Antonio Orozco se sincera sobre el fallecimiento de la madre de su hijo: "Yo no quería morir, pero podía haber muerto"
El artista publica sus primeras memorias, 'Inevitablemente yo', donde se abre en canal sobre la muerte de su expareja, Susana
La caída a los infiernos de Antonio Orozco: del día que tocó fondo a su cambio de hábitos para empezar de cero
Antonio Orozco nunca había hablado con tanta franqueza sobre la mujer que marcó para siempre su vida: Susana Prat, la madre de su hijo Jan, que falleció en 2017 a los 44 años a causa de un cáncer de útero.
En su biografía recién publicada, 'Inevitablemente yo' (Planeta), el cantante se abre en canal y pone palabras al dolor que atravesó entonces. "No puedo escribir su nombre sin que algo se me mueva por dentro", confiesa.
Aunque ya no vivían juntos, el artista describe a Susana como "la persona más importante" de su vida. "Era la madre de mi hijo. Mi amiga. Mi compañera en lo esencial. Mi espejo. Cuando murió, aquel octubre de 2017, por culpa del cáncer, se fue una parte de mí. Lo digo sin metáforas", escribe.
Orozco narra cómo la pérdida lo sumió en un estado de profunda tristeza: "Durante meses, viví sin vivir. Respiraba, pero no estaba. Caminaba, pero no avanzaba. Estaba atrapado en una tristeza silenciosa que lo invadía todo. La vida había perdido brillo, color, forma".
A la muerte de Susana se sumaron otras pérdidas: la de su productor y mejor amigo Xavi Pérez y la de Dani, su asistente y compañero, en un accidente de moto. "El mundo entero se volvió gris. Yo no quería morir, pero podía haber muerto. No lo digo a la ligera. Si esa etapa hubiera durado un poco más, si no hubiera recibido ciertas palabras, si no hubiera abierto ciertas ventanas, no sé qué habría pasado. No sé si estaría escribiendo este libro hoy", reconoce.
En medio de ese caos, su hermano Jesús le envió el siguiente mensaje, y esa fue su tabla de salvación: "Mis amigos budistas dicen que pronto nos reencontraremos con aquellos que hemos perdido en esta vida".
Antonio confiesa que ese mensaje se convirtió en "una semilla, una grieta de luz, una posibilidad". Él mismo, que había perdido la fe tras la muerte de su padre, empezó a darle vueltas a esa idea: "Pensé: '¿Y si es verdad? ¿Y si hay algo más? ¿Y si la muerte no es el final?'. Desde entonces, ya no veo la muerte igual. Ya no es una tragedia definitiva. Es un cambio de forma. Una transformación. Una continuidad".
El compositor asegura en sus memorias que ahora cree que "seguimos, que no desaparecemos, que solo cambiamos de estado". Y añade: "No sé si se llama alma. No sé si se llama espíritu. Pero sé que hay algo y eso me ayuda. Me alivia. Me reconcilia con la vida. Lo que sí sé es que la muerte no existe si no olvidas. Susana".
Para Orozco, su expareja sigue presente en su día a día. "No como un recuerdo, sino como una conversación constante. Está en las fotos. En los objetos. En los silencios. En la forma en que cría a nuestro hijo, aunque ya no esté. Está en lo que ella me dijo y en lo que no me dijo. En lo que entendí después", subraya en el libro.
Ahora, hablar de ella no le produce miedo ni dolor, sino que "me reconcilia y me limpia. Me devuelve algo de lo perdido". "Yo quiero pensar que nos volveremos a encontrar con todas aquellas personas a las que tanto hemos querido, a las que seguimos queriendo, pero que se han marchado antes de tiempo".