia-. Hija de Ernesto Augusto III de Hannover y la princesa Victoria Luisa de Prusia. Era una mujer de sangre azul por donde se la mirara.

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Criada en un ambiente aristocrático, Federica fue educada bajo los estrictos valores de la realeza alemana. Su infancia transcurrió entre la disciplina militar prusiana y una educación esmerada en idiomas, historia y protocolo. Sin embargo, su familia, de origen alemán, se vio afectada por la Alemania nazi en la Primera Guerra Mundial.

Su matrimonio con Pablo de Grecia y la monarquía en un país convulso

En 1938, con apenas 21 años, se casó con el príncipe Pablo de Grecia, heredero al trono griego y primo del rey Jorge II. En aquel matrimonio Federica vio la oportunidad de influir en el futuro de un país que pronto se sumiría en el caos. Grecia no era un destino fácil.

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El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la posterior ocupación de Grecia por parte de las fuerzas del Eje obligaron a la familia real a exiliarse. Federica, Pablo y sus hijos -Sofía, Constantino e Irene- pasaron años exiliados en Egipto y Sudáfrica, mientras la monarquía griega pendía de un hilo.

En 1947, tras la guerra y un referéndum, la monarquía fue restaurada y Pablo ascendió al trono, convirtiéndose en el rey Pablo I de Grecia. Federica se convirtió en reina consorte en un país devastado por la guerra civil y la inestabilidad política. Desde el primer momento, asumió un papel activo, promoviendo programas sociales y de educación, pero también enfrentándose a duras críticas por su intervencionismo en los asuntos de Estado. 

 Su personalidad fuerte y su carácter generaron rechazo en la sociedad griega, que la veía como una figura dominante en la política nacional que no gustaba a todos. Fue bautizada por Franco como "la bruja alemana"

Una herencia que rompió la armonía familiar

Entre tanto, en 1953, se enfrentó a otro de los momentos más difíciles que debía abordar: la muerte de su padre y el reparto de su herencia, que acabó con la armonía familiar y la 'enfrentó' con su propia madre, de quien 'heredó' esa personalidad implacable.

Los bienes de Ernesto incluían propiedades en Alemania y Austria, así como colecciones de arte y derechos sobre antiguas posesiones de la familia Hannover.

Según la tradición nobiliaria alemana, la mayor parte de la herencia debía pasar al hijo varón, en este caso, Ernesto Augusto IV. hermano mayor de Federica. Sin embargo, su madre, viuda del duque, consideraba que tenía derecho a una parte sustancial de la fortuna, y no estaba dispuesta a cederlo todo a su hijo mayor. Además, su marido había dejado estipulado en su testamento que su mujer debía recibir una cantidad de dinero anual, la cual Ernesto consideraba imposible de asumir para las arcas familiares.

El conflicto estalló cuando Ernesto, con el apoyo de su hermana Federica y del resto de sus hermanos, decidió rebajarle la cantidad acordada. Un enfrentamiento que se intensificó cuando recurrieron a la vía legal para defender sus posturas y saltó al foco mediático, algo que se consideraba impensable en los círculos reales de la época.

El litigio se agravó en 1956, cuando Ernesto Augusto y su mujer, la princesa Ortrudis, abandonaron el castillo de Marienburg, una residencia que hasta entonces habían compartido con Victoria Luisa pero que era demasiado costosa, por lo que decidió convertirla en museo. Informó a su madre que debía abandonar Marienburg y trasladarse a otra vivienda. Victoria Luisa se negó, pero finalmente se vio obligada a hacerlo.

La relación con su madre quedó prácticamente rota. Madre e hija apenas se hablaron en los años siguientes y sus encuentros fueron escasos. De hecho, Victoria no acudió al enlace nupcial de su nieta, la reina Sofía. La tatarabuela de la princesa Leonor falleció en 1980.

La educación de Sofía y su inesperada muerte

Federica no solo gobernó un país, también moldeó el destino de sus hijos. A Sofía la educó con una idea clara: su deber estaba por encima de sus deseos.

Cuando la joven princesa griega conoció a Juan Carlos de Borbón en un crucero por el Mediterráneo, Federica vio la oportunidad perfecta. España, aún bajo la dictadura, tenía una monarquía en el exilio que algún día podría volver. Si Sofía se casaba con Juan Carlos, podría estar al lado de un futuro rey.

En 1962, Federica orquestó la boda de Sofía con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, futuro rey de España. Sofía renunció a su religión ortodoxa y se convirtió al catolicismo, un gesto que mostró hasta dónde llegaba su sentido del deber.

El destino de Federica cambió en 1964, cuando su esposo Pablo murió. Su hijo, Constantino II, asumió el trono, pero la situación política era frágil. En 1967, un golpe militar obligó a la familia real a huir de nuevo.

Federica, considerada por muchos una presencia incómoda, se retiró de la vida pública y pasó sus últimos años viajando entre India, Roma y Madrid, siempre cerca de Sofía. En 1981, mismo año en el que el entonces príncipe Felipe pronunció su primer discurso en público y escasos días antes del Golpe de Estado en España, Federica perdió la vida.

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