El Rocío

La romería del Rocío: así se vive el largo y costoso camino hasta llegar a la Aldea

Susana Domínguez, una romera que realiza el camino junto a su familia
Susana Domínguez, una romera que realiza el camino junto a su familia. Redacción
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Sevilla"Mi camino comienza desde mi puerta" reza una sevillana rociera que suena día y noche en las "parás" del peregrino. Y no va, valga la redundancia, desencaminada.

Miles de romeros, cientos de caminos y decenas de hermandades para una única meta: la Virgen del Rocío, una imagen que espera en su ermita de la aldea almonteña. Y para llegar hasta ella hay mucho por recorrer, mucho que preparar, comprar, arreglar y disfrutar.

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El camino de Susana

"Seré rociera toda la vida", dice Susana con solo preguntarle cómo lleva los nervios de los días previos. Como si se tratara de una advertencia ante quienes no entiendan que los días más duros del año, son para ella también los más felices.

Son los tres días que dura el camino de ida de su Hermandad de Villanueva del Ariscal (Sevilla). Unos 100 kilómetros que realiza a pie junto a la carreta desde hace casi 40 años, haga calor o caigan chuzos de punta bajo temperaturas insufribles.

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Durante eso días su casa es una "carriola" de 7,5 metros de largo, 2,40 metros de ancho y 3,90 metros de alto. Cuatro paredes que casi se tocan en la que van a convivir ella y otros quince miembros de su familia, entre los que cuenta hermanos, hijos, sobrinos y hasta nietos: "mis padres siempre han querido que hiciéramos un camino familiar, así que compramos una carriola entre los ocho hermanos".

Susana Domínguez durante un descanso de un camino pasado

En los poco menos de cuatro metros de altura que tiene la casa portátil hay dos plantas. Arriba todo es cama. Varios colchones unidos y casi apilados van a dar descanso a diez personas a la vez. Abajo, junto al fregadero, la nevera y el lavabo, cabe todavía una litera para dos. Los dos restantes duermen en una especie de carpa remolcada que han tenido que inventar "porque ellos se agobian en la carriola", explica Susana comprensiva.

Los preparativos

Cada año se hacen la promesa que van a volver a incumplir: "quedar una vez a mes para preparar el próximo Rocío". Porque nunca lo cumplen. Así que desde que acabó la Feria de Abril de Sevilla, los 16 miembros de esta reunión han tenido que verse hasta tres veces por semana para prepararlo todo con detalle.

Limpieza, acomodamiento, repostaje... son tres días de ida y otros tres de vuelta en lo que no puede faltar nada. "Lo último que llevamos son los trajes, las batas rocieras y los neceseres", todo lo demás va entrando poco a poco en los aposentos del camino. Después hay que llenar las neveras.

Un menú preparado para el calor y el cansancio

"Este año va a ser de calor, así que hemos pensado en menús frescos", y no uno, sino unos cuantos. Porque en el camino solo los sentimientos se dejan llevar por la improvisación, el resto va todo planeado al dedillo.

La familia de Susana lleva agua para un regimiento, aunque seguramente se quedarán cortos. Diez garrafas de cinco litros, 17 paquetes de 24 botellas de 50 cl, unas diez botellas diarias de 1,5 litros y más que no logra recordar. A falta de agua podrán matar la sed con gazpacho, porque llevan del orden de cuatro litros para cada día.

Guisos de albóndigas, carne con tomate o carne mechada. Hasta 60 montaditos por día de distinto sabores, chacinas, aliños, empanadas y hasta para hacer una paella en uno de los descansos. Todo eso lleva un romero cuando hace el camino del Rocío

Y medallas. También cuelgan del pecho medallas. No solo la de la Hermandad en cuestión, sino alguna que otra que pesa más cuando llegas al Vado del Quema y recuerdas a quienes no están "pero nos acompañan de otra forma", dice temblorosa.

El camino de un carretero

Manuel Montes es carretero y asegura que lo es durante todo el año. Los carreteros son los encargados de guiar a los bueyes que tiran del Simpecado de la Hermandad. Digamos que son como los capataces que llevan consigo la responsabilidad de que todo llegue a buen puerto.

"El carretero empieza a preparar las yuntas varios meses antes", explica. Manuel trabaja para la ganadería Ibáñez Santos , de la localidad sevillana de Camas, que este año lleva a los bueyes de hasta siete hermandades.

Manuel Montes guiando a los bueyes que tiran del Simpecado durante un camino pasado

En el camino el carretero es el primero que se levanta para dar de comer a los bueyes antes de que empiece la etapa. "Voy todo el tiempo andando pendiente de los animales, dándoles sus descanso, refrescándoles con agua si hace mucho calor, y haciendo que su esfuerzo sea el más leve posible", señala.

Tiene que estar preparado antes que el resto, así que mientras que los demás duermen, Manuel prepara a los bueyes: "siempre al pie del cañón". Disfruta cuando ve que lo difícil parece fácil con sus animales, como cuando cruzan la Raya entre polvo y arena y salen airosos. Les busca sombras, les mima y les hace el camino más llevadero. Solo cuando el ganado está bien y descansando, le toca hacer lo propio a él, nunca antes.

Mismo camino, distintas vivencias

Javier Arias va a aparcar el papeleo de su bufete de abogados solo durante los tres días del camino de ida: "este año cuando llegue a la aldea y vea a la Virgen cogeré un autobús para volver", porque acaba de ser padre de su tercera hija y porque el trabajo apremia.

Menos días pero no por ello menos intenso. En su carriola peregrinarán 12 amigos. Todos dormirán juntos en ese diminuto espacio y convivirán entre cante, baile, devoción y fe. Así hasta que el Simpecado de su Hermandad del Rocío de Sevilla se presenta ante la Blanca Paloma.

La familia Arias Vahí a la llegada a la Aldea en una romería anterios

Abascal y Esperanza repiten con su hija Pastora de tan solo cuatro años: "siempre hacemos el camino con ella". Van con la Hermandad de Sevilla Sur, acompañados de otra familia. En total seis personas que a priori parece facilitar las cosas, pero que también lleva detrás un cuidada planificación: "el menú de cada día lo sabemos de antemano para no perder tiempo en los descansos".

De presupuestos poco hablan, aunque sí reconocen que durante todo el año van guardando lo que se puede para invertirlo en esta experiencia. Una de estas familias asegura que la peregrinación le ha salido por más de 800 euros, teniendo en cuenta que no llevan trabajadores ajenos, algo que muchos sí que contemplan.

"Pero no se termina ni con la vuelta", continúa esa sevillana del principio que habla de un camino que casi no tiene ni comienzo ni final, para aquellos que lo viven guiados por la fe y por la devoción a la VIrgen del Rocío.

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